Thomas Barrack, el enviado del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó a Beirut a principios de este mes con un mensaje categórico para el liderazgo político libanés: desarmar por completo a Hezbolá a cambio de la retirada de las tropas israelíes del sur del país.
Barrack, embajador en Türkiye y enviado especial para Siria, afirmó que la respuesta del presidente libanés, Joseph Aoun, fue tan positiva que lo dejó “increíblemente satisfecho”.
El gobierno libanés entregó a Barrack una respuesta de siete páginas, y el diplomático afirmó que tanto los gobiernos de EE.UU. como de Líbano están comprometidos a “lograr una solución”.
Agobiado por una crisis económica que ya dura seis años, el actual gobierno libanés es el primero en la historia del país en mostrar una intención genuina de desarmar a Hezbolá, el grupo respaldado por Irán que actúa simultáneamente como partido político y milicia no estatal.
Este posible paso podría allanar el camino para recibir ayuda estadounidense e inversiones extranjeras en una nación de 5,7 millones de habitantes sumida en una crisis profunda.
Con respaldo de Arabia Saudita, la propuesta estadounidense exige el desarme total de Hezbolá “en un plazo de cuatro meses”.
Hezbolá se niega a desarmarse mientras las fuerzas israelíes permanezcan en el sur del Líbano y continúen los ataques. Su líder, Naim Qassem, declaró en Beirut el 6 de julio: “No se nos puede pedir que bajemos la guardia o entreguemos las armas mientras [la] agresión israelí continúa”.
La influencia política de Hezbolá, aunque disminuida desde octubre de 2023, sigue siendo un obstáculo importante para su desarme, según Tuba Yildiz, académica y analista del Oriente Medio.
“Como el poder político y militar de Hezbolá están profundamente entrelazados, el grupo intenta ganar todo el tiempo posible para preservar su legitimidad y evitar el desarme”, declaró a TRT World.
Para el gobierno libanés, la prioridad en este tema sigue siendo la retirada total de Israel del territorio libanés, añadió.
Hezbolá también señala el aumento de tensiones en la frontera con Siria como otro factor de preocupación para su seguridad.
“Mientras Israel no se retire del Líbano, el tema del desarme entre el gobierno y Hezbolá seguirá sin resolverse”, afirma Yildiz.
El gobierno libanés no permitirá que Israel se presente como el único vencedor en esta disputa, sobre todo porque el ejército libanés sigue siendo “muy débil”, advierte la experta.
No está claro si la visita de Barrack y la respuesta del Estado libanés tuvieron algún efecto en la reunión entre Trump y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el 7 de julio en Washington.
Los orígenes de Hezbolá
Hezbolá fue fundado en 1982 durante la guerra civil libanesa como un movimiento de resistencia respaldado por Irán contra la ocupación israelí del sur del Líbano. Con el tiempo, amplió su rol al apoyar la causa palestina, brindar apoyo militar a Hamás y consolidar un poder político y militar considerable dentro de la comunidad chiita.
Aunque Estados Unidos lo califica como organización terrorista, Hezbolá está profundamente integrado en el sistema político libanés. En alianza con el Movimiento Amal, controla gran parte de los 27 escaños chiitas en el Parlamento libanés (de un total de 128), con el respaldo de figuras influyentes como Nabih Berri, presidente del Parlamento.
El sistema político libanés funciona bajo un modelo de reparto confesional, garantizando representación proporcional a las principales comunidades religiosas del país: sunnitas, chiitas y cristianos.
El alto el fuego que nunca fue
Analistas sitúan la propuesta estadounidense en el contexto del frágil alto el fuego firmado en noviembre de 2024, tras una devastadora guerra entre Israel y Hezbolá que estalló en septiembre del mismo año.
El conflicto comenzó cuando Hezbolá lanzó ataques “en solidaridad” con Hamás, lo que desató una guerra que dejó más de 4.000 muertos y casi 1,4 millones de desplazados en Líbano, según el Ministerio de Salud libanés.
Pese al alto el fuego, Israel ha continuado con bombardeos aéreos e incursiones terrestres en el sur del Líbano, alegando que solo ataca infraestructura militar de Hezbolá.
Yildiz destaca que el ejército libanés, debilitado por años de crisis económica, no tiene capacidad para hacer cumplir el desarme de Hezbolá por sí solo. El gobierno teme que ceder ante Israel implique una derrota unilateral en este pulso geopolítico.
Ryan Bohl, analista senior de Oriente Medio en RANE Network, ofrece una visión complementaria. Asegura a TRT World que el deseo del gobierno libanés de ver desarmado a Hezbolá es “genuino”, ya que el grupo ha sido una fuente constante de inestabilidad durante décadas.
El desarme, según él, podría abrir la puerta a inversiones del Golfo y estabilizar una economía que ha perdido casi el 40% de su tamaño desde 2019. Sin embargo, la histórica dependencia del gobierno libanés de la influencia política y social de Hezbolá para mantener el equilibrio interno complica esta aspiración.
El debilitamiento de Irán
La pérdida de influencia regional de Irán, sobre todo tras su conflicto de 12 días con Israel en 2025, ha debilitado a Hezbolá.
Aunque los lazos con Teherán siguen activos, el enfoque iraní en su seguridad interna ha dejado más expuesto al grupo libanés, dice Yildiz.
Si Israel logra su objetivo de un cambio de régimen en Irán, eso podría “debilitar significativamente” la capacidad militar de Hezbolá y, a largo plazo, forzar su transformación en un actor político sin brazo armado, añade.
Bohl coincide y afirma que esta pérdida de respaldo ha hecho que Hezbolá se muestre más abierto, aunque a regañadientes, a discutir su desarme.
“La relativa decadencia de Irán y su falta de intervención directa para proteger a Hezbolá durante la guerra de 2024 explican por qué ahora están más dispuestos a dialogar”, sostiene.
Desencantados con la pasividad iraní, muchos simpatizantes de Hezbolá exigen que el grupo se redefina como un movimiento nacionalista libanés más que como un peón regional de Irán.
“Se puede argumentar que Hezbolá ya no necesita el mismo tipo de armamento si deja de actuar como barrera disuasiva para Irán”, explica Bohl.
Sin embargo, advierte que un desarme total sigue siendo improbable a corto plazo, ya que el grupo intenta adaptarse a la interrupción de sus cadenas de suministro y a la pérdida de acceso a armas sofisticadas.
Los Acuerdos de Abraham y la propuesta de Israel
Un elemento clave de la propuesta de EE.UU. vincula el desarme de Hezbolá con la retirada israelí de cinco puestos militares en el sur del Líbano, con el objetivo más amplio de integrar al país en los Acuerdos de Abraham.
Yildiz, no obstante, se muestra escéptica.
“Hay diferencias políticas profundas entre Líbano y los países que firmaron los Acuerdos de Abraham con Israel”, afirma.
“Incluso si Hezbolá fuera completamente eliminado militarmente, está claro que Israel no estaría dispuesto a retirarse de la región del río Litani y de cinco zonas fértiles”, asegura, en referencia a territorios aún ocupados por Israel en el sur del Líbano.
La historia de ocupación israelí en el país hace que la adhesión de Beirut a los Acuerdos de Abraham sea “extremadamente difícil, si no imposible”.
Israel invadió Líbano en 1978 y nuevamente en 1982, ocupando el sur hasta que Hezbolá lo obligó a retirarse en el año 2000.
“Si algún día se alcanzara un acuerdo así, Hezbolá perdería su relevancia política e influencia en el Líbano”, dice Yildiz.
El potencial de una nueva crisis interna aumenta si Hezbolá se resiste a desarmarse.
Bohl advierte que podrían surgir “protestas, huelgas o incidentes violentos aislados” si el gobierno presiona demasiado. El objetivo es usar las negociaciones para atraer ayuda internacional sin provocar una nueva espiral de inestabilidad.
“El principal interés de Hezbolá es alargar las conversaciones para ganar tiempo, reconstruirse y recuperar legitimidad tras la guerra con Israel”, concluye.