El Atlántico Sur y la Antártida son regiones alejadas de los grandes centros de población, poder y consumo. Sin embargo, en un contexto de reconfiguración del orden mundial, presentan un gran interés estratégico, dada su riqueza en recursos naturales clave para la economía mundial. Hablamos de pesca, minerales, agua dulce y, también, hidrocarburos.
En la actualidad asistimos a un escenario global por demás conflictivo, en plena transición geopolítica asentada en la crisis de hegemonía anglo-estadounidense y el ascenso de polos (re)emergentes euroasiáticos y de la región Asia-Indo-Pacífico como Türkiye, China, Rusia e India, etc. En este marco se avizora una carrera creciente por el acceso a recursos estratégicos, debido a la escasez de algunos de ellos (como el petróleo convencional), el consumismo creciente y la disputa geopolítica. A la par, a raíz de la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania, se agudizó la geopolítica de la energía, a la par de los estrangulamientos producidos en las cadenas de suministro y abastecimiento.
Transición energética y el lugar del petróleo
Mientras en enero se desarrollaba el encuentro anual del Foro de Davos, en Suiza, tuvo lugar otro evento clave: el Foro Mundial sobre Transición Energética. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, destacó allí los niveles sin precedentes del gasto mundial en energía limpia: en 2024 alcanzó la cifra récord de dos billones de dólares. “Por cada dólar invertido en combustibles fósiles, hubo dos dólares invertidos en energías renovables”, señaló Von der Leyen.
El auge de la agenda global de transición energética hacia fuentes limpias y renovables conlleva una necesaria descarbonización, dado el nocivo impacto ambiental de los combustibles fósiles. No obstante, los hidrocarburos continúan teniendo un rol esencial. El Instituto de la Energía publicó en 2024 una estadística de la energía mundial. Allí concluyó que el consumo de combustibles fósiles supera el 80% del total de fuentes primarias de energía. El petróleo es la fuente más utilizada, seguida por el carbón y el gas natural. Lejos aún se ubican fuentes emergentes como nuclear, hidroeléctrica, solar y eólica. Inclusive, en 2023, se advirtió un fuerte repunte del consumo de petróleo, el cual superó por primera vez en la historia el nivel de 100 millones de barriles diarios, mientras que las proyecciones para las próximas décadas marcan un declive muy paulatino de su producción y consumo.
Petróleo en el Atlántico Sur
En este punto sobresale el boom del presal brasileño, un área de recursos encontrada hacia 2007 que ha motorizado una producción que colocó a Brasil en el primer puesto de la región, un ejemplo que Argentina y Uruguay han buscado imitar bajo su mar.
Mientras tanto, frente a las costas del extremo sur del continente americano, en aguas circundantes a las islas Malvinas, el Reino Unido junto al gobierno isleño y a un consorcio empresarial israelí-británico (las compañías Navitas y Rockhopper) se aprestan a dar inicio por primera vez a la extracción petrolífera, luego de décadas de exploración y estimación del gran potencial de esos recursos submarinos.
Si bien existen 15 licencias de producción vigentes, el foco está puesto en el proyecto Sea Lion, el cual contendría, según estimaciones, más de 900 millones de barriles de crudo, según la reciente actualización del informe independiente de recursos. Ello representa más de tres veces más que el mayor yacimiento británico, Rosebank, en el mar del Norte.
En caso de que explotación sea fructífera podrían generarse beneficios por millones de libras (entre 1.500 y 3.500 millones de dólares a lo largo del proyecto). Al respecto, un portavoz de la consultora Rystad Energy compara a Malvinas con Guyana, dado el boom de petróleo en alta mar descubierto en 2015 que genera enormes ingresos al pequeño país caribeño, e incluso ha reavivado un histórico conflicto de soberanía con Venezuela por la región del Esequibo.
No obstante, debido a los altos costos, resta aún la decisión final de inversión de la petrolera israelí Navitas, prevista para mediados de año, que proyecta comenzar a extraer petróleo a fines de 2027. También existen ciertas resistencias de grupos ambientalistas, y se precisa de cooperación con Argentina, un escenario que parece favorable con el actual Gobierno de Javier Milei, cuya política exterior se ha alineado con la de Estados Unidos e Israel. A su vez, en septiembre de 2024 se firmó el acuerdo Mondino-Lammy de restablecimiento de cooperación bilateral entre Argentina y Reino Unido.
Petróleo en la Antártida
El “continente blanco” representa la última frontera terrestre por conocer y dominar para el ser humano, y en mayo de 2024 se produjo la resonante y controvertida noticia del presunto “hallazgo petrolero del siglo” por parte de Rusia en esas aguas. En verdad, el diario inglés The Telegraph publicó parte de un debate parlamentario británico acerca de las actividades exploratorias rusas en una campaña de 2020, calificadas como violatorias del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, que habrían descubierto reservas del orden de los 511.000 millones de barriles de crudo, un extraordinario volumen que duplicaría las de Arabia Saudita.
Sin embargo, al no haberse realizado perforaciones ni estimaciones de las posibilidades de recuperación de esos recursos potenciales, es incorrecto hablar de reservas. A la par, se ha señalado que no era información nueva, pues un estudio geológico estadounidense de 1991 había dado cuenta ya de ese potencial de recursos en esa zona. La ubicación del presunto hallazgo despertó rispideces, al tratarse de la plataforma submarina en el mar de Weddell, una zona en que se superponen los reclamos de soberanía de Argentina, Chile y Reino Unido (si bien se encuentran congelados por la Secretaría del Tratado Antártico, como las de Australia, Noruega, Francia y Nueva Zelanda).
Aunque la explotación de recursos antárticos está vedada al menos hasta 2048, y su viabilidad técnica y comercial no está garantizada, la carrera por los recursos naturales ha vuelto a despertar tanto las alarmas como las pretensiones por explotarlos, en un momento en que se ha visto afectada la gobernanza de las regiones polares a raíz de la guerra en Ucrania.
Las naciones con presencia antártica avanzan sus posiciones materiales y logísticas, con un vertiginoso crecimiento de China y una importante presencia rusa, lo cual enciende las alarmas en Occidente. A la vez, la acelerada transición geopolítica contemporánea puede impactar en una eventual modificación o erosión del Sistema del Tratado Antártico. En especial, si en un futuro próximo, la escasez de recursos y el avance tecnológico vuelve rentable la explotación de los recursos del “continente blanco”.