En los primeros días de la Gran Depresión de Estados Unidos, Willis Hawley, congresista republicano de Oregón, y Reed Smoot, senador republicano de Utah, creyeron haber encontrado la solución para proteger a los agricultores y fabricantes estadounidenses frente a la competencia extranjera: los aranceles.
En 1930, el entonces presidente Herbert Hoover firmó la Ley de Aranceles Smoot-Hawley, pese a que numerosos economistas advirtieron que estas medidas desatarían represalias comerciales de otros países. Y eso fue exactamente lo que pasó.
La economía de Estados Unidos se hundió aún más en una crisis devastadora de la que no saldría hasta la Segunda Guerra Mundial.
Hoy en día, la mayoría de los historiadores consideran a la Ley Smoot-Hawley como un error que agravó una situación económica ya de por sí crítica. Sin embargo, los aranceles encontraron un nuevo defensor en el presidente Donald Trump.
Dos hombres de negocios, una misma propuesta
Al igual que Hoover, Trump fue elegido en gran parte por su imagen de hombre exitoso de negocios. “No solo cualquiera puede ser rico, sino que debería serlo”, declaró Hoover en su discurso inaugural, antes de convocar una sesión especial del Congreso para proteger a los agricultores estadounidenses con “modificaciones limitadas en el sistema arancelario”.
Pero en lugar de una mejora económica, llegó la Gran Depresión.
Ahora Trump, quien impulsa una política arancelaria agresiva que ha impactado en los mercados globales, sostiene que Estados Unidos se construyó sobre la base de altos impuestos a las importaciones.
Según él, Estados Unidos abandonó progresivamente esta política al crear en 1913 el impuesto sobre la renta federal. Y, luego, “en 1929, todo acabó abruptamente con la Gran Depresión. Nunca habría ocurrido si hubieran mantenido la política de aranceles”, dijo Trump la semana pasada al anunciar su gran plan arancelario.
Refiriéndose a Smoot-Hawley, añadió: “Intentaron recuperar los aranceles para salvar al país, pero ya era tarde. No se podía hacer nada. Tomó años y años salir de esa depresión”.
Gary Richardson, profesor de economía en la Universidad de California en Irvine, señala que el mantenimiento de aranceles altos durante mucho tiempo “ayudó a cambiar la industria EE.UU., pero los abandonamos porque, siendo un país a la vanguardia tecnológica, dejamos de verlos como útiles”.
En una medida de represalia, Estados Unidos elevó los aranceles a productos chinos a más del 100%. Lo hizo luego de que Beijing prometiera responder al aumento de tarifas anunciado por Trump la semana pasada.
El “Martes Negro”
La economía estadounidense comenzó a desacelerarse cuando la Reserva Federal, entidad que regula la política monetaria del país para mantener la estabilidad económica, subió las tasas de interés en 1928 y nuevamente en 1929.
El objetivo era moderar la burbuja bursátil, reduciendo los préstamos a corredores de bolsa e inversionistas. Sin embargo, esto generó un aumento en las tasas de interés en Reino Unido y Alemania, lo que a su vez contrajo el consumo global y redujo la producción industrial, dando paso a una recesión en EE.UU. en el verano de 1929.
La Gran Depresión estalló oficialmente el 29 de octubre de ese año, durante el llamado “Martes Negro”, cuando el pánico provocó un desplome bursátil que borró las inversiones de miles de personas endeudadas. Con la caída de la demanda, las fábricas cerraron y los trabajadores fueron despedidos en masa.
En los años siguientes, el desempleo en EE.UU. alcanzó el 25% y la producción económica cayó casi un 30%. Miles de bancos quebraron, millones perdieron sus hogares y cientos de miles de negocios cerraron.
Hoover y Trump: dos presidentes con dos estilos distintos
El presidente Hoover, quien construyó su riqueza desde cero y cultivó simpatías diplomáticas, contrasta profundamente con Trump. En su afán por cumplir la promesa de campaña de proteger a los agricultores, Hoover presionó al Congreso para aumentar los aranceles agrícolas.
Sin embargo, su objetivo también era incentivar la diversificación de cultivos, y no veía los aranceles elevados como una amenaza directa al comercio internacional, señaló David Hamilton, autor de “From New Day to New Deal: American Farm Policy from Hoover to Roosevelt, 1928-1933”. “Hoover no estaba utilizando el comercio como un arma, como vemos hoy”, explicó.
En un principio, el congresista Willis Hawley, como presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, buscaba únicamente medidas para proteger a los agricultores. Pero el proyecto de ley aprobado al final fue mucho más allá, imponiendo aranceles elevados también a productos manufacturados. Fue aprobado en mayo de 1929 por la Cámara en Washington.
En el Senado, Reed Smoot, presidente del Comité de Finanzas, lideró en marzo de 1930 su aprobación. En junio de ese año, la legislación fue finalmente conciliada y ratificada por el Congreso.
Hoover dudó de esta apuesta, especialmente después de que más de 1.000 economistas firmaran una carta solicitando su veto. Sin embargo, terminó firmando la ley: “Ningún proyecto arancelario ha sido perfecto bajo el sistema actual, ni lo será”.

En lo que bautizó como el “Día de la Liberación”, el presidente Donald Trump, anunciará este miércoles una andanada de aranceles recíprocos a los países que, según él, han afectado a EE.UU.
La ley Smoot-Hawley elevó los aranceles en un promedio del 20% sobre miles de productos, provocando represalias de los principales socios comerciales de EE.UU. También se redujo la cooperación internacional en temas ajenos al comercio, incluidos los asuntos de defensa, lo que, según el profesor Richardson, facilitó el ascenso de Adolfo Hitler en Alemania.
“Hubo sectores que obtuvieron ganancias”, indicó Richardson sobre Smoot-Hawley. “Pero en general, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, la mayoría perdió”.
Los fabricantes estadounidenses vieron desaparecer sus mercados extranjeros, mientras la producción y el consumo interno se desplomaban aún más.
Durante los siguientes años, Smoot, Hawley y Hoover siguieron defendiendo su política arancelaria, culpando a las decisiones comerciales internacionales, a factores monetarios externos y al Partido Demócrata por los males económicos del país.
La recuperación económica no comenzaría hasta 1939, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando la demanda bélica impulsó la producción de armamentos a nivel industrial.
“Una depresión económica no puede curarse con leyes ni decretos del Ejecutivo”, declaró Hoover en diciembre de 1930. “Las heridas económicas deben ser sanadas por las propias células del cuerpo económico: los productores y los consumidores”.