“El espíritu permanece”: un hombre turco de 94 años reflexiona sobre el Hajj, antes y ahora
CULTURA
5 min de lectura
“El espíritu permanece”: un hombre turco de 94 años reflexiona sobre el Hajj, antes y ahoraEl exministro Hasan Aksay recuerda su peregrinación en los años 60, relatando una vida de devoción, fraternidad y encuentros extraordinarios, incluidos sus lazos con el rey Faisal.
“Ya duermas sobre la arena o bajo el aire acondicionado, si tu corazón es sincero, el Hajj te transforma”. / Reuters
5 de junio de 2025

Cada año, millones de musulmanes de todo el mundo acuden a La Meca en una atmósfera cargada de devoción, humildad y un profundo sentido sagrado. Llegan desde todos los continentes —jóvenes y mayores, ricos y pobres— unidos por la fe para cumplir una de las obligaciones más importantes del islam: la peregrinación del Hajj.

El Hajj, un viaje de transformación espiritual, es uno de los cinco pilares del islam, junto con la declaración de fe (shahada), la oración diaria (salat), el ayuno durante Ramadán (sawm) y la limosna (zakat). Para los musulmanes que tienen los medios físicos y financieros, realizar el Hajj al menos una vez en la vida no es solo recomendable, sino obligatorio.

Entre quienes han realizado esta peregrinación, pocos pueden hablar con la profundidad histórica de Hasan Aksay, exministro turco que hoy tiene 94 años. En una entrevista exclusiva con TRT World, Aksay recuerda su primera peregrinación a principios de los años 60, poco después de ingresar al Parlamento.

“No había hoteles, ni grupos turísticos, ni lujos. Nos quedamos en el apartamento de un dentista turco en La Meca —seis personas apretadas en ese espacio humilde”, relata. “Pero lo que nos faltaba en comodidades, lo compensábamos con hermandad”.

En aquella época, el Hajj solía ser el acto final de una vida piadosa, emprendido por los mayores tras años de ahorro. Las carreteras no estaban pavimentadas, el saneamiento era rudimentario y las comodidades eran mínimas o inexistentes. Pero para Aksay, esa misma dificultad era lo que santificaba la experiencia.

“Ya duermas sobre la arena o bajo el aire acondicionado, si tu corazón es sincero, el Hajj te transforma. La Kaaba no se fija en tu estatus. Te toca el alma”.

“No fuimos por comodidad, sino por purificación”

El Hajj no es solo una prueba física: es un viaje del alma, un ritual de humildad y entrega transmitido a lo largo de los siglos.

“No fuimos por comodidad, sino por purificación. Allí, ya no eres parlamentario, ni empresario, ni campesino. Eres un siervo de Dios, nada más. Nadie pregunta tu nombre; ven tu corazón”.

Recuerda con especial claridad un momento: bajo el sol abrasador de Arafat, empapado de sudor y mareado por el calor, un desconocido le ofreció un inesperado alivio.

“Un alto jefe tribal africano, que estaba cerca, tomó el paraguas que sostenían para él —y él mismo lo sostuvo sobre mi cabeza durante dos horas. Traté de rechazarlo, pero insistió. Ese es el espíritu del Hajj: una fraternidad silenciosa. De la que no se encuentra en la política ni en los negocios, solo en los lugares donde muere el ego y comienza la adoración”.

La voz del exministro se vuelve suave, casi reverente. 

“Incluso ahora, décadas después, recuerdo el sonido del adán (llamado a la oración) resonando en los valles del desierto. El Hajj es un llamado, no solo a la oración, sino a la unidad, a la justicia, a la conciencia”.

RelacionadoTRT Global - De Estambul a Arafat: lo que me acompaña al Hajj

“El Hajj es el ayuno del alma”


Años más tarde, Aksay regresó a La Meca, esta vez por invitación del rey Faisal de Arabia Saudí, un monarca piadoso cuya relación con Türkiye estuvo marcada por el respeto y los valores compartidos.

“El rey Faisal era un musulmán devoto, no solo de título, sino de corazón. Me otorgó una tarjeta especial de visa, una bitaka, válida de por vida. Aún la guardo en mi cajón. Siempre que la mostraba en el aeropuerto, incluso décadas después, me dejaban entrar con reverencia”.

Como invitado del rey, Aksay se alojó en tiendas con aire acondicionado, viajó en grupos organizados y fue hospedado junto a otros dignatarios. Sin embargo, insiste en que la esencia del Hajj permaneció intacta.

El momento preciso del Hajj se anuncia cada año por la Corte Suprema de Arabia Saudí, guiada por el calendario lunar.

Al llegar, los peregrinos entran en un estado de pureza ritual conocido como ihram. Los hombres visten sencillas vestimentas blancas sin costuras, que simbolizan el desprendimiento del estatus y las preocupaciones materiales.

En los últimos cuatro días de la peregrinación se completan una serie de ritos simbólicos: la permanencia en oración en Arafat, la lapidación de las columnas en Mina y el rasurado o corte del cabello como señal de renovación espiritual.

El 9 de Dhul-Hiyyah, los peregrinos se congregan en la llanura de Arafat, el punto culminante espiritual del Hajj. También realizan el tawaf, que consiste en circunvalar siete veces en sentido contrario a las agujas del reloj la Kaaba —el cubo cubierto de negro en el centro de la Gran Mezquita—. Este acto simboliza la unidad de la ummah musulmana global y la centralidad espiritual de La Meca.

El 10 de Dhul-Hiyyah se celebra el Eid al-Adha, o “Fiesta del Sacrificio”, que conmemora la disposición del profeta Ibrahim a sacrificar a su hijo Ismail en obediencia a Dios. La festividad se marca con oraciones comunitarias, comidas compartidas y el sacrificio ritual de animales, como recordatorio de la fe, la entrega y la generosidad.

Hoy en día, cerca de dos millones de peregrinos visitan La Meca. Trenes de alta velocidad conectan los sitios sagrados; rascacielos se alzan sobre la Gran Mezquita; y sistemas de vigilancia en tiempo real monitorean el flujo de personas.

Para veteranos como Aksay, la santidad de la experiencia sigue intacta. “Ramadán es el ayuno del cuerpo. El Hajj es el ayuno del alma. Allí se mata el ego y uno vuelve renacido”, dice Aksay.

Mientras el sol se pone sobre La Meca y los peregrinos se acomodan en sus tiendas, los ecos de quienes vinieron antes —como Aksay— aún flotan en el aire del desierto. Cada paso es más que un acto de fe personal; es parte de una proclamación compartida y atemporal.

El Hajj perdura como siempre lo ha hecho: un profundo testimonio del anhelo humano por lo Divino, que une corazones más allá de las fronteras, los idiomas y las generaciones.

RelacionadoTRT Global - ¿Muhammad o Mahoma? Prejuicios y distorsión detrás de cómo llamamos al profeta del islam
FUENTE:TRT Español
Echa un vistazo a TRT Global. ¡Comparte tu opinión!
Contact us