POLÍTICA
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Occidente convirtió la democracia en una farsa, y ahora queda expuesto ante el mundo
Presuntos criminales son recibidos con honores mientras cae la farsa del liderazgo moral y la justicia selectiva revela su raíz colonial.
Occidente convirtió la democracia en una farsa, y ahora queda expuesto ante el mundo
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, caminan por la alfombra roja en Budapest: un criminal de guerra recibido con honores, mientras Europa guarda silencio ante el genocidio en Gaza. / Reuters
hace 12 horas

¿En qué mundo un hombre buscado por crímenes de guerra puede viajar libremente por las capitales occidentales, recibido con honores diplomáticos, mientras las mismas instituciones que fueron creadas para garantizar la justicia son ignoradas por sus propios fundadores?

No es una pregunta hipotética. Está ocurriendo ahora mismo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, imputado por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, ha sido recibido con alfombras rojas y apretones de mano por parte de líderes europeos.

Hungría, miembro de la Unión Europea, acaba de anunciar su retiro de la CPI. Esta decisión se dio mientras Netanyahu realizaba una visita oficial a Budapest, convirtiendo al país, de facto, en un refugio para un presunto criminal de guerra.

¿Y dónde está la indignación? ¿Dónde están las condenas por parte de los funcionarios de la Unión Europea? No hay escándalos en la prensa, ni debates políticos serios.

Alemania, uno de los principales impulsores de la creación de la CPI, también ha dejado clara su postura: no arrestará a Netanyahu si visita su territorio. Es la misma Alemania que predica el respeto al Estado de derecho y los derechos humanos, pero que convenientemente exime a Israel de cualquier responsabilidad. Ya no se trata solo de hipocresía. Es complicidad.

Las instituciones que dicen defender el derecho internacional —la CPI, las Naciones Unidas, el llamado orden democrático liberal— fueron en gran medida creadas por potencias europeas. 

Pero, ¿alguna vez estuvieron destinadas realmente a impartir justicia? ¿O fueron diseñadas para reforzar la dominación occidental, castigando selectivamente solo a algunos?

La CPI, por ejemplo, ha procesado a líderes de África, Oriente Medio y los Balcanes. Pero cuando se trata de líderes occidentales o sus aliados, la justicia de repente se vuelve “complicada”.

Los dobles raseros son evidentes. Israel puede cometer atrocidades con total impunidad, mientras que quienes resisten la opresión son etiquetados como criminales.

Esto no solo es una traición al derecho internacional; es una traición a los ideales que Occidente asegura representar.

La democracia occidental en crisis

La jefa de política exterior de la Unión Europea visitó recientemente Israel, donde se atrevió a calificar al país como un “socio muy valioso”.

¿Un socio valioso en qué, exactamente? ¿En cometer crímenes de guerra? ¿En llevar a cabo limpieza étnica? ¿En desafiar el derecho internacional? ¿Cómo puede la UE, que dice defender los derechos humanos y la democracia, abrazar a un gobierno que participa activamente en la destrucción de todo un pueblo?

Esto no es solo un fracaso de la diplomacia occidental. Es la exposición de un sistema construido sobre mentiras. Occidente adora predicar sobre democracia, derechos humanos y el Estado de derecho. 

Pero lo que vemos hoy demuestra que estos valores solo se aplican cuando conviene a sus intereses. Los mismos gobiernos que justifican campañas de bombardeos en nombre de la democracia, no tienen problema alguno en proteger a Netanyahu de cualquier forma de rendición de cuentas.

Los mismos medios que califican de “terrorismo” la resistencia palestina, se niegan a llamar al genocidio por su nombre.

Mientras tanto, en Estados Unidos, estudiantes que se atreven a protestar contra el genocidio en Gaza están siendo arrestados, silenciados y demonizados. Las universidades, que alguna vez se enorgullecieron de ser bastiones de libertad de expresión y pensamiento crítico, ahora actúan en coordinación con el Estado para reprimir voces de conciencia.

Estudiantes esposados, arrastrados, suspendidos —todo por exigir justicia para Palestina. El mensaje es claro: apoyar a criminales de guerra como Netanyahu es aceptable; oponerse al genocidio es motivo de castigo.

Nada de esto es nuevo. Las potencias occidentales llevan décadas utilizando la “democracia” como arma, como excusa para justificar guerras, intervenciones y explotación económica.

Pero lo que estamos presenciando ahora es más descarado que nunca. La máscara ha caído. El supuesto orden mundial liberal se ha revelado como lo que realmente es: un imperio cimentado en la justicia selectiva, la hipocresía y la guerra perpetua.

Un legado colonial que nunca terminó

Lo que vemos hoy no es una anomalía, sino la continuación de una mentalidad colonial que nunca desapareció del todo. El expansionismo occidental siempre se ha producido a costa de los pueblos no blancos. El lenguaje ha cambiado, pero las acciones siguen siendo las mismas.

Hace siglos, los imperios europeos justificaban sus conquistas afirmando que “civilizaban” el mundo. Hoy, justifican sus acciones bajo la bandera de “defender la democracia”.

Pero ya sea el colonialismo británico en Palestina, el imperialismo francés en África o las guerras estadounidenses en Oriente Medio, el objetivo siempre ha sido el mismo: control, explotación y represión de cualquier forma de resistencia.

Israel es el último proyecto colonial de asentamiento del mundo moderno, y Occidente hará todo lo que esté en su poder para sostenerlo. ¿Por qué? Porque Israel funciona como una extensión de la hegemonía occidental en Oriente Medio.

Es un puesto militar avanzado, una herramienta para aplastar la autodeterminación palestina y mantener el control sobre la región. Por eso, las normas que se aplican a otros países no se aplican a Israel.

Por eso Netanyahu puede viajar libremente, mientras los palestinos enfrentan juicios y encarcelamiento simplemente por existir bajo ocupación.

Es hora de romper la ilusión

La credibilidad de Occidente se desmorona. La hipocresía es demasiado evidente para seguir ignorándola. Quienes hemos estado atentos lo sabíamos desde hace tiempo, pero ahora, el resto del mundo empieza a verlo también.

Si Occidente quiere ser tomado en serio, debe estar dispuesto a aplicar los mismos estándares para todos.

No puede proclamarse defensor de la democracia mientras apoya el apartheid. No puede predicar sobre derechos humanos mientras financia genocidios. No puede hablar del Estado de derecho mientras permite que criminales de guerra caminen libres.

Lo mínimo que podría hacer Occidente es dejar de bombardearnos con su versión de los derechos humanos. Si la democracia no es más que una herramienta para justificar el imperialismo, entonces dejemos de fingir lo contrario.

Porque hoy, Occidente no es el defensor de la democracia. Es una farsa.


FUENTE:TRT Español y agencias
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