“Crecí en Gaza, donde veía muchas noticias sobre nosotros, pero siempre con un marcado sesgo. Por eso decidí ser periodista: para ser la voz de mi gente, contar nuestras historias y compartir nuestra narrativa verdadera”, relata Plestia Alaqad, periodista palestina que se ha convertido en una de las voces más valientes y conmovedoras desde el inicio del genocidio israelí contra Gaza, el 7 de octubre de 2023.
De manera muy similar, la periodista y activista egipcia Rahma Zein enfoca su trabajo bajo el principio de que “es fundamental construir nuestra propia narrativa, porque durante demasiado tiempo escuchamos una versión que no era la nuestra, una narrativa que deshumaniza a las personas de la región y, por tanto, justifica las masacres que sufrimos”.
En conversación con TRT Español, en el marco del evento NEXT 2025, que reunió en Estambul a jóvenes y líderes globales, Plestia destacó que el periodismo que se hace desde Gaza es un acto de resistencia frente a las narrativas deshumanizadoras. Por su parte, Rahma subrayó el periodismo digital como herramienta para desafiar el apagón mediático y dar voz auténtica desde la región.
Para Alaqad, el periodismo no es solo una profesión, sino una forma de resistencia. Por eso sostiene que informar desde el asediado enclave palestino implica vivir una catástrofe en tiempo real y narrarla simultáneamente. “Ser periodista en Gaza supone enfrentar desafíos impensables en cualquier otro lugar. Usábamos los hospitales no solo para informar, sino también para cargar nuestros teléfonos y poder seguir trabajando”, relata.
Su coraje, honestidad y compromiso con la verdad le valieron reconocimiento internacional. En 2024, fue incluida en la lista de las 100 mujeres más influyentes del mundo, elaborada por la BBC.
Plastia recuerda que el mayor dolor en Gaza no era la precariedad ni el miedo constante, sino el vacío que dejaban las muertes. “Durante el genocidio, a menudo reportaba sobre personas que, al día siguiente, al regresar, descubría que Israel ya las había matado”.
“Necesitamos cambiar la narrativa dominante”
Por suerte, cada vez más voces dentro del periodismo global comienzan a denunciar la equidistancia cómplice y el blanqueamiento sistemático del genocidio que Israel comete sobre el pueblo palestino.
“Necesitamos cambiar la narrativa dominante” recalca Rahma, quien explica que además “no debemos disculparnos por defender a Palestina, sino que sean ellos quienes deben disculparse por defender el sionismo, que significa extremismo y brutalidad”.
Rahma se hizo conocida por su periodismo crítico en Oriente Medio y saltó al foco internacional en octubre de 2023, cuando confrontó en vivo a la corresponsal de CNN, Clarissa Ward, en el cruce fronterizo de Rafah, acusándola de desinformar y legitimar la invasión israelí de Gaza. Ese momento se volvió viral y consolidó su imagen como una voz firme en defensa de la verdad desde el terreno.
Tanto Zein como Alaqad coinciden en un mensaje claro: la profunda necesidad de hablar, denunciar y visibilizar.
“Es fundamental que todos entendamos que tenemos un papel que desempeñar. No podemos esperar que medios manipulados hablen por nosotros”, dice Zein.
Plestia, por su parte, lanza una reflexión clave: “Es nuestra responsabilidad, como quienes estamos fuera, contar sus historias. Si estás cansado de ver las noticias, recuerda que en Gaza la gente es la noticia. Ellos la viven cada minuto”, afirma.
“Lo mínimo que podemos hacer es seguir generando conciencia”, concluye Alaqad.
El deber de nombrar el genocidio
En tiempos de genocidio —la destrucción deliberada, intencional y sistemática de un grupo humano—, nombrar los hechos por su nombre no es una opción: es una obligación ética.
En Gaza, donde las bombas israelíes matan a diario a miles de personas —en su mayoría mujeres, niños y ancianos— bajo el fuego de uno de los ejércitos con mayor tecnología del mundo, guardar silencio o recurrir a un lenguaje neutral no es prudencia: es complicidad.
Esa complicidad, a menudo, se manifiesta en la forma en que los medios occidentales relatan la tragedia. Con eufemismos como “conflicto”, “enfrentamiento”, “guerra” o “víctimas colaterales”, se diluyen las líneas morales, se borra la asimetría entre opresores y oprimidos, y se blanquea la responsabilidad política y militar de quienes perpetran las masacres.
Desde que Israel lanzó su ofensiva sobre Gaza, la magnitud de la tragedia ha sido devastadora: más de 55.000 personas asesinadas, al menos 10.000 palestinos detenidos, y la totalidad de los 2,2 millones de habitantes del enclave desplazados.
Más del 70 % de la infraestructura ha sido destruida, y los bloqueos sistemáticos a la entrada de ayuda humanitaria han generado una hambruna masiva que se agrava cada día.
Numerosas organizaciones internacionales de derechos humanos —incluidas Human Rights Watch y Amnistía Internacional— han calificado los hechos como crímenes de guerra y, en muchos casos, como genocidio.
No nombrar lo que ocurre en Gaza como tal no es solo una omisión semántica: es una forma de encubrimiento. Como advirtió Edward Said: “No hay simetría entre el ocupante y el ocupado. La equidistancia es una forma de encubrimiento”.
Y como señaló el arzobispo sudafricano y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”.