Las huelgas de hambre en solidaridad con Palestina se extienden por los campus universitarios de Canadá y Estados Unidos, mientras Israel somete a una hambruna devastadora a los palestinos en Gaza. Y Maya Abdallah, nieta de una víctima de la Nakba (la “catástrofe”, en árabe) y estudiante de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), decidió seguir ese camino para protestar contra el apoyo de la institución a Israel. Fueron nueve días de huelga que la llevaron al hospital.
"Si mi madre, que vive en Occidente y sabe que puede comer en cualquier momento, sintió tanto dolor por mi huelga, no puedo imaginar lo que han debido sufrir las madres de Gaza que han visto morir de hambre a sus hijos", declaró Maya en conversación con TRT Español.
Su voz refleja el desgaste de tantas jornadas sin comer, mientras reflexiona sobre su huelga de hambre para presionar a la UCLA a desinvertir en Israel.
"Me inspiraron los estudiantes de la Universidad Estatal de Colorado que hicieron huelga antes que yo. Al ver a tantos estudiantes no árabes arriesgar su vida, supe que tenía que dar un paso más en la lucha contra Israel", explicó Maya. "Sabía que a la UCLA no le importaría. Ojalá me equivocara, pero quería que el mundo viera que, en realidad, no les importa", añadió esta activista de origen libanés, palestino y estadounidense.
Ayuno por Gaza
Maya utilizó su plataforma en TikTok, donde cuenta con dos millones de seguidores, para compartir actualizaciones sobre su huelga de hambre y generar conciencia sobre la causa palestina.
“La gente ha deshumanizado tanto a los palestinos que ni siquiera se inmutan ante el hecho de que cientos han muerto o están al borde de morir de hambre”, denunció. “Quería mostrar a la gente, de una forma que pudieran entender y con la que pudieran empatizar, lo que significa una hambruna forzada”.
La estudiante de 23 años fue hospitalizada tras desmayarse en el campus y trasladada de urgencia en ambulancia, lo que la obligó a interrumpir su huelga en el noveno día por prescripción médica.
"Mi corazón latía un 40% más rápido de lo normal. Fue aterrador", relató, subrayando el sufrimiento que padecen los palestinos sometidos a una hambruna forzada después de que Israel impusiera un bloqueo al ingreso de alimentos, agua y ayuda humanitaria a Gaza durante más de dos meses.
“Por un momento comprendí lo tortuosa que está siendo la hambruna para los palestinos de Gaza”, explicó Maya. “Algunos han dicho que la hambruna es incluso peor que los bombardeos. Puede parecer extraño, pero tras ver cómo se deterioró mi mente en pocos días, entiendo —aunque sea a una escala mínima— por qué lo dicen”.
Movimiento más allá de los campus universitarios
El movimiento de huelgas de hambre ha cobrado fuerza más allá de los campus estadounidenses, con cientos de publicaciones bajo la etiqueta #FastforGaza. El periodista palestino Bisan Owda, que trabaja sobre el terreno, publicó un video instando a los huelguistas a seguir presionando a Israel.
El 18 de mayo, las autoridades israelíes permitieron a los grupos de ayuda reanudar temporalmente la entrega de ayuda limitada a Gaza, pero las agencias humanitarias han dicho que la cantidad de asistencia que entra a Gaza está muy por debajo de lo que se necesita para aliviar la crisis.
Miles de millones en juego
El sistema de la Universidad de California se ha opuesto sistemáticamente a los llamados a la desinversión, y sus funcionarios han declarado que los boicots "representan una amenaza directa y grave a la libertad académica de nuestros estudiantes y profesores".
Las demandas de los estudiantes apuntan a los 32.000 millones de dólares en inversiones del sistema UC, incluidas participaciones en los fabricantes de armas Blackstone y Blackrock, y 24 empresas con vínculos con Israel.
“Es realmente desalentador lo que ha hecho la administración, simplemente por lucro”, denunció Maya. “Amo esta universidad y desearía poder disfrutarla plenamente sin preocuparme por ser detenida por llevar una kufiya o ser expulsada por decir que no creo que se deba asesinar a niños”.
Pese a que su hospitalización fue noticia, la administración de la UCLA nunca se puso en contacto directamente con ella. “Mi huelga fue extremadamente dura para mi cuerpo y mi salud mental. Me sentí abandonada por mi universidad”, aseguró.
Maya también tuvo que enfrentarse a la reacción del entorno sionista, que intentó silenciarla. Además del acoso en redes sociales, explicó que, al tercer día de protesta, algunos sionistas llamaron a la policía del campus solicitando que la ingresaran en un centro de detención preventiva durante 72 horas.
“Eso me dio más fuerzas, porque sentí que si reaccionaban así era porque tenían miedo de que funcionara”, afirmó.
“Saber que mi abuela nunca perdió la esperanza ni la fe en que algún día volveríamos me impulsó a seguir”, explicó. “Si no puedo hacerlo por mí, lo haré por ella, una mujer que hasta su último aliento anheló regresar a casa”.
“Ser palestino te convierte en activista desde el nacimiento”
El activismo de Maya no comenzó en la universidad, sino en su infancia. Recuerda haber compartido su primer vídeo en apoyo a Palestina en la ya desaparecida aplicación Vine, cuando tenía apenas 10 años. “Ser palestina te convierte en activista desde que naces, te guste o no”, afirmó.
No obstante, fue a los 12 años cuando tomó verdadera conciencia de “la intensidad de la ocupación y del peligro real que representa el ejército israelí”, tras quedarse atrapada junto a su madre y su hermano de 15 años en un control militar israelí.
“Era ciudadana estadounidense y viajaba en autobús de Cisjordania (ocupada) a Jerusalén. Mi visado se había desprendido del pasaporte, y los soldados nos ordenaron inmediatamente a mí, a mi hermano y a mi madre que bajáramos del autobús”, relató Maya. “Cuando mi madre protestó, nos apuntaron con sus armas y nos obligaron a bajar. Nos dejaron allí, varados en un control militar, sin teléfono ni forma de volver a casa”.
Su perspectiva se profundizó aún más durante su tercera visita a Palestina, cuando se encontraba en Cisjordania ocupada el 7 de octubre de 2023. Estar allí y enfrentar la realidad mientras observaba cómo se difundía la propaganda israelí fue, según cuenta, una experiencia reveladora.
En los meses siguientes, Abdallah redobló su compromiso, participando en campamentos, protestas y, finalmente, en una huelga de hambre.
“Nuestro campamento me llenó de una esperanza de liberación que creo que nunca antes había sentido. No me arrepiento en absoluto”, aseguró.
Su orgullo se extiende a toda una generación: “Estoy muy orgullosa de cómo mi generación de activistas estudiantiles ha actuado sin miedo frente a la represión de nuestras instituciones”.