Bajo las luces del Centro Cultural Ataturk, en Estambul, un joven subió al escenario junto a sus compañeros y su profesor. Es Muhammed Eymen, quien huyó de Siria siendo un niño en 2011. Más de una década después, en 2024, regresó a su tierra con su familia tras la caída del régimen de Bashar Al-Assad. La presencia de Eymen representa un cierre: un niño criado en Türkiye que ahora vuelve a casa.
El presidente Recep Tayyip Erdogan hizo una pausa en su discurso para darle la bienvenida a Eymen en una cumbre clave: "El modelo de gestión migratoria de Türkiye en el siglo turco", celebrada el 28 de abril. El joven participó junto a sus compañeros y a su profesor de la escuela primaria Ahmet Kabakli. Su presencia puso de relieve el éxito de la integración, la solidaridad y el crecimiento compartido.
"Estos pequeños refugiados que ven aquí son nuestros hijos", declaró el mandatario. "Sus profesores los criaron con cariño. Esto es lo que significa ser Ansar: ofrecer no solo protección, sino también pertenencia".
El presidente Erdogan se refirió a la historia de Türkiye con la inmigración no solo en términos de cifras o crisis, sino como una continuación del legado y el reflejo de identidad.
"Dijimos que nunca le daríamos la espalda a quienes huían de las bombas", afirmó, invocando una promesa anterior, más transaccional, del exlíder opositor Kemal Kilicdaroglu de repatriar a los sirios. “Vimos su migración no como una crisis, sino como una Hégira, de La Meca a Medina. Nuestra perspectiva era diferente”.

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Para el mandatario turco, la inmigración no es una cuestión de tolerancia pública, sino un “deber de civilización”. Citó el rol que ha desempeñado Anatolia como un refugio histórico: para los judíos que huían de la Inquisición, para los cristianos de Europa del Este, para los exiliados musulmanes de los Balcanes y para las víctimas del régimen nazi.
“Mientras las potencias occidentales desencadenan muchas de estas crisis, permanecen ausentes a la hora de compartir la carga”, declaró Erdogan. “Tres de cada cuatro refugiados hoy en día no son acogidos por países ricos, sino por naciones de ingresos bajos y medios”.
“Hoy, quienquiera que enfrente problemas en nuestra región, gracias a Dios, recurre primero a Türkiye como refugio”, completó.
Retorno, esperanza y gratitud
Un sentimiento similar se replicó entre antiguos refugiados durante sus entrevistas con TRT World. Familias sirias describieron las decisiones difíciles que tuvieron que tomar, marcadas no solo por la seguridad, sino también por la memoria, la dignidad y la añoranza.
Noor M., madre de tres hijos, explicó la decisión de su familia de regresar: “Mi esposo volvió a Siria para buscar alojamiento y trabajo. Luego regresará para recibirnos como familia. Volveremos a Siria cuando las escuelas de mis hijos cierren al final del año académico. Logramos vivir en Türkiye durante la guerra en Siria, pero ahora que la guerra ha terminado, queremos volver a casa”.

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Rana B., quien huyó de Alepo con sus hijos en 2013, reflexionó sobre los dos lados del viaje. “Fue difícil para nosotros cuando llegamos a Türkiye y tuvimos que reconstruir nuestras vidas por la guerra en Siria”, dijo. “Sin embargo, será difícil otra vez cuando volvamos a Siria para comenzar de nuevo, pero nunca olvidaremos a las personas turcas amables que nos abrieron su corazón y nos ayudaron en estos momentos difíciles. Nuestra amistad como dos naciones perdurará para siempre”.
Gestionar la migración con dignidad
La Dra. Sare Aydin, académica de la Universidad de Comercio de Estambul y presidenta de la Asociación Internacional de Migración y Refugiados, situó los debates de la cumbre en un contexto global. En ese sentido, le dijo a TRT World: “Hoy en día, hay casi 260 millones de migrantes, más de 71 millones de personas desplazadas y más de 26 millones de refugiados en todo el mundo. La migración no es simplemente una cuestión de elección económica, sino de supervivencia”.
Aydin, cuyo padre fue trabajador temporal en Alemania en 1969, recordó las indignidades de la exclusión. “Sé lo que se siente el ser etiquetada, el ser excluida. La migración no es algo a lo que temer. Es algo que hay que gestionar con consideración, humanidad y valentía”.
También elogió la generosidad histórica de Türkiye: “Somos una sociedad que abre sus puertas, comparte su pan y cree en la dignidad de todos. Pero debemos ir más allá de las políticas a corto plazo y crear marcos de integración social, económica y cultural, ya que las investigaciones demuestran que solo alrededor del 30% de los refugiados regresan a casa”.
“Somos el refugio”
Durante su discurso, Erdogan declaró: “Anatolia siempre ha sido una patria de inmigrantes a lo largo de la historia. Todos los que han sufrido opresión, persecución y violencia en sus lugares de residencia siempre han visto en Anatolia y en las tierras de Türkiye un refugio seguro”.
La cumbre se desarrolló en un contexto de estadísticas alarmantes. Según el presidente, hay más de 281 millones de migrantes en todo el mundo y más de 120 millones de desplazados forzasamente. Al menos 20 personas, afirmó, se ven obligadas a huir cada minuto debido a guerras, desastres o persecución.
Türkiye, enfatizó, ha absorbido mucho más de lo que le corresponde, albergando actualmente a 4,03 millones de migrantes, incluidos 2,77 millones de sirios bajo protección temporal, 1,09 millones de residentes legales y 176.000 solicitantes de asilo bajo protección internacional.
En ese sentido, concluyó su discurso reafirmando la ética fundamental del enfoque de Türkiye: “No somos una simple parada en el camino. Somos el refugio”, dijo. “No rechazamos a los oprimidos, porque nuestra historia no nos lo permite”, insistió.
Y en algún lugar de esa visión se encontraba Muhammed Eymen, el joven estudiante que cruzó una frontera, aprendió un idioma, se subió a un escenario y se preparó una vez más para regresar a casa con dignidad.