La historia de Elif Atmaca, una emprendedora de 34 años que renovó el mundo de los juguetes en Türkiye, comenzó con un temblor. Uno de los grandes. Vivía en la ciudad de Izmit cuando en 1999 se desató un terremoto de magnitud 7,6 que, en 37 segundos, causó la muerte de 17.000 personas, dejó a medio millón de vecinos sin casa y transformó a la ciudad en un cuadro del apocalipsis.
Su padre se ocupaba de las tiendas de campaña de los sobrevivientes. Y Elif, que tenía entonces 10 años, descubrió que los niños allí no tenían nada con qué jugar. Su madre, maestra, le dio libertad para pintar las paredes de la tienda y hacer sus propios juguetes con lo que encontraba de una ciudad en ruinas. “Aquel episodio”, recuerda Elif en conversación con TRT Español, “sembró la semilla de mi carrera”.
En 2014 se graduó en diseño industrial en la Universidad Gazi, en Ankara, Türkiye. A su proyecto de graduación lo llamó “Toyi”, un abordaje revolucionario del mundo del juguete con piezas que se moldean con la creatividad de cada uno. Botellas de plástico, envases de cartón, y materiales de descarte que la imaginación de un niño puede convertir en juguetes. Un proyecto destinado a aquellos niños que no tenían acceso a comprarse uno.
“La idea de Toyi vino de observar cómo los niños son naturalmente creativos. Me di cuenta que muchas veces se entusiasman más con las cajas que con el muñeco”, explica Elif. “Esta curiosidad y la habilidad de reimaginar objetos me impactó y sentí que era algo digno de ser alimentado”
Más creatividad y más conciencia ecológica
A diferencia del mercado tradicional del juguete –donde todo está fijo, limitado y las instrucciones de juego no permiten el mínimo desvío–, Elif creó un kit de juegos que son un campo fértil para la imaginación. “Quise crear una forma de juego que no les indicara a los niños cómo jugar, sino que los empoderara para volverse diseñadores de sus propios juguetes”, explica.
Al darles elementos simples y versátiles que pueden combinarse con objetos de descarte de la vía diaria, como latas y cartones, Toyi alienta a los niños no sólo a nutrir su creatividad, sino también a generar conciencia sobre la reutilización de materiales. Y, por si fuera poco, le da la oportunidad a cada uno de concebir su propio juguete, único, irrepetible y suyo.
Una prueba con niños refugiados
Antes de desembarcar con la compañía, puso a prueba sus diseños con 300 niños de diferentes orígenes: desde alumnos de escuela públicas a niños de colegios privados y hasta sirios en un campo de refugiados en Hatay, en el sur de Türkiye.
“Los niños refugiados no hablaban turco y les dejamos los materiales sin ninguna instrucción. Y aún así, ellos empezaron a ensamblarlos y jugar”, recuerda Elif. “Ahí supimos que Toyi funcionaba”.
Un chico creó una serie de robots que, dijo, representaba a su familia. Y el robot más grande ilustraba a su padre, muerto en la guerra. Otro niño construyó un tanque. “Así me protege”, explicó.
“Los niños expresan lo que viven a través de los juguetes”, agrega Elif. “Esa experiencia fue profundamente movilizadora”.
Juguetes para los que no tienen juguetes
En 2017, en el marco de una competencia de Legos, organizada por la Asociación de Héroes de la Ciencia, Elif conoció a Ogeday Ucurum, graduado en idioma chino y literatura en la Universidad de Estambul, su futuro socio en Toyi. Y en poco tiempo, descubrieron que estaban en la misma sintonía.
“La industria del juguete tradicional dirige constantemente a los niños al consumo y a los juguetes prefabricados”, cuenta Elif. “En Toyi, nuestro objetivo es crear una alternativa que permita a los niños desarrollar sus habilidades creativas. Los anime a producir en lugar de consumir y fomente el juego libre. La industria del juguete no tiene en cuenta las necesidades de los niños desfavorecidos”.
Tras fundar Toyi, aplicaron para el Programa ImpactHub, una plataforma de innovación social, y un año más tarde, se asociaron con ATOLYE, una plataforma de innovación interdisciplinaria con sede en Estambul. Descubrieron así que, más que una fábrica, buscaban convertirse en una empresa social.
Gracias al programa de apoyo Imece (una iniciativa turca que fomenta la cooperación comunitaria y proporciona apoyo financiero y técnico para proyectos de desarrollo local) recibieron una subvención de miles de dólares para escalar el emprendimiento.
“En las zonas desfavorecidas, a menudo es imposible proporcionar a los niños los juguetes que desean”, explica Elif. “Por eso, mi objetivo era diseñar algo que les permitiera convertir todo lo que les rodeaba en un juguete. Partiendo de esta idea, desarrollamos Toyi, reconociendo que todos los niños, independientemente de las limitaciones de la vida urbana, las presiones del rendimiento escolar, la orientación de los padres o las limitaciones de la industria del juguete, podrían beneficiarse de este enfoque y producto”.
El emprendimiento ya ganó varios reconocimientos en el mundo del juguete, como una propuesta novedosa y sostenible de reciclar plásticos y de ampliar la creatividad en los niños. Y hoy Toyi exporta a más de 18 países.
Toyi en las escuelas
En su misión por hacer llegar juguetes a todo el mundo sin distinción, los creadores de Toyi colaboran regularmente con escuelas primarias de Türkiye. Su objetivo: capacitar a los niños para que puedan crear sus propios juguetes más allá de que haya o no dinero en casa para comprarlos. En febrero de 2023, cuando sucedió el terremoto de Hatay y Kahramanmaras en Türkiye, organizaron actividades para niños en campamentos de refugiados, para ayudarlos a jugar aún en medio del dolor y la devastación.
“Nuestros talleres son eventos interactivos en los que padres e hijos se reúnen para crear juguetes con diversos materiales, muchos de los cuales son reutilizados y respetuosos con el medio ambiente”, narra Elif. “A través de estas sesiones, las familias no solo juegan, sino que también aprenden el valor de la sostenibilidad al transformar objetos cotidianos en creaciones imaginativas. Hacemos hincapié en el uso de materiales reciclados y ecológicos, animando a los participantes a ver los residuos como un recurso en lugar de basura desechable”.
Por eso, el objetivo de Toyi, más que vender juguetes, es alentar a los niños a observar los objetos cotidianos desde una perspectiva nueva: una botella no es solo una botella; puede ser una nave, un coche o parte de un robot. En la imaginación de un niño, la vida es un gran tablero de juegos.
En uno de esos eventos, un niño se acercó a Elif con una botella vacía para advertirle: “Perdón, pero mi amiga se fue y se olvidó aquí su robot”. “Fue un momento inolvidable para nosotros”, recuerda Elif. “Pues para el niño esa simple botella a través del juego ya se había transformado en un robot. Esta pequeña interacción fue increíblemente inspiradora para nosotros porque reflejaba el cambio de mentalidad que siempre soñamos lograr”.
En la actualidad, mientras Toyi se expande y gana terreno en el inconsciente colectivo de los niños, que ya no dependen más de juguetes costosos que les dicten cómo jugar, Elif imagina un futuro donde los juguetes sostenibles sean la norma y no la excepción. Juguetes duraderos, reparables y fabricados con materiales ecológicos. En lugar de juguetes de plásticos, descartables, que sigan la moda de turno.
“La industria también debería invertir en iniciativas educativas para enseñar a los niños sobre la sostenibilidad y promover el juego creativo y abierto como alternativa a los juguetes producidos en masa y de un solo uso”, advierte. Porque si queremos un mundo mejor, necesitamos niños que tengan las herramientas suficientes para imaginarlo.
Este artículo fue redactado por Abdul Wakil Cicco y reportado por Mohammad Bashir Aldaher.