Bombardeos de edifcios residenciales. Ciudades arrasadas. Bloqueos de ayuda humanitaria que van en contra de todas las leyes internacionales. Y la meta de aislar completamente a Gaza. El plan del ejército israelí para lograr el desplazamiento forzado y la limpieza étnica de la población palestina ya no es un objetivo que se descifre entre líneas: es parte del discurso oficial de Tel Aviv ante los medios del mundo.
Durante una visita a las tropas desplegadas en el “Eje de Morag” — que divide las ciudades de Rafah y Jan Yunis en el sur de Gaza—, Israel Katz, ministro de defensa de Israel, declaró que el ejército está “alcanzando objetivos importantes”, entre ellos “evacuar a la población palestina, destruir infraestructuras, eliminar túneles y establecer un nuevo corredor que cortará la conexión entre Jan Yunis y Rafah”.
Los planes del ejército, según el diario israelí Haaretz, incluyen la incorporación de la ciudad de Rafah a una zona de amortiguamiento a lo largo de la frontera sur de Gaza que se extiende unos 75 kilómetros cuadrados. Es decir, aproximadamente una quinta parte del territorio palestino. ¿Cuál es su objetivo? Convertir Gaza en un enclave aislado, desconectado de Egipto y rodeado por territorios bajo control militar israelí.
Esto “transformaría efectivamente a Gaza en un enclave dentro del territorio controlado por Israel, aislándolo de la frontera con Egipto”, reitera Haaretz.
La estrategia de Tel Aviv replica el modelo aplicado por el ejército en el norte del enclave, extendiendo la demolición sistemática de estructuras y expandiendo corredores militares, logrando así dividir y aislar a Gaza. El paso previo al que se teme sea el golpe final del desplazamiento de las pocas personas que aún sobreviven.
Aislamiento total como estrategia
Antes del inicio de la brutal ofensiva israelí en octubre de 2023, la zona comprendida entre el Corredor Filadelfia y la ruta Morag era el hogar de unos 200.000 palestinos. Sin embargo, el diario Haaretz reporta que, tras la destrucción generalizada, el área ha quedado prácticamente desierta.
Expertos y analistas advierten que la estrategia israelí de dividir Gaza en zonas aisladas y despobladas podría derivar en un cambio estructural del enclave, fragmentando su tejido social, económico y político. La inclusión de Rafah en una zona de amortiguamiento forma parte de una campaña más amplia de reconfiguración territorial, de acuerdo al periódico israelí.
La ampliación del corredor Morag, mediante la demolición sistemática de edificaciones, y la desconexión total con la frontera egipcia, buscan consolidar un nuevo esquema de control total sobre Gaza. “En ciertos aspectos, parece que el ejército busca replicar en el sur los métodos empleados en el norte del enclave”, apuntó el periódico Haaretz.

Israel redobla sus ataques en Cisjordania ocupada con asesinatos de jóvenes y castigo colectivo a la población palestina, mientras la ONU advierte que el territorio podría convertirse en “otra Gaza”.
A pesar de las crecientes denuncias y el aislamiento internacional, el Gobierno de Israel ha dejado claro que no detendrá su ofensiva. La prioridad declarada es la erradicación total del movimiento Hamás, incluso si eso implica la destrucción sistemática de infraestructura civil y el desplazamiento forzado de más de dos millones de personas.
Sitio ante la indiferencia global
La situación en Gaza continúa deteriorándose día a día, con hospitales colapsados, familias viviendo entre ruinas, y niños huérfanos enfrentando hambre y sed. Mientras tanto, las fuerzas israelíes avanzan en el rediseño geográfico del enclave y en su campaña de desplazamiento masivo.
Con la mayoría de los cruces cerrados y la ayuda internacional bloqueada, Gaza se ha convertido en una prisión al aire libre, donde las víctimas se cuentan por decenas de miles y el futuro de su población pende de un hilo.
Detrás del plan de expulsión masiva
La ofensiva israelí se intensificó nuevamente el 18 de marzo, tras la ruptura del acuerdo de alto el fuego e intercambio de prisioneros entre Tel Aviv y Hamás, que entró en vigor en enero pasado. Desde entonces, al menos 1.500 personas han sido asesinadas y más de 3.700 han resultado heridas, según el Ministerio de Salud palestino. Esta nueva escalada se produce en paralelo a los avances de Israel para hacer realidad del plan propuesto por el presidente de EE.UU., Donald Trump, que contempla la expulsión masiva de palestinos del enclave.
La semana pasada, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reiteró su compromiso con la intensificación de los ataques sobre Gaza, afirmando que su gobierno trabaja para aplicar el mencionado plan, a pesar de una creciente presión internacional por las consecuencias humanitarias de su ofensiva militar.
Desde octubre de 2023, casi de 50.900 palestinos —en su mayoría mujeres y niños— han sido asesinados durante los bombardeos y operaciones terrestres del ejército israelí. Las cifras oficiales del Ministerio de Salud incluyen además decenas de miles de heridos, muchos de ellos con lesiones graves y amputaciones.
Una población atrapada bajo las bombas
Para lograr fragmentar y aislar aún más a los palestinos en el sur de Gaza, el ejército israelí se propone destruir los cimientos de su vida, sus centros urbanos y no dejar nada en pie que pueda asemejarse a un barrio o un hogar.
Uno de los episodios más recientes de violencia contra la población civil tuvo lugar en el barrio de Shejaiya, en la ciudad de Gaza, donde un bombardeo israelí contra un edificio residencial dejó al menos 38 muertos, incluidos ocho mujeres y ocho niños. Según confirmó Mahmoud Basal, portavoz de la Defensa Civil, más de 85 personas resultaron heridas, muchas en estado crítico, y al menos 34 siguen desaparecidas bajo los escombros.
El ataque se produjo mientras la población del barrio continúa atrapada bajo el fuego constante y las restricciones impuestas por el bloqueo israelí. Testimonios locales dan cuenta de familias enteras enterradas vivas, sin posibilidad de evacuación ni acceso a asistencia médica.
Este tipo de bombardeos sobre zonas densamente pobladas ha sido reiteradamente denunciado por organismos de derechos humanos y por las propias Naciones Unidas como posible crimen de guerra.
El bloqueo como método de presión
Para fragmentar y aislar Gaza, el ejército israelí echa mano incluso a cortar todo suministro, ayuda humanitaria e instalar así la hambruna colectiva como método de presión para una desenfrenada limpieza étnica.
Semanas antes de la reanudación de la ofensiva, Tel Aviv decidió cerrar todos los cruces fronterizos en la zona. Esta medida bloqueó el ingreso de ayuda esencial, incluidos alimentos, medicinas y combustible, profundizando la crisis ya existente en el enclave, donde más de 2 millones de personas enfrentan escasez extrema de recursos.
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Ahmed Mansour, periodista palestino, fue quemado vivo por un ataque israelí mientras cubría la ofensiva genocida en Gaza
La Organización de las Naciones Unidas ha denunciado que, desde el 18 de marzo, Israel ha rechazado el 68% de los 170 intentos de sus agencias para coordinar el acceso humanitario a distintos puntos de Gaza. Según Stéphane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU, la operación militar, junto con el bloqueo de ayuda y bienes comerciales, ha dificultado gravemente las labores humanitarias.
Dujarric reveló que solo en el día anterior, las autoridades israelíes denegaron ocho de los 14 permisos solicitados por el personal de la ONU para llegar a zonas donde la población requiere asistencia urgente. “Estas negativas impiden que los trabajadores humanitarios lleven a cabo misiones fundamentales para salvar vidas”, denunció.
Además, se han producido repetidos ataques contra instalaciones de ayuda y personal humanitario, lo que ha obligado a muchas organizaciones a reducir o suspender temporalmente sus operaciones. No obstante, Dujarric aseguró que la ONU y sus socios humanitarios “siguen comprometidos a permanecer y brindar asistencia” dentro del enclave.
“No entrará ni un grano de trigo”
El ministro de Finanzas de Israel, Bezalel Smotrich, ratificó la política de bloqueo humanitario durante su intervención en la conferencia People of Israel, organizada por el diario Yedioth Ahronoth. “No entrará ni un grano de trigo”, afirmó, subrayando que la derrota de Hamás debe ser la única prioridad, incluso por encima de la liberación de los rehenes israelíes.
Israel ha sido acusado de utilizar el hambre como arma de guerra, una práctica prohibida por el derecho internacional. Esta es una de las razones por las que la Corte Penal Internacional (CPI) emitió en noviembre pasado órdenes de arresto contra Netanyahu y el exministro de Defensa, Yoav Gallant, por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos en Gaza. Además, el Estado israelí enfrenta un proceso ante la Corte Internacional de Justicia por acusaciones de genocidio.
La comunidad internacional enfrenta una disyuntiva moral y política: actuar para detener una catástrofe humana sin precedentes, o seguir siendo testigo de una tragedia que se asemeja cada vez más a una limpieza étnica a gran escala.