El Hajj es la peregrinación que todo musulmán con salud y medios debe realizar al menos una vez en la vida. Durante varios días del último mes del calendario islámico, cerca de 2 millones de personas recorren lugares sagrados como la Kaaba, Mina y el monte Arafat, repitiendo los pasos atribuidos al profeta Ibrahim y a su familia.
Vestidos con simples ropas blancas, los peregrinos renuncian a todo signo de estatus: no hay títulos, nacionalidades ni jerarquías, solo fe y comunidad. Cada rito simboliza algo más que un viaje físico: es un recordatorio de dónde venimos y a dónde vamos.
En un mundo obsesionado con lo material, ¿qué nos dice el Hajj sobre la necesidad de detenernos y mirar hacia algo más grande que nosotros mismos?