Israel ha anunciado recientemente la construcción de un gran túnel subterráneo que se convertirá en la única vía de conexión para 1,5 millones de palestinos entre el sur y el norte de la Cisjordania ocupada.
El proyecto se enmarca en una iniciativa de asentamientos de mayor envergadura, bautizada con el nombre de “Tejido de la Vida” ("Fabric of Life"), que transformará drásticamente las rutas de movilidad dentro del territorio ocupado, aunque claramente no en beneficio de la población palestina.
La ruta está diseñada para bordear el este de Jerusalén ocupada, atravesando el desierto de Judea, obligando así a los habitantes de los distritos de Belén y Hebrón a desplazarse por un corredor subterráneo hasta llegar a Jericó, en el Valle del Jordán. También se contempla la eliminación del puesto de control de Az-Zaim, lo que convertirá la Carretera N°1 en una vía exclusiva para israelíes, excluyendo por completo a los palestinos en su superficie.
"Este proyecto de túnel, presentado con un nombre engañoso, es uno de los planes israelíes más peligrosos", afirma un activista político palestino de Al-Eizariya, en Jerusalén Este ocupada, a quien llamaremos Khaled por motivos de seguridad.
La zona objetivo del proyecto es el corredor E-1, una superficie de 12 kilómetros cuadrados, cuya anexión de facto expandiría los límites de Jerusalén hacia el este. Este corredor estratégico, de 35 km de largo por 25 km de ancho, partiría Cisjordania ocupada en dos, integrándola a Israel.
Según Khaled, que conoce bien la zona, el plan supone la confiscación de miles de dunums (1.000 metros cuadrados cada uno) de tierra pertenecientes a las localidades de Al-Eizariya, Abu Dis, Al-Sawahra y Az-Zaim.
"Se trata de un robo de tierras a gran escala. La ruta atraviesa Yabal Al-Baba y discurre junto al muro de separación hasta Az-Zaim. Busca reforzar la expansión colonial y desplazar a los palestinos que viven allí", denuncia Khaled en declaraciones a TRT World.
A pesar de su coste estimado de 90 millones de dólares, el proyecto no será financiado por los contribuyentes israelíes, sino a través de un fondo compuesto por ingresos aduaneros que Israel recauda en nombre de la Autoridad Palestina: un dinero que legalmente corresponde a los palestinos, pero que suele ser retenido o desviado por el estado israelí.
Aunque medios israelíes presentan la obra como un desarrollo de infraestructura, fuentes locales aseguran que el verdadero objetivo del túnel es consolidar el control israelí sobre Jerusalén Este ocupada, limitando por completo el acceso palestino.
"Desde que la ocupación empezó a restringir la entrada a Al-Eizariya, muchas familias de Jerusalén han tenido que irse. Conozco a un hombre que ahora llega tarde al trabajo todos los días por culpa de las restricciones. La ocupación no quiere que jerusalemitas permanezcan ni en la ciudad ni en Cisjordania", añade Khaled.
"El objetivo es expulsarnos totalmente de Palestina".
Khaled subraya también el creciente fenómeno de emigración palestina, que él interpreta como parte de una estrategia deliberada. Según su análisis, la proliferación de colonias israelíes ilegales y el aumento de restricciones no son casualidad.
"Hoy los colonos están cometiendo abusos en el norte de Cisjordania y avanzan lentamente hacia Ramala. Poca gente comprende que esto es un cáncer, uno muy insidioso", advierte.
A comienzos de 2025, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) contabilizó 849 obstáculos a la movilidad en Cisjordania ocupada, incluyendo Jerusalén Este y Hebrón, afectando a 3,3 millones de palestinos. Junto a los 712 km del Muro de Separación, estas barreras restringen gravemente el movimiento, el acceso a servicios básicos y profundizan la fragmentación territorial y social.
La anexión bajo el paraguas del “Gran Jerusalén”
Este túnel forma parte de un plan más amplio de anexión territorial conocido como “Gran Jerusalén”: una visión estratégica que busca conectar Jerusalén Este ocupada —anexionada unilateralmente por Israel en 1981— con los asentamientos israelíes que se expanden hacia el este, hasta el Valle del Jordán.
Concebido por el ex primer ministro Ariel Sharon a principios de los años 2000, este plan busca absorber permanentemente amplias áreas de la Cisjordania ocupada y unirlas a lo que Israel considera su capital.
El corredor E-1 es el eje geográfico central de esta expansión ilegal, y el túnel del “Tejido de la Vida” lo atraviesa de oeste a este, creando una franja controlada por Israel que encierra a los territorios palestinos en enclaves aislados.
Ya existe un precedente similar: la llamada “Carretera de la Soberanía”, que incluye un paso subterráneo bajo la Carretera Israelí N°1. Esta vía redirige el tránsito palestino fuera de las rutas israelíes, reforzando la segregación. Combinadas, ambas carreteras dejan prácticamente inexistente un corredor libre para los palestinos en torno a Jerusalén Este ocupada.
"Tras el proyecto del túnel, miles de dunums serán confiscados a Al-Eizariya, Abu Dis, Al-Sawahra y Az-Zaim, negando a la población su tierra y sus derechos", denuncia Khaled.
"Hoy me lleva 30 minutos llegar a Ramala. Con este túnel, el trayecto podría alargarse hasta dos horas pasando por Jericó. Es agotador".
Anexión bajo el disfraz del genocidio
La aceleración de estos proyectos coincide con el genocidio en curso en Gaza, donde más de 58.000 personas han sido asesinadas. Sin embargo, la planificación del túnel es anterior a esta masacre.
En 2021, Israel destinó cerca de 4,6 millones de dólares para iniciar la primera fase del proyecto. Esa etapa se centró en aislar las localidades de Al-Eizariya y Abu Dis, históricamente vinculadas a Jerusalén, pero ahora blanco de políticas de separación.
Ambas localidades se encuentran hoy en el cruce de las rutas de los túneles de la “Soberanía” y del “Tejido de la Vida”: verdaderas líneas de frente en la fragmentación territorial.
El rediseño del área comenzó hace décadas con la construcción, en los años 70, de Maale Adumim, uno de los asentamientos israelíes más grandes y polémicos de la Cisjordania ocupada. Construido ilegalmente sobre tierra confiscada a los palestinos, este asentamiento se ubica en el corazón del corredor E-1 y desempeña un papel clave en los planes de anexión de Israel.
Su ubicación amenaza con cortar Jerusalén Este del resto de Cisjordania, socavando así cualquier posibilidad de un Estado palestino contiguo. Hoy alberga a más de 40.000 colonos y es considerado oficialmente como ciudad bajo la ley israelí, pese a la condena internacional.
Como parte del proyecto, la retirada del puesto de control de Az-Zaim permitirá un tránsito fluido de colonos israelíes alrededor de Maale Adumim.
Según Khaled, las restricciones diarias impuestas por la ocupación —como puestos de control y bloqueos— han afectado drásticamente la vida cotidiana, especialmente en ámbitos como la educación y la salud.
"En la situación actual de Al-Eizariya, Abu Dis y Al-Sawahra —que son prácticamente la puerta oriental de la capital ocupada— moverse se ha vuelto extremadamente difícil desde que Israel comenzó a exterminar a los palestinos", afirma.
"La ocupación cierra los puestos de control constantemente, y los más afectados son los niños. He visto a escolares darse la vuelta y regresar a casa porque los autobuses no podían entrar al pueblo. Incluso los autobuses con destino a Jerusalén ya no entran en Al-Eizariya porque el acceso fue cerrado. Los estudiantes se quedan sin clases, y estamos perdiendo a toda una generación que lucha por educarse".
Y el sufrimiento no se detiene en el ámbito educativo.
El puesto de control Container, ubicado en la carretera que conecta el norte y el sur de Cisjordania ocupada, se ha convertido en uno de los lugares más conocidos por violaciones a los derechos humanos, con denuncias frecuentes de acoso, detenciones arbitrarias e incluso muertes, especialmente desde el inicio del genocidio en octubre de 2023.
"Conozco personalmente a una estudiante de la Universidad de Birzeit que fue brutalmente golpeada por soldados israelíes y arrojada al suelo. Cuando hablé con ella, me dijo que ni los jóvenes que estaban cerca se atrevieron a intervenir, porque todos saben que si te bajas en ese puesto de control, es probable que te disparen".
Lo que para muchos parecería un escenario distópico, para miles de palestinos, como Khaled, es una realidad cotidiana.
"Mucha gente ha perdido la vida. Mi propia madre murió en un puesto de control porque no pudo llegar al hospital", concluye Khaled, con la voz entrecortada.