Paralizada por sus fracasos para evitar guerras consecutivas en los últimos años, la ONU llega a una encrucijada en su 80º aniversario
Creada tras la Segunda Guerra Mundial para garantizar la igualdad soberana de los Estados y evitar el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, los elevados ideales de la ONU se han visto cada vez más socavados por sus propias fallas estructurales.
Críticos argumentan que algunos de sus principales órganos —como el Consejo de Seguridad (CSNU), la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA)— han fallado en cumplir con sus mandatos.
Desde la catástrofe humanitaria en Gaza hasta el intercambio de misiles entre Israel, Irán y Estados Unidos, la incapacidad de la ONU para evitar conflictos en los últimos años ha intensificado los llamados urgentes a su reforma.
Un mundo más grande que cinco
Entre los líderes mundiales, el presidente de Türkiye, Recep Tayyip Erdogan, ha sido uno de los críticos más vocales de la estructura desigual de la ONU, que favorece a las grandes potencias frente al resto de países.
Su frase más citada, “El mundo es más grande que cinco”, resume perfectamente la estructura oligárquica del Consejo de Seguridad, donde los cinco miembros permanentes —China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos— poseen poder de veto, lo que a menudo paraliza la acción frente a crisis clave.
El llamado del presidente Erdogan resuena especialmente en el Sur Global, que ve al Consejo como un vestigio del orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial que ya no refleja las realidades geopolíticas actuales.
“La ONU tiene muchas carencias porque es una organización del siglo XX, que representa a las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial”, explica a TRT World Helin Sari Ertem, profesora de relaciones internacionales en la Universidad Medeniyet de Estambul.
Sari Ertem señala que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad no representan la diversidad geográfica y cultural del siglo XXI, lo que hace que el órgano sea inadecuado para los desafíos actuales.
La gestión del Consejo frente a la ofensiva de Israel contra Gaza es un ejemplo claro de ese fracaso. A pesar de una ofensiva que ha matado a más de 56.000 palestinos desde octubre de 2023, el CSNU ha sido bloqueado por los vetos —especialmente de Estados Unidos—, lo que ha llevado a declaraciones meramente simbólicas.
Mustafa Yetim, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Osmangazi de Eskisehir, dijo a TRT World que la estructura oligárquica del Consejo está minando la legitimidad y eficacia del organismo global.
“Las respuestas del Consejo de Seguridad han sido en su mayoría genéricas y simbólicas, sin acciones concretas”, afirma Yetim, al señalar la incapacidad del Consejo para abordar guerras tanto en Oriente Medio como en Ucrania.
A principios de este mes, Estados Unidos vetó por quinta vez una resolución del Consejo que pedía un alto el fuego. Los otros 14 miembros, incluidos los países no permanentes, votaron a favor de un “alto el fuego inmediato, incondicional y permanente” en Gaza.
Andebrhan Welde Giorgis, exembajador de Eritrea en Bélgica, Francia y el Reino Unido, declaró a TRT World que el CSNU necesita reformas urgentes para recuperar legitimidad.
“Reformen el uso del veto por parte de los P5 (los cinco permanentes) para superar la parálisis actual del Consejo de Seguridad”, afirma, al tiempo que pide ampliar y reequilibrar la membresía para incluir países de África y Sudamérica.
Una CIJ “sin dientes”
La Corte Internacional de Justicia, principal órgano judicial de la ONU, también ha sido objeto de duras críticas por su incapacidad para hacer cumplir sus fallos, especialmente en casos relacionados con Israel.
Israel enfrenta un caso por genocidio ante la CIJ por su ofensiva contra Gaza. En 2024, el tribunal declaró ilegal la ocupación israelí de los territorios palestinos y respaldó el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.
Aunque ha emitido decisiones que condenan acciones del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y otros, la CIJ carece de autoridad para hacer cumplir sus fallos, lo que convierte sus resoluciones en declaraciones meramente morales.
“La efectividad de la CIJ está fundamentalmente limitada por su dependencia del consentimiento de los Estados y, más críticamente, por la voluntad política del Consejo de Seguridad”, sostiene Yetim.
Afirma que Estados como Israel —respaldados por potencias con poder de veto— actúan con una “sensación de impunidad” que debilita la confianza en la justicia internacional.
Para remediar esta situación, Yetim propone una agenda de reformas audaz:
“Abogo por una reforma integral que aumente la autonomía de la CIJ, tanto financiera como institucionalmente”.
Propone desvincular los mecanismos de aplicación de sentencias de la influencia política del Consejo de Seguridad y ampliar la jurisdicción de la Corte para emitir fallos vinculantes sin necesidad de consentimiento estatal.
Sin estos cambios, la CIJ corre el riesgo de seguir siendo una espectadora ante violaciones graves, lo que socava aún más el compromiso de la ONU con los derechos humanos y la rendición de cuentas.
OIEA: Un espectador ante las tensiones nucleares
Encargado de garantizar la seguridad nuclear global, el OIEA ha enfrentado frecuentes acusaciones de inacción y sesgo. Mientras Israel y Estados Unidos señalan a Irán por su enriquecimiento de uranio, el organismo parece haber quedado al margen, sin poder afirmar su autoridad ni contrarrestar narrativas politizadas.
Yetim explica que la “capacidad limitada de aplicación” del OIEA y su “falta de autoridad directa sobre los Estados” son sus principales debilidades. Su credibilidad se ve aún más afectada por la percepción de una aplicación selectiva de las normas.
“Mientras Irán ha sido sometido a un intenso escrutinio y presión por su programa nuclear, otros Estados con armas nucleares fuera del Tratado de No Proliferación —como Israel— no han sido sometidos al mismo estándar”, indica.
Esta doble moral alimenta la desconfianza, especialmente en el Sur Global, donde muchos países ven al OIEA como un instrumento de los intereses geopolíticos de Occidente.
Yetim pide reformas que garanticen “imparcialidad, transparencia y trato equitativo de todos los Estados bajo su mandato”.
Sin estas reformas, advierte, el OIEA seguirá siendo un observador pasivo en un mundo cada vez más amenazado por la escalada nuclear.
Diversidad de voces en la ONU
Los fracasos recientes de la ONU han amplificado los llamados a una reforma, particularmente desde potencias emergentes como Türkiye, India, Brasil y Sudáfrica. Según Ertem, estas naciones no buscan desmantelar el sistema internacional, sino hacerlo más inclusivo.
“La postura de Türkiye no consiste en cambiar todo el sistema ni rechazar los criterios, normas y valores internacionales. Lo que Türkiye exige hoy es una organización internacional mejor”, afirma.
Ertem pide ampliar la membresía permanente del Consejo de Seguridad para incluir voces diversas y defiende que la nueva estructura de la ONU debe ser integral y representar distintas geografías, culturas y civilizaciones.
Pero el camino hacia la reforma está lleno de obstáculos. El poder de veto de los cinco permanentes sigue siendo una barrera importante. Cualquier intento de reformar el CSNU, la CIJ o el OIEA requiere navegar complejas rivalidades geopolíticas.
Ertem advierte que la “injusticia” del sistema actual alimenta la desafección global, y cita la ofensiva genocida de Israel contra Gaza como un ejemplo alarmante.
“La injusticia de Israel es uno de los ejemplos más básicos, que vuelve a recordar a la comunidad internacional —especialmente a los pueblos del Sur Global— que lo que tenemos hoy es un mundo prooccidental, eurocéntrico, incluso centrado en Estados Unidos”, concluye.
