Este domingo y lunes, Brasil se convierte en epicentro diplomático con la celebración de la cumbre del BRICS, el bloque de economías emergentes que reúne a once países tras su reciente ampliación. La reunión, que tendrá lugar en Río de Janeiro, abordará con discreción temas tan delicados como el ataque de Israel contra Irán, la crisis humanitaria en Gaza y los aranceles comerciales impulsados por el presidente estadounidense Donald Trump.
El tono contenido de esta cita contrasta con la cumbre anterior, celebrada en Kazán bajo el liderazgo ruso, cuando el Kremlin apostó por impulsar sistemas de pago alternativos al dominio del dólar como vía para esquivar las sanciones occidentales impuestas tras su guerra contra Ucrania en 2022.
Pero esta vez, la cautela marca el paso. Analistas y diplomáticos advierten que el BRICS, que duplicó su tamaño el año pasado, aún no logra consolidarse como un bloque cohesionado ni como un nuevo polo de poder global. La discreción de la agenda —y la ausencia de confrontación directa con Washington— es leída como un intento por evitar atraer la atención de la administración Trump.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, buscará colocar entre las prioridades de las discusiones algunos de sus temas clave, como la inteligencia artificial y el cambio climático, aunque varios líderes de peso no estarán presentes.
Será la primera vez desde que asumió el poder en 2012 que el presidente chino, Xi Jinping, no asista a una cumbre del BRICS. El mandatario ruso, Vladímir Putin, participará por videoconferencia, ya que continúa evitando los viajes internacionales debido a la orden de arresto en su contra.
Según una fuente cercana a las negociaciones, algunos países del grupo están presionando para que la declaración final utilice un lenguaje más contundente respecto a la situación en Gaza y al ataque israelí contra Irán. La fuente habló bajo condición de anonimato por no estar autorizada a tratar el asunto públicamente.
“Brasil quiere mantener la cumbre lo más técnica posible”, explicó Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getulio Vargas.
Por ello, se espera que la declaración final contenga formulaciones vagas tanto sobre la guerra en Ucrania como sobre los conflictos en Oriente Medio. Esta ambigüedad, según Stuenkel, también se verá facilitada por la ausencia de Putin y Xi, los dos líderes más proclives a adoptar una postura abiertamente antioccidental, a diferencia de Brasil e India, que apuestan por una política de no alineamiento.
Un funcionario del gobierno brasileño dijo a la agencia Associated Press que se prevé la publicación de tres comunicados conjuntos y una declaración final, “todos ellos menos condicionados por las tensiones geopolíticas actuales”. El funcionario también habló bajo condición de anonimato.
João Alfredo Nyegray, profesor de negocios internacionales y geopolítica en la Universidad Católica de Paraná, considera que la cumbre del BRICS podría haber servido para proyectar una alternativa frente a un mundo inestable, pero no cumplirá ese papel.
“La retirada del presidente egipcio Abdel Fattah Al-Sisi y la incertidumbre sobre el nivel de representación de países como Irán, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos confirman las dificultades del BRICS para consolidarse como un polo cohesionado de liderazgo global”, señaló Nyegray. “Este momento exige articulación de alto nivel, pero lo que vemos es dispersión”.
Brasil, que ostenta la presidencia rotatoria del bloque, ha definido seis prioridades estratégicas para la cumbre: cooperación global en salud, comercio, inversiones y finanzas, cambio climático, gobernanza de la inteligencia artificial, construcción de paz y seguridad, y desarrollo institucional.
El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha optado por centrarse en asuntos menos polémicos, como el fortalecimiento del comercio entre los países miembros y la salud global, especialmente tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, explicó Ana Garcia, profesora de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro.
“Brasil quiere causar el menor daño posible y evitar llamar la atención de la administración Trump para no correr riesgos que puedan afectar a su economía”, afirmó Garcia.
Si bien Brasil seguirá abogando por la reforma de las instituciones globales dominadas por Occidente —una política central para el BRICS—, el país busca no convertirse en blanco de nuevos aranceles, un escenario que hasta ahora ha logrado evitar.
Trump ha amenazado con imponer aranceles del 100 % contra el bloque si este toma medidas que puedan debilitar el dominio del dólar.
El presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, y el mandatario egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi, también estarán ausentes en la cumbre. Ambos países se sumaron al BRICS en 2024, junto con Etiopía, Indonesia y Emiratos Árabes Unidos. Arabia Saudí, aunque ha sido invitada y participa en las discusiones internas del grupo, aún no ha enviado su carta de confirmación oficial.
Además de los nuevos miembros, el bloque cuenta con diez países socios estratégicos —una categoría creada en la cumbre del año pasado— entre los que se encuentran Bielorrusia, Cuba y Vietnam.
La rápida expansión del BRICS llevó a Brasil a incluir en la agenda asuntos internos, bajo el rótulo de “desarrollo institucional”, con el objetivo de integrar mejor a los nuevos integrantes y reforzar la cohesión del grupo.
Pese a las ausencias notables, la cumbre tiene un peso importante para los asistentes, especialmente en un contexto de creciente inestabilidad económica provocada por la guerra comercial de aranceles impulsada por Trump, explicó Bruce Scheidl, investigador del grupo de estudios sobre el BRICS de la Universidad de São Paulo.
“La cumbre representa la mejor oportunidad para que los países emergentes respondan, buscando alternativas y diversificando sus alianzas económicas”, señaló Scheidl.
Para Lula, el encuentro supone además un respiro frente a un escenario interno complicado, marcado por una caída en su popularidad y tensiones con el Congreso.
La reunión representa también una plataforma para impulsar las negociaciones climáticas y avanzar en compromisos de protección ambiental antes de la COP30, que se celebrará en noviembre en la ciudad amazónica de Belém.