Mientras el alto el fuego negociado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se mantiene en su tercer día, el daño de la llamada “guerra de los 12 días” entre Israel e Irán se hace más evidente. Desde infraestructuras destrozadas hasta economías golpeadas, ambas partes calculan ahora el costo de un conflicto que todavía podría encenderse de nuevo.
Al igual que otras guerras previas en Oriente Medio –como la árabe-israelí de 1967 o la de Yom Kipur de 1973—, el enfrentamiento que comenzó el pasado 13 de junio fue simbólico. Con una duración de 12 días, la cifra también tuvo una resonancia cultural inusual: la identidad de Israel como nación de 12 tribus y la tradición chiíta de los 12 imames que predomina en Irán.
A pesar del alto el fuego, la inteligencia de EE.UU. sugiere que el conflicto podría reanudarse. Contrariamente a la declaración de Trump de que las capacidades nucleares de Irán fueron "completamente destruidas", las reservas de uranio de Teherán parecen estar prácticamente intactas.
La guerra de los 12 días también dejó profundas cicatrices en Irán e Israel, tensó las cadenas de suministro regionales y repercutió en los mercados energéticos y comerciales a nivel mundial.
Mientras el frágil cese del fuego parece mantenerse, el costo total del conflicto aún se está conociendo.
El impacto en Irán
"La guerra de los 12 días entre Irán e Israel este junio infligió daños económicos sustanciales en toda la región, aunque la carga fue desigual", afirma Andreas Krieg, profesor asociado del King's College de Londres y director de MENA Analytica.
Irán, que ya cargaba con el peso de décadas de sanciones occidentales, enfrenta el mayor costo.
En una entrevista con TRT World, Krieg, analista de defensa, estima las pérdidas totales directas e indirectas entre 24.000 y 35.000 millones de dólares, lo que equivale aproximadamente a entre el 6,3% y el 9,2% del PIB de Irán, estimado en 380.000 millones de dólares.
Los ataques estadounidenses e israelíes degradaron la infraestructura nuclear de Teherán y provocaron una fuerte caída en sus exportaciones petroleras. Los daños a las instalaciones energéticas y la infraestructura militar amenazan con agravar las debilidades estructurales de Irán y retrasar su recuperación de posguerra.
"La guerra ha profundizado los desafíos fiscales y sociales de Irán, con implicaciones duraderas para su estabilidad interna", afirma Aimen Jamil, experto en asuntos iraníes con sede en Islamabad.
El costo para Estados Unidos e Israel
Israel gastó aproximadamente 5.000 millones de dólares en la primera semana de ataques contra Irán, con costos diarios de guerra que alcanzaron los 725 millones: 593 millones para operaciones ofensivas y 132 millones para defensa y movilización.
Solo los sistemas antimisiles le cuestan a Israel entre 10 y 200 millones de dólares al día, según el diario The Wall Street Journal. Si el conflicto hubiera continuado durante un mes completo, el precio total podría haber superado los 12.000 millones de dólares, según estima el Instituto Aaron de Política Económica.
Israel, aunque económicamente más resiliente, no salió indemne, señala Krieg. De hecho, él estima pérdidas de entre 11.500 y 17.800 millones de dólares, lo que representa entre el 2,1% y el 3,3% de su PIB de 540.000 millones de dólares.
"Estas cifras incluyen gastos militares, daños a la infraestructura y la interceptación de más de 400 misiles iraníes", añade Krieg. "Pero más allá de los costos directos, se encuentra una capa más profunda de alteraciones. El sector de alta tecnología de Israel –responsable del 64% de las exportaciones y una quinta parte del PIB– sufrió escasez de mano de obra, pues miles de reservistas fueron retirados de puestos críticos".
El cierre de empresas, la suspensión de vuelos comerciales y la escasez de mano de obra en la agricultura y la construcción agravaron la tensión económica. Estos costos de oportunidad, incluyendo la interrupción de las inversiones y el retraso de megaproyectos, podrían tener consecuencias duraderas”, afirma Krieg.
También ha comenzado un éxodo visible.
Todos estos factores han afectado al gobierno beligerante de Israel, provocando un “éxodo visible” de ciudadanos israelíes con doble nacionalidad, alarmados por la frecuencia y el alcance de los ataques con misiles contra lugares estratégicos como refinerías de petróleo y grandes ciudades, según Krieg.
La Oficina Central de Estadísticas de Israel estima que más de 80.000 ciudadanos abandonaron el país en 2024, la cifra más alta desde la fundación del estado sionista en 1948. Casi medio millón se han marchado desde el 7 de octubre de 2023.
Más de 10.000 israelíes fueron evacuados en la primera semana de la guerra, y más de 36.000 solicitaron indemnizaciones, según la Autoridad Tributaria de Israel.
Ante un creciente déficit presupuestario, el gobierno está considerando recortar gastos, aumentar impuestos o incrementar el endeudamiento, lo que podría elevar la deuda pública por encima del 75% del PIB.
El Ministerio de Finanzas, advirtiendo sobre la disminución de las reservas, solicitó 857 millones de dólares para defensa, al tiempo que propuso recortes de 200 millones en salud, educación y servicios sociales.
En una medida polémica, el Gobierno de Israel impuso recientemente la prohibición de viajar a sus ciudadanos, aparentemente para frenar el flujo de salida de personas.
Los expertos lo analizan como una señal de la creciente inseguridad y el daño a la reputación de Israel a raíz de los diferentes conflictos en los que ha participado. Las muertes de civiles en Gaza, Líbano y ahora Irán han provocado una condena internacional generalizada del Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, incluyendo acusaciones de conducta genocida.
“La confianza de los inversores y el apoyo de la diáspora se están erosionando”, afirma Krieg. “Se está extendiendo la sensación de que el estado ya no puede garantizar la seguridad bajo el liderazgo de un primer ministro cada vez más propenso al riesgo”.
Si bien Israel “absorbió costos considerables” debido a las operaciones militares en múltiples frentes y a los daños a la infraestructura por los ataques iraníes –que se sumaron a la presión fiscal de sus operaciones en curso en Gaza–, la “economía resiliente y las sustanciales reservas del país proporcionaron un colchón contra la inestabilidad inmediata”, declara Jamil a TRT World.
Comparada con Irán e Israel, la Operación Martillo de Medianoche de Trump le costó a Estados Unidos un “evento fiscal menor” de entre 1.000 y 2.000 millones de dólares, una cantidad que corresponde a un porcentaje insignificante de la economía de 28 billones de dólares, según Krieg.
Estados Unidos desplegó 125 aviones y disparó decenas de bombas antibúnkeres y misiles Tomahawk contra tres instalaciones nucleares clave en Irán: Fordow, Natanz e Isfahán.
“Sin embargo, incluso con una mínima exposición financiera directa, el costo estratégico para EE.UU. podría aumentar si se produce una mayor participación. La inestabilidad regional, la volatilidad del mercado petrolero mundial y la percepción de inconsistencia en la diplomacia estadounidense podrían complicar la posición a largo plazo de Washington en Oriente Medio”, afirma Krieg.
Alteraciones al comercio mundial
La guerra de los 12 días también afectó al comercio mundial y a los mercados energéticos, debido al temor a una escalada. Muchos agentes de bolsa creían que Irán bloquearía el estratégico estrecho de Ormuz, que representa una cuarta parte de las exportaciones mundiales de petróleo.
Como resultado, las primas de seguros de los petroleros se dispararon, duplicándose en algunos casos, y los costos de transporte también aumentaron con fuerza, mientras los precios del crudo Brent subieron entre un 15% y un 20% antes de estabilizarse al disiparse los temores de una escalada, afirma el Krieg.
“Más allá del petróleo, el comercio en general también fue afectado. Las principales navieras mundiales comenzaron a desviar buques, a fletar tonelaje de reserva y a retrasar las operaciones con destino al Golfo. Estos cambios logísticos aumentaron los costos y prolongaron los plazos de entrega, impactando especialmente a economías como la de India, China y Europa, que dependen en gran medida de las exportaciones energéticas del Golfo”, añade.
Otros sectores, desde la agricultura hasta el papel, también sufrieron el golpe, ya que los retrasos en los envíos generaron costos ocultos. “En general, la guerra expuso la extrema sensibilidad del comercio mundial al conflicto en el Golfo, y subrayó la importancia de Ormuz como arteria comercial global”.
Jamil destaca efectos adicionales en los viajes aéreos. Las cancelaciones generalizadas de vuelos y los desvíos de rutas aumentaron los costos operativos de las aerolíneas, aunque considera que estos impactos son limitados y temporales a nivel mundial.