En la unidad de cuidados intensivos pediátricos del Hospital Infantil Al-Rantisi, el sonido de las máquinas es más fuerte que el de los niños.
Saif Abu Warda, de seis años, yace inmóvil, con el pecho elevándose únicamente por el respirador artificial al que está conectado. Un tubo de traqueotomía sobresale de su garganta, el estrecho conducto por el que el oxígeno llega a sus pulmones paralizados.
Su padre, Kamal Abu Warda, recuerda la mañana del 27 de julio, cuando sus vidas cambiaron para siempre.
“La fiebre de Saif subió intensamente y, de repente, sus extremidades se aflojaron. No podía mover ni las manos ni los pies”, cuenta con una voz cargada de agotamiento. “Las pruebas revelaron un virus que atacaba su sistema nervioso, causando parálisis y dificultades respiratorias”.
Lo que comenzó como una fiebre se convirtió rápidamente en parálisis flácida aguda, una condición que ahora se propaga entre los 2,3 millones de habitantes de Gaza atrapados bajo el asedio israelí.
El doctor Mohammed Hajjo, jefe de cuidados intensivos en Al-Rantisi, explica que la parálisis flácida aguda suele ser un síntoma del síndrome de Guillain-Barré, en el que el sistema inmunológico ataca los nervios periféricos tras una infección.
“Al principio podía escucharnos, asentir con la cabeza y comunicarse con gestos faciales”, relata Kamal. “Pero su condición empeoró. Una inflamación severa en el cerebro afectó su memoria; ahora apenas recuerda algo”.
Saif es uno del cerca de centenar de casos documentados en los últimos meses, una cifra que los médicos en Gaza no ven como una anomalía, sino como el reflejo del territorio sitiado, los hospitales destruidos y la desnutrición infantil desatada por el bloqueo israelí.
La Organización Mundial de la Salud advierte que el sistema de salud de Gaza está “al borde del colapso”. Solo una fracción de los hospitales y centros de atención primaria aún funciona. Se han registrado cientos de ataques contra instalaciones médicas desde octubre de 2023.
El colapso de la atención médica se suma al colapso de las condiciones de sanidad.
De hecho, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) informa que alrededor del 90% de los sistemas de agua, saneamiento e higiene (WASH, por sus siglas en inglés) de Gaza ha sido destruido o dañado. En junio, el 93% de los hogares reportaron inseguridad hídrica.
El resultado es un entorno donde las infecciones proliferan y se desencadenan síndromes posinfecciosos como el Guillain-Barré. El Ministerio de Salud palestino en el enclave ha reportado hasta ahora tres muertes vinculadas al síndrome.
“Vivimos entre la basura y las aguas residuales”
Kamal, desplazado desde los primeros días de la ofensiva, señala : “Vivimos entre la basura y las aguas residuales. Hemos estado en tiendas de campaña desde que nos desplazaron. La basura llena las calles, las aguas residuales inundan los caminos, y los alimentos enlatados que nos vemos obligados a comer —si es que los conseguimos— dañan más a nuestros hijos de lo que los alimentan”.
En Al-Rantisi, el doctor Mohammed Hajjo ha seguido de cerca el aumento de los casos de parálisis. “Normalmente, este síndrome afecta a un porcentaje muy pequeño de personas en el mundo”, explica a TRT World.
“Estamos viendo un aumento importante en Gaza, con unos 60 casos en adultos y 40 en niños recientemente, superando las tasas anuales normales”, agrega.
El médico relaciona este incremento no solo con infecciones, sino también con la inmunidad debilitada por la desnutrición, el agua contaminada, el deficiente saneamiento y el estrés de la ofensiva y el asedio, todo en línea con las advertencias de la OMS y OCHA.
La crisis de desnutrición, causada por el bloqueo israelí a la entrada de ayuda humanitaria y de alimentos, se ha agudizado drásticamente en 2025.
Casi uno de cada cinco niños menores de cinco años sufre desnutrición en la Ciudad de Gaza. Las tasas de Desnutrición Aguda Global se han triplicado desde junio, convirtiendo a esta ciudad en el área más afectada del enclave.
La OMS reportó un importante aumento de muertes relacionadas con la desnutrición en julio de 2025: 63 de las 74 registradas en lo que va del año se dieron en ese mes, incluidas 24 de niños menores de cinco años. Muchos pacientes llegaron sin vida a los hospitales o murieron poco después, mostrando claros signos de desgaste severo.
La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), respaldada por la ONU, advirtió a finales de julio que la desnutrición aguda se duplicó en Jan Yunis entre mayo y julio.
La desnutrición aguda aumentó un 70% en Deir al-Balah.
La Ciudad de Gaza superó los umbrales de hambruna por desnutrición aguda. Según cifras de UNICEF, más de 5.000 niños fueron diagnosticados con desnutrición solo en mayo de 2025, lo que representa casi un 50% más que en abril y un 150% por encima de febrero, cuando una breve tregua permitió la entrada de mayor cantidad de ayuda.
Así, el panorama aprieta en las salas de hospital.
Médicos Sin Fronteras (MSF) describe una situación de “hambruna masiva”. Entre el 7 de junio y el 24 de julio de 2025, dos clínicas de MSF cerca de los centros de distribución de alimentos gestionados por la polémica Fundación Humanitaria de Gaza recibieron 1.380 heridos, 28 cuerpos y 174 víctimas de disparos.
Se agota el tiempo para las familia
Desde el primer día, Kamal ha estado intentando conseguir una remisión al extranjero para su hijo, pero sigue atrapado. “Mi hijo necesita una resonancia magnética para un diagnóstico preciso”, afirma. “Cada día que pasa empeora su condición. Temo perderlo, como perdí a mi otro hijo en un accidente de coche meses antes de la ofensiva”.
Para pacientes como Saif, los tratamientos esenciales contra el síndrome de Guillain-Barré ya no existen en Gaza.
“Tratamientos como la inmunoglobulina intravenosa (IVIG) y el plasma necesarios para los procedimientos de recambio no están disponibles. Las herramientas de diagnóstico, incluidas las máquinas de resonancia magnética, fueron destruidas por los bombardeos”, explica el doctor Hajjo.
La evolución es brutal. La parálisis suele comenzar en las piernas, ascender hasta el pecho y afectar la respiración, de modo que solo la asistencia mecánica mantiene con vida al niño. A nivel mundial, entre un 7% y un 8% de estos casos muere en un plazo de seis meses. En Gaza, las probabilidades son peores.
Otras familias comparten el mismo destino.
En otra cama de cuidados intensivos, Lara, de ocho años, colapsó repentinamente cuando se dirigía al baño; dos meses después, yace paralizada, mientras su madre viuda la atiende al tiempo que cuida de otros cuatro hijos, incluido un pequeño con atrofia cerebral.
“No quiero llevarla a casa sin poder moverse”, dice a TRT World. “Quiero que vuelva a ser como antes, que juegue con sus amigos y hermanos”.
Ni siquiera los adultos jóvenes se salvan.
Ghassan Al-Jayeh, de 28 años, padre de familia cuya esposa está embarazada, pasó de sentir hormigueo en sus manos y pies a una parálisis casi completa en cuatro días.
“Caí al suelo, incapaz de mover mi cuerpo”, cuenta a TRT World. “En cuatro días desarrollé una parálisis casi total; solo me queda un leve movimiento en el cuello”, añade entre respiraciones dificultosas. Tras 15 días en el hospital, afirma: “Las capacidades son limitadas, los medicamentos casi inexistentes y no hay un diagnóstico preciso”.
“Todos nuestros diagnósticos se basan en la exploración clínica”, señala el doctor Hajjo. Incluso el combustible para los ventiladores escasea.
Para Kamal, la espera es en sí misma otro tipo de parálisis.
“Me permiten visitarlo solo 30 minutos al día”, dice, de pie frente a la unidad de cuidados intensivos. “El resto del tiempo lo paso esperando que abran la puerta, esperando verlo respirar, esperando que regrese a mí”.
Este reportaje fue publicado en colaboración con Egab.
