Buenos Aires, Argentina — “Con mucha tristeza, les comparto que (nuestro restaurante) Franca cierra sus puertas. No ha sido una decisión fácil. Es el resultado de una realidad económica que nos toca profundamente”. Con ese mensaje, el chef Julio Báez anunció la decisión de clausurar su popular parrilla, recomendada por la guía Michelín, en Buenos Aires. Al igual que Franca, decenas de establecimientos gastronómicos de Argentina cerraron en el último año, golpeados por la caída del consumo, la retracción del turismo internacional y el cambio de hábitos, según diarios locales.
Aunque el Gobierno de Javier Milei logró reducir la inflación, el incremento de precios registrado en los primeros meses de 2024, combinado con la caída del empleo y el descenso del turismo externo produjeron una merma del consumo. El impacto se siente en restaurantes y bares de las principales ciudades, incluida la capital, que alguna vez fue famosa por su vida nocturna y atractivo gastronómico. Pero hoy apaga las luces más temprano.
Según una encuesta de la consultora Kantar Insights, el 76% de los argentinos redujo las salidas a comer afuera. La gran mayoría abandonó el hábito por el “alto costo”. Un reporte de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés, precisó que desde marzo el consumo cayó 20%, aunque en los restaurantes de gama intermedia y alta la cifra es mayor y alcanza el 40%.
Julián Díaz, propietario del restaurante Los Galgos, la pizzería Roma y el bar La Fuerza vio afectada su facturación y debió desplegar nuevas estrategias para atraer clientes. “Es un año muy negativo para todo el sector”, confiesa. “No hay un panorama de mejora. La única ventaja es que ingresa más maquinaria y tecnología”, dice en referencia a la apertura de importaciones. “Pero si el negocio está en negativo, no es momento para invertir”, asegura Díaz a TRT Español .
Menos turistas y menos consumo
La apreciación del peso argentino frente al dólar ha encarecido al país para el turismo extranjero. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en el primer semestre de 2025, el turismo disminuyó 23,9% frente al mismo período de 2024. En paralelo, se observaron cifras récord de argentinos viajando al exterior: 7,3 millones de argentinos ya lo hicieron en lo que va del año. La cifra más alta desde 2016, según datos oficiales. Y esta tendencia impacta en el consumo interno.
A ese combo se suman los incrementos de las tarifas de servicios como luz, agua, gas, el encarecimiento de las materias primas y alquileres, y la caída de las ventas por efectos de la contracción económica.
En ese escenario, muchos restaurantes, bares y cafeterías lucen con baja ocupación y en algunos horarios están vacíos. Otros han cerrado, como ocurrió con Franca: “Abrimos de día, de noche, redujimos el equipo con todo el dolor del mundo, bajamos los precios”, detalló Báez en sus redes sociales. Nada de eso fue suficiente para evitar el cierre: “Los restaurantes no son ajenos a los mismos problemas que tenemos en la economía doméstica”.
En los últimos meses, al menos una decena de clásicas cafeterías, fondas italianas, restaurantes de comida vietnamita, española o especializados en carnes han bajado las persianas. Una de ellas es Sál, que ofrecía cocina nórdica y también cosechaba dos menciones en la guía Michelín.
En cambio, se sostienen en pie las grandes cadenas de hamburguesas, pizzerías y café. A pesar de la retracción y la baja del consumo, tienen más recursos para sobrellevar el temporal.
Estrategias para subsistir mes a mes
“La clientela cayó mucho, el último semestre fue muy complicado”, dice a TRT Español Jorge Sábato, responsable de Pista Urbana, un restaurante y club de música ubicado en el corazón histórico de Buenos Aires. Asegura que los costos son elevados y se dificulta proyectar e invertir en un contexto incierto en el que “es difícil saber qué pasará en el futuro inmediato, es una cuestión del mes a mes”.
La imagen de la capital argentina con su gastronomía golpeada contrasta con la situación del sector hace apenas dos años, cuando en medio de la crisis económica los restaurantes se encontraban desbordados y era prácticamente imposible salir a comer sin reserva previa, a pesar de que la inflación era del 200% anual.
“En Argentina no hay un año igual a otro”, argumenta Díaz al respecto, y afirma que los clientes están inconformes con los precios altos, los mozos preocupados por los sueldos bajos y los dueños alarmados por la caída de la facturación. “En la ecuación nadie gana”, comenta, y pronostica que el 2025 concluirá con “menos locales y menos fuentes de trabajo”.
Sábato agrega que muchos establecimientos debieron reconvertirse para ampliar la oferta y llegar a mayor cantidad de público, aunque afirma que muchos colegas despidieron empleados o cerraron sus puertas. “En muchos restaurantes de Buenos Aires se gasta más que en Madrid, pero en una situación de retracción de la economía y mucha gente que perdió el empleo”, describe.
Para Díaz, “los precios son un delirio”. “Son los más altos en dólares, pero los salarios son los más bajos”, señala. “Le estamos buscando la vuelta para sobrevivir”, asegura.
Muchos gastronómicos desplegaron estrategias para amortiguar el impacto, como promociones en horarios específicos, descuentos con tarjetas y bancos, pago en efectivo y billeteras virtuales y la ampliación del servicio de delivery. “Muchos clientes piden comida a la casa porque así gastan menos dinero”, explica Díaz.
Caída hasta del 30% en propinas y más despidos
Adrián, mozo de un restaurante con precios accesibles, comenta que en el último tiempo registraron una caída del 20 al 30% en las propinas, fundamentales para los camareros, un rubro donde los salarios no suelen ser elevados y ese plus permite compensar.
Los despidos en el sector se han convertido en moneda corriente, explica Dante Camaño, secretario general de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de Buenos Aires, quien afirma que han cerrado muchos negocios en el último año. “Argentina es carísima, hay mucha oferta y no hay consumo. No puede ser que una pizza cueste 30 dólares y en Nueva York se consiga por 15. En Brasil, una familia puede cenar por 20 dólares. Nosotros no tenemos esos precios”, compara.
El sindicalista argumenta también que en los últimos años ciudades como Buenos Aires sufrieron grandes cambios de hábitos sociales y que en el presente “la gente ya no sale tanto al teatro ni tiene tanta vida nocturna como en otras épocas”. “Recuperarse va a costar, yo ya viví otras crisis, este país tiene mucha riqueza y vamos a salir de esta situación”, dice Camaño. “Ojalá sea la última crisis y no volvamos a caer”.
“Hay que mantener el optimismo”
Mientras tanto, el centro porteño, reconocido por su oferta cultural y gastronómica, luce por las noches semivacío. Con incertidumbre aunque sin resignación, los empresarios buscan resistir en un rubro fundamental para preservar la identidad urbana.
“Anhelo que la situación mejore”, afirma Sábato. Para Díaz, es esencial “mantener el optimismo y pensar cómo salir adelante desde la realidad de cada negocio”. “Estamos enfrentando una crisis económica y social, pero tarde o temprano esta situación se va a terminar”, dice Díaz con esperanza. “Los gastronómicos, por definición, somos sobrevivientes”.