El colapso del régimen de Bashar Al-Assad el 8 de diciembre de 2024 ha provocado un cambio sísmico en Siria, uno que Israel no ve como una crisis, sino como una oportunidad para remodelar el panorama estratégico de la región a su favor.
En respuesta, Israel está yendo más allá de su enfoque tradicional basado en la seguridad, reajustando su política hacia Siria para alinearse con objetivos estratégicos a largo plazo. La caída de Assad no solo ha desmantelado el statu quo del "diablo conocido", sino que también ha introducido nuevas incertidumbres, entre las que destaca el surgimiento de un liderazgo potencialmente alineado con Türkiye y Occidente, lo que podría socavar la justificación de seguridad que Israel ha utilizado durante décadas para mantener su presencia en los Altos del Golán ocupados.
Al mismo tiempo, Israel ve cada vez más a una Siria fragmentada—dividida a lo largo de líneas étnicas y sectarias—como un resultado más manejable y estratégicamente favorable.
Sin embargo, el reciente acuerdo del gobierno sirio con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la rama siria del grupo terrorista YPG/PKK, para integrarlas en las instituciones estatales, representa un nuevo desafío para esta visión.
Este movimiento señala un esfuerzo de Damasco por reafirmar la unidad nacional y podría interrumpir la estrategia de Israel de fomentar divisiones dentro de Siria. Además, podría socavar la política de fragmentación de Israel al acercar una entidad respaldada por EE.UU. al gobierno central.
Este esfuerzo de Damasco se alinea con el impulso regional más amplio, liderado por Türkiye y otros actores, hacia el mantenimiento de la integridad territorial de Siria, en oposición directa a la visión de Israel de una Siria fragmentada.
Repitiendo el caso libanés: De la "buena valla" al "buen vecino"
El enfoque evolutivo de Israel en la región refleja cada vez más un patrón de afianzamiento territorial, sentando las bases para la gradual "Golanización" del sur de Siria, una trayectoria moldeada tanto por precedentes históricos como por imperativos estratégicos contemporáneos.
A lo largo de la guerra civil siria, la principal preocupación de seguridad de Israel en Siria han sido los grupos respaldados por Irán. A través de su sofisticada Campaña Entre Guerras (MABAM, por sus siglas en hebreo), Israel ha llevado a cabo ataques selectivos por debajo del umbral de una guerra total, buscando interrumpir las rutas de suministro de Hezbollah y evitar la producción de sistemas de armas avanzados dentro de Siria.
Sin embargo, la influencia del poder blando de Irán va más allá del ámbito militar, y está profundamente arraigada en el régimen, la economía y el tejido social de Siria. Esto ha planteado un desafío complejo para Israel, que ha intentado contrarrestarlo mediante intervenciones estratégicas.
El enfoque de Israel se basa en su histórica política de la “Buena Valla”, iniciada en 1976 durante la guerra civil libanesa. Un aspecto clave de esta estrategia fue el apoyo directo de Israel al Ejército del Sur del Líbano (SLA), una milicia principalmente cristiana que funcionó como su fuerza de representación en el sur del Líbano. El SLA mantuvo la seguridad dentro de la zona de seguridad autodesignada de Israel hasta su retirada en 2000.
Bajo el disfraz de asistencia humanitaria, Israel estableció relaciones transfronterizas, particularmente con las poblaciones del sur del Líbano, como la que existía en la Puerta de Fátima cerca de Metula, proporcionando ayuda médica y suministros a las poblaciones locales. Esto no solo permitió a Israel llenar estratégicamente el vacío de seguridad y gobernanza creado por el conflicto, sino que también ayudó a cultivar la buena voluntad local y a aumentar su influencia regional.
Aunque la política de la Buena Valla se enmarcó originalmente como una iniciativa humanitaria, la prolongada presencia de Israel en el sur del Líbano finalmente contribuyó al ascenso de Hezbollah, un resultado que sigue siendo una lección crítica para su estrategia actual en Siria.
Dentro de este marco, Israel ha perseguido un enfoque de doble fase, aprovechando el poder inteligente para avanzar en sus intereses de seguridad y políticos. A medida que la dinámica del conflicto sirio se parece cada vez más a la del Líbano, Israel ha replicado tácticas familiares, lanzando operaciones humanitarias dentro de Siria ya en 2013. Estos esfuerzos evolucionaron posteriormente en la "Operación Buen Vecino" en 2016.
Bajo esta iniciativa, Israel buscó cultivar una zona aparentemente alineada con Occidente y de tendencia liberal, proporcionando asistencia humanitaria y militar a grupos armados que operan en un vasto área que abarca Quneitra, Daraa y As-Suwayda.
El objetivo a largo plazo era establecer una presencia en estas áreas como modelo para una implementación más amplia en Siria. Sin embargo, antes de la revolución, dos obstáculos clave habían dificultado estos planes: la creciente influencia regional de Türkiye y la alianza de Rusia con Assad.
En 2017, a través de la mediación rusa, Israel aceptó el regreso del régimen al sur de Siria a cambio de mantener a los elementos respaldados por Irán al menos a 80 kilómetros de sus fronteras, lo que limitó efectivamente su propia maniobrabilidad en la región.
Fragmentando Siria: El juego a largo plazo de Israel en el sur
Los eventos posteriores al ataque del 7 de octubre expusieron una cruda realidad: la estrategia de contención y retraso de Israel en el marco del MABAM no ha logrado disuadir efectivamente a Hezbollah y otros elementos respaldados por Irán en la región.
Si bien el colapso abrupto del régimen de Assad y la disminución de la influencia de Rusia e Irán han producido resultados favorables para la seguridad de Israel, también han dado lugar a nuevos dilemas estratégicos. La preocupación más apremiante es el surgimiento de un nuevo liderazgo sirio alineado con Türkiye y Occidente, que representa a la mayoría de la población siria y no representa una amenaza militar directa para Israel. Un gobierno así podría socavar las justificaciones de seguridad de Israel para su continua ocupación de los Altos del Golán.
Reconociendo este riesgo, Israel se movió rápidamente para deslegitimar a la nueva administración, calificandola una "entidad terrorista" y lanzando ataques contra la infraestructura militar heredada bajo el pretexto de amenazas de seguridad. Paradójicamente, Israel ha anunciado planes para duplicar la población en los Altos del Golán ocupados, en respuesta a sus crecientes preocupaciones de seguridad, lo que señala un firme compromiso con su invasión.
Habiendo invertido en la región durante años, Israel buscó capitalizar la retirada de Rusia avanzando más allá de la ocupación de la Línea de Separación de 1974 y extendiéndose hacia las áreas ricas en agua de Daraa. Cabe destacar que estas son las mismas tierras donde Israel llevó a cabo operaciones humanitarias desde 2013, lo que subraya la naturaleza estratégica a largo plazo de su participación.
La justificación oficial para esta expansión territorial sigue siendo las preocupaciones de seguridad de Israel y la protección de las comunidades drusas. Sin embargo, las acciones de Israel envían un mensaje claro a Damasco: una advertencia de que cualquier intento de reafirmar el control sobre el sur será respondido con la fuerza.
En esta etapa, el objetivo a largo plazo de Israel parece claro: busca evitar el surgimiento de una Siria fuerte y unificada que pueda representar una amenaza de seguridad en el futuro. El medio más efectivo para lograrlo es la fragmentación de Siria en entidades políticas débiles y divididas, asegurando que ninguna autoridad central en Damasco pueda desafiar la posición de Israel en el norte.
Esta estrategia también plantea la posibilidad de que el control israelí se extienda más allá de los Altos del Golán ocupados, reforzando la "Golanización" del sur de Siria, una trayectoria moldeada por precedentes históricos y cálculos geopolíticos contemporáneos.
Siria, Türkiye e Israel
Enraizado en una doctrina de seguridad que precede a su fundación, Israel ha visto durante mucho tiempo a los grupos minoritarios de Oriente Medio como socios integrales en su estrategia de seguridad. Un componente esencial de la visión de Israel para una Siria fragmentada es la estructura que ahora ha tomado forma en la organización terrorista PYD/YPG.
Esta entidad no solo representa la ambición más amplia de Israel de remodelar el panorama político de Siria, sino que también refleja la perspectiva histórica de Israel hacia los grupos kurdos en Oriente Medio. Sin embargo, el reciente acuerdo sirio-FDS desafía este enfoque al neutralizar potencialmente uno de los instrumentos clave de Israel para la división en Siria.
Türkiye, por otro lado, sigue siendo una fuerza formidable y resuelta que se opone a las ambiciones regionales de Israel.
Para contrarrestar la influencia de Türkiye, Israel ha perseguido una estrategia impulsada por el poder duro pero cuidadosamente calibrada, aprovechando los grupos minoritarios para expandir su propia huella regional. Sin embargo, la profundidad estratégica de Türkiye y sus estrechas relaciones con Siria presentan obstáculos significativos para los objetivos de Israel.
En un escenario en el que Israel logre sus objetivos estratégicos, Siria se encontraría rodeada: enclaves sectarios y étnicos al este y al oeste, el PYD/YPG a lo largo del Éufrates, las comunidades drusas respaldadas por Israel al sur, y sin acceso viable al mar ni a ningún país vecino excepto Türkiye. Esto dejaría a Siria débil y perpetuamente vulnerable, aunque el poderío militar y diplomático de Türkiye evitaría una desestabilización duradera en la región.
El enfoque evolutivo de Israel en el sur de Siria subraya una visión geopolítica más amplia, que prioriza el afianzamiento territorial, la fragmentación política y el cultivo de alianzas de representación. Sin embargo, las contramedidas estratégicas de Türkiye y su inquebrantable compromiso con la estabilidad regional sirven como un poderoso freno a las ambiciones de Israel, asegurando que la "Golanización" de Siria siga siendo un resultado inalcanzable para Israel, a pesar de sus esfuerzos por reconfigurar el equilibrio de poder regional.