GENOCIDIO EN GAZA
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Antes de Gaza: la historia de cómo las milicias sionistas sembraron el terror en Palestina
En 1946, el atentado contra el Hotel King David marcó un punto de inflexión en la causa palestina por la autodeterminación. Pero este sería apenas uno de muchos ataques perpetrados por grupos sionistas para expandir su terror.
Antes de Gaza: la historia de cómo las milicias sionistas sembraron el terror en Palestina
El hotel Rey David / Reuters
1 de julio de 2025

Mientras Israel devasta los territorios palestinos, el supuesto “ejército con más moral del mundo” enfrenta acusaciones de terrorismo de Estado por el asesinato de civiles inocentes en Gaza.

Pero mucho antes de que el foco de atención apuntara a Gaza y al ejército israelí, la militancia sionista ya había perpetrado la primera masacre civil a gran escala en Palestina: desde las tácticas de terror inauguradas durante el atentado al Hotel King David hasta el asesinato del conde Folke Bernadotte, mediador de Naciones Unidas para Palestina.

Los primeros bombardeos coordinados, la primera selección sistemática de civiles como blanco y los primeros asesinatos políticos en el extranjero, todos llevan la impronta de las facciones sionistas armadas como Irgún, Lehi y Haganá.

Pero ese legado de “violencia política” no ha quedado enterrado: resuena poderosamente en la actual devastación de Gaza.

En los últimos días, los bombardeos y disparos israelíes han cobrado 23 vidas, incluidos niños, en zonas residenciales densamente pobladas de Gaza. Se destruyeron casas enteras en Zeitun, se bombardearon campamentos para desplazados en Jan Yunis, y trabajadores humanitarios y civiles fueron atacados incluso en puntos de distribución de ayuda.

Las Naciones Unidas y organizaciones de derechos humanos condenan lo que llaman la “instrumentalización de la comida” y el ataque deliberado contra civiles. Más de 410 personas han muerto intentando obtener ayuda en centros de distribución desde finales de mayo.

La Oficina de Derechos Humanos de la ONU advierte que esto puede constituir crímenes de guerra, mientras que el diario israelí Haaretz informó que los soldados israelíes están siendo “instruidos a disparar a civiles desarmados”.

La escala del sufrimiento civil es impactante: más de 56.000 palestinos han muerto, la mayoría mujeres y niños.

Bajo los bombardeos incesantes, las instalaciones médicas han colapsado, y la ayuda ha sido bloqueada, retrasada o incluso atacada, repitiendo el mismo patrón de violencia que décadas atrás desataron las milicias sionistas.

La historia se repite

Ya en la década de 1930, grupos sionistas utilizaron el terror no solo contra las autoridades británicas, sino también contra civiles árabes, diplomáticos internacionales e incluso judíos que se oponían a su agenda militante.

El objetivo era claro: imponer los objetivos políticos sionistas por cualquier medio posible, incluyendo explosivos, asesinatos, masacres y guerra psicológica.

El atentado contra el Hotel King David del 22 de julio de 1946, no fue el principio, pero sí el momento en que el mundo ya no pudo ignorar lo que ocurría en Palestina: una campaña violenta por la creación de un Estado, librada con herramientas del terror.

Esta es la historia de ese atentado y de la larga sombra que extendió por la región. Desde masacres como la de Deir Yassin, hasta el asesinato del mediador sueco de la ONU, el conde Bernadotte, además de un legado de violencia frecuentemente ignorado en los relatos occidentales sobre la fundación del estado israelí.

El primer acto de terrorismo de Israel

En una operación audaz y letal, el grupo paramilitar sionista Irgún—bajo el liderazgo de Menachem Begin—llevó a cabo lo que muchos consideran es el primer gran acto de terrorismo en la historia israelí.

Disfrazados de obreros, los agentes introdujeron explosivos escondidos en tarros de leche en el sótano del Hotel King David, centro neurálgico de la administración del Mandato Británico.

Minutos después, a las 12:37 p.m., dos explosiones masivas devastaron el ala sur, derrumbando pisos y matando a 91 personas (41 árabes, 28 británicos y 17 judíos, entre otros), y dejando unos 45 heridos.

Según Irgún, el objetivo era dañar la capacidad administrativa británica y destruir archivos.
El atentado desató una intensa condena a nivel local e internacional.

“(Hubo) pocos crímenes peores que los perpetrados por el Irgún Zvai Leumi el 22 de julio”, escribió el general Sir Alan Cunningham, alto comisionado de Palestina.

El general Sir Evelyn Barker, comandante británico en Palestina, prometió una respuesta contundente: “Castigaremos a los judíos de la forma en que más lo detestan: afectando sus bolsillos”.

También hubo condenas dentro del liderazgo judío.

David Ben-Gurión, futuro primer ministro y jefe de la Agencia Judía, calificó la explosión de intolerable y sostuvo que la clandestinidad judía no debía recurrir a esa violencia. Posteriormente rompió vínculos con las facciones militantes.

La construcción del Estado a costa de vidas humanas

Desde King David hasta Deir Yassin y el asesinato de Bernadotte, estos episodios revelan una faceta de la historia sionista a menudo eclipsada: el uso deliberado del terror como instrumento político.

Mientras algunos historiadores creen que estas tácticas aceleraron la retirada británica, otros argumentan que el costo en sangre y en legitimidad moral fue enorme.

Ideólogos sionistas como Begin y Yitzhak Shamir defendían que “el terrorismo es un medio de combate”, carente de escrutinio moral. Publicaciones de Lehi de la época incluso invocaban ideas de una “raza judía superior”, una señal inquietante de radicalización.

Mientras tanto, instituciones judías tradicionales—como Haganá, la Agencia Judía y líderes como Ben-Gurión—condenaban públicamente esa violencia, temiendo sus efectos sobre la legitimidad del proyecto judío y el respaldo internacional.

Pero en privado, Haganá cooperó con Irgún y Lehi durante campañas coordinadas como el Movimiento de Resistencia Judía entre 1945 y 1946.

Otras tácticas, mismo trasfondo ideológico

Casi ocho décadas después de que militantes del Irgún detonaran bombas bajo el Hotel King David, una nueva generación de extremistas sionistas—esta vez, colonos—sigue recurriendo a la violencia para imponer su dominio político.

Las tácticas pueden haber cambiado, pero el trasfondo ideológico resulta inquietantemente familiar.

En la Cisjordania ocupada por Israel, decenas de colonos armados—muchos alineados con grupos nacional-religiosos de ultraderecha—irrumpieron en una base militar israelí, vandalizaron vehículos, incendiaron instalaciones y atacaron a soldados. Pintaron grafitis en propiedad militar.

La provocación ocurrió después de que el ejército israelí arrestara a cinco colonos por una redada anterior que dejó tres palestinos muertos en Kfar Malik, donde los colonos dispararon y quemaron viviendas.

Incluso Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad de extrema derecha y defensor habitual de la violencia colona, emitió una atípica reprimenda: “Atacar a soldados de las FDI... es una línea roja”. 

Pero los críticos señalan que su retórica ha envalentonado a estos grupos de “terroristas judíos”, como los llamó el líder opositor Yair Lapid en la Radio del Ejército israelí: “Son terroristas judíos, bandas de criminales, que se sienten respaldados por la coalición gobernante”.

Los blancos han cambiado—de funcionarios británicos a palestinos, y ahora incluso al propio estado israelí—pero la violencia ideológica enraizada en los primeros movimientos sionistas sigue viva.

Hoy, los colonos radicales —muchos nacidos del mismo sionismo que produjo al Irgún— actúan con una impunidad mesiánica: queman viviendas, aterrorizan aldeas y enfrentan a su propio ejército cuando este intenta hacer cumplir la ley.

Recuperar la memoria

Hoy, una placa en el Hotel King David conmemora el atentado. Allí presentan el acto del Irgún como estratégico, aunque lamentable por la pérdida de vidas.

Desde las ruinas humeantes del Hotel King David hasta los barrios arrasados de Gaza en 2025, y ahora las colinas sin ley de Cisjordania ocupada, un hilo conecta estos episodios violentos: una ideología que recurre a la fuerza cuando su poder es desafiado, y que con demasiada frecuencia escapa a la rendición de cuentas.

Lo que comenzó con bombas del Irgún y asesinatos de Lehi, alguna vez considerados tácticas transitorias de guerra, ha evolucionado hacia una cultura sistémica de violencia colona, agresión militar y justificación política.

El modelo sionista temprano de terror, nacido en las sombras del Mandato Británico, se ha convertido en una política de estado normalizada—sea mediante el ataque a civiles en Gaza, la destrucción de campamentos de refugiados, o el armamento de colonos radicales que ahora desafían incluso a soldados israelíes.

Y aunque las armas han cambiado—de tarros de leche llenos de explosivos a misiles suministrados por Estados Unidos—las víctimas siguen siendo muy similares: civiles, trabajadores humanitarios, niños, e incluso soldados israelíes atrapados en el fuego cruzado del extremismo colono.

El mundo puede recordar el atentado contra el Hotel King David como un punto de inflexión en la insurgencia anticolonial.

Pero en realidad, fue algo muy distinto: el prototipo de una doctrina de terror que, décadas después, aún dicta los términos de la violencia, la ocupación y la impunidad en la tierra entre el río y el mar.


FUENTE:TRT Español y agencias
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