¿Cómo debemos interpretar la declaración del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China que dice "Si lo que quiere Estados Unidos es una guerra,“ya sea una guerra de aranceles, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos listos para luchar hasta el final"?
Muchos han interpretado la frase como una escalada en la retórica de confrontación, al menos por parte de China. La declaración resuena como el arpegio de una amenaza, pues rara vez escuchamos un mensaje tan directo del Ministerio de Relaciones Exteriores de China que, además, se ha publicado en varias cuentas oficiales en redes sociales de todo el mundo.
En resumen, no se trata del tipo de fanfarronada que solemos oír del Ministerio de Defensa, el Global Times o alguno de los llamados diplomáticos "guerreros del lobo", quienes a menudo se desvían del mensaje oficial o actúan bajo instrucciones con cierta distancia del centro de poder.
Además, es especialmente llamativo porque, en los últimos meses previos a las elecciones en Estados Unidos, las declaraciones oficiales de China, así como la información de los medios estatales, han tratado a Washington con guantes de seda, esperando a ver qué camino quería tomar el presidente Donald Trump sin dejarse arrastrar a una espiral descendente de ojo por ojo, algo que Trump suele disfrutar.
Ahora que está claro que la nueva administración estadounidense actúa de manera más agresiva contra China, esta declaración directa indica que, al menos en el plano discursivo, Beijing ha decidido quitarse los guantes.
También cabe preguntarse si esto marca un giro para el gobierno chino, mientras se prepara para una fase de confrontación más directa con Estados Unidos. Si la retirada de Estados Unidos en Ucrania finalmente despeja el camino para que Washington dirija toda su atención contra China, como algunos especulan, entonces ahora es el momento para que Beijing se mantenga firme y sin ambigüedades, incluso al punto de decir que está lista, si Estados Unidos la provoca, para la guerra.
Rusia, una lección ineludible
Esta postura es consistente con la afirmación de Beijing de que, en esta nueva era, China ha regresado al centro del escenario mundial como una gran potencia, que contribuye de manera constructiva al surgimiento de un mundo multipolar.
Por otro lado, Trump ha demostrado en varias ocasiones el valor de la cautela cuando se trata de lidiar con Rusia, planteando repetidamente el espectro de una posible tercera guerra mundial si la relación se maneja mal.
Esto proporciona un contexto importante a medida que Trump busca resolver la guerra del presidente Joe Biden contra Rusia: los líderes estadounidenses prometieron la derrota de Rusia y la destrucción de su economía. Sin embargo, hoy nos encontramos con un presidente de EE.UU. que probablemente negociará términos que confirmen la victoria rusa, y lo hará sin la presencia de sus aliados o incluso de Ucrania en la mesa.
La lección para China es bastante clara: si Trump teme una guerra más amplia con Rusia – cuando esta se mantuvo firme contra la OTAN, Ucrania, Europa y Estados Unidos, y lo hizo con una economía que resistió ataques devastadores–, entonces China, una nación mucho más fuerte que Rusia tanto económica como militarmente, debería mantenerse firme con no menos determinación, y más aún si la administración Trump está dispuesta a probar la resolución de China.
El año pasado, había un consenso silencioso en Beijing de que una segunda presidencia de Trump favorecería los intereses de China. Sin duda, había quienes estaban preocupados de que la resolución del conflicto en Ucrania liberaría a Washington para centrarse más en China. Pero se podría argumentar que Estados Unidos explotó ese conflicto para dañar las relaciones de China con Europa.
Mientras tanto, la administración Biden no se detuvo en absoluto en la implementación de su estrategia de contención contra China, hasta el punto de que el riesgo de guerra era insoportablemente alto para 2023, requiriendo moderación. Simultáneamente, era cada vez más claro que los objetivos estadounidenses en Ucrania iban a fracasar.
¿El fracaso de un orden mundial unipolar?
Se podría argumentar que 2023 marcó un año de fracaso estratégico, demostrando los límites duros de las capacidades estadounidenses para reimponer un orden mundial unipolar. Un año seguido por una creciente estabilización en la economía china y avances tecnológicos clave que señalaban la futilidad contraproducente del bloqueo tecnológico de Estados Unidos.
En consecuencia, la doctrina Biden fracasó. Aunque el regreso de Trump ofrecería a Estados Unidos una buena oportunidad para cambiar de táctica, los chinos estaban bastante seguros de que sería incluso menos efectivo que su predecesor para reunir apoyo internacional contra China. Consideraban que sería más probable que alimentara la polarización y la crisis de gobernanza entre los aliados estadounidenses y en Estados Unidos mismo, y estaría más propenso a negociar un acuerdo comercial, como ocurrió durante la primera presidencia de Trump.
Esto se debe a que una guerra comercial finalmente causaría un gran dolor a los estadounidenses y, pronto, los compañeros de Trump en el Congreso se enfrentarían a votantes que quieren la paz y el alivio de la inflación que él les prometió.
De hecho, si los republicanos pierden el control del Congreso, el segundo mandato de Trump será visto como un segundo fracaso, y el anatema del estatus de "pato cojo" invocará para algunos de nosotros el popular meme chino de Trump como un "gallo dorado".
Tres caminos estratégicos para EE.UU.
Aunque Trump no ha mostrado completamente sus cartas, Beijing ve a Estados Unidos explorando en simultáneo tres posibles caminos estratégicos. Primero, podría apostar todo al desacoplamiento y la contención contra China. Pero esto podría provocar el tipo de guerra económica capaz de empujar a China contra el dólar. Y, a su vez, podría llevar más directamente a un conflicto militar, pues la economía estadounidense (y, por lo tanto, el poder militar de Estados Unidos) es esencialmente un castillo de naipes construido sobre el poder del dólar como moneda supranacional.
Segundo, podría promover una política de retirada estratégica a una esfera de influencia más estrecha, una nueva Doctrina Monroe, como sugieren algunos de sus movimientos, regresando principalmente al hemisferio occidental, donde EE.UU. se ve favorecido geográficamente. Esto se complementaría con acciones contra Groenlandia y Canadá, dado el valor relativo del Norte Global frente al cambio climático.
Mientras tanto, China y Rusia tendrían que definir sus respectivas posiciones en Asia Central, algo que podría ser más fácil de decir que de hacer, a pesar del progreso que ambos han logrado trabajando juntos en una asociación estratégica y a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái.
Tercero, Trump está acumulando influencia para un gran acuerdo, donde espera obtener tanto como sea posible de China, incluyendo protecciones para el dólar, la economía estadounidense y los intereses estratégicos de Estados Unidos en las Américas, mientras eventualmente fomenta la inversión y la manufactura china en Estados Unidos, y margina a Europa en el proceso. Esta posibilidad ciertamente intriga a Beijing y horroriza a Europa, y de los tres caminos podría ser el más realista, uno que debería materializarse antes de que el Congreso llegue a las elecciones de medio término.
Es justo decirlo: China entiende estas tácticas y posibles caminos estratégicos, y para cada uno de ellos, tiene planes de contingencia. Mientras tanto, parecer alarmado o alarmista no es algo que Beijing quiera comunicar, pues eso es precisamente lo que Trump busca provocar. Lo último que quiere escuchar es que un país más poderoso que Rusia está listo para la guerra. Y hay una diferencia con Canadá, México, Panamá y Colombia: China para hacer concesiones, no se dejará intimidar.