En Estados Unidos, la política migratoria está adoptando un tono cada vez más agresivo, con redadas en espacios públicos, restricciones al acceso a servicios básicos y una retórica oficial que intensifica el miedo en comunidades enteras. En medio de este endurecimiento, un nuevo incidente en California ha puesto rostro humano a esa ofensiva: trabajadores de una clínica quirúrgica impidieron físicamente que agentes federales arrestaran a un migrante hondureño dentro de sus instalaciones, un acto de resistencia que ha reavivado la polémica en torno a los límites del poder de ICE y la criminalización de la migración.
El incidente ocurrió en el Ontario Advanced Surgery Center, a unos 55 kilómetros al este de Los Ángeles. Un hombre de 30 años, originario de Honduras, ingresó al centro médico buscando refugio mientras agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) intentaban arrestarlo. En un video ampliamente compartido en redes sociales, varios trabajadores de la salud —aún con sus batas médicas puestas— confrontan físicamente a los agentes. Uno de ellos bloquea con el cuerpo a un oficial con chaleco antibalas, mientras el migrante, visiblemente angustiado, intenta mantenerse a salvo.
“Quítale las manos de encima. Ni siquiera tienes una orden judicial”, se escucha decir con firmeza a uno de los empleados. “Déjalo ir. Tienen que salir de aquí”.
Horas después, el Departamento de Seguridad Nacional confirmó la operación, alegando que los agentes intentaban detener a dos personas en situación migratoria irregular. Según la agencia, el hondureño corrió hacia el interior de la clínica para evitar ser arrestado, y acusaron al personal médico de obstrucción y de agredir a los oficiales durante el operativo.
Hasta el momento, la clínica no ha emitido ninguna declaración pública, y se desconoce el paradero del migrante detenido.
Javier Hernández, director ejecutivo de la Inland Coalition for Immigrant Justice, aseguró que el hombre arrestado trabajaba para pagar el tratamiento de diálisis de su madre en Honduras. También cuestionó la versión oficial de ICE de que se trataba de una operación dirigida, señalando que los agentes interrogaron a otros dos trabajadores hasta confirmar que uno era ciudadano estadounidense y el otro residente permanente.
Hernández defendió la actuación del personal médico. “Cada vez hay más videos como este”, afirmó. “Se está volviendo más difícil... porque las tácticas están siendo más violentas”. También calificó de “valientes” a los empleados por exigir una orden judicial y por intervenir en defensa del paciente.
Nueva ofensiva contra migrantes en espacios públicos
El incidente en Ontario no es aislado. Forma parte de un giro más agresivo en los métodos de detención de ICE, que ha comenzado a realizar arrestos en espacios tradicionalmente considerados seguros, como tribunales, hogares, lugares de trabajo e incluso propiedades religiosas.
Recientemente, tras varias detenciones en terrenos de parroquias, el obispo de San Bernardino emitió una dispensa para que los feligreses pudieran ausentarse de misa por temor a redadas. Esta misma semana, oficiales de ICE fueron grabados deteniendo a una persona frente a un tribunal migratorio en San Francisco, mientras manifestantes intentaban impedir la acción subiéndose al capó de un vehículo oficial. El automóvil se retiró bruscamente tras desprenderse del último manifestante.
Excluidos de servicios públicos
Al mismo tiempo, el gobierno federal ha avanzado en un paquete de medidas que restringen aún más el acceso de los inmigrantes a servicios esenciales. El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) anunció una ampliación significativa de su definición de “beneficios públicos federales”, sumando 13 nuevas categorías y elevando el total a 44.
Entre los programas ahora restringidos se encuentran Head Start (educación preescolar), tratamientos contra adicciones, planificación familiar bajo el Título X, subvenciones para personal sanitario, y asistencia para personas sin hogar.
“Durante demasiado tiempo, el gobierno ha desviado los impuestos de los estadounidenses trabajadores para incentivar la inmigración ilegal”, declaró el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., al justificar las nuevas restricciones.
Aunque la administración asegura que las medidas van dirigidas a inmigrantes sin estatus legal, organizaciones y defensores advierten que su impacto se extiende también a residentes legales y migrantes con documentación en regla.
Bajo la ley de Reforma del Bienestar de 1996, la mayoría de los inmigrantes ya estaba excluida de programas como Medicaid o Seguridad Social. No obstante, aún podían acceder a iniciativas comunitarias como Head Start o centros de salud locales, que ahora han sido reclasificados como beneficios federales.
Un portavoz de la Administración para Niños y Familias indicó que la elegibilidad para Head Start dependerá del estatus migratorio del menor. Esta exigencia de documentación podría generar miedo y confusión entre las familias, advirtió Yasmina Vinci, directora ejecutiva de la Asociación Nacional de Head Start. “Esta decisión socava el compromiso fundamental del país con sus niños y desconoce décadas de evidencia que muestran que Head Start es esencial para nuestro futuro colectivo”, señaló.
Desde su creación en los años sesenta, Head Start ha operado en todos los estados del país, brindando educación preescolar, atención infantil y apoyo al desarrollo a familias en situación de pobreza o sin hogar. La redefinición de estos programas también afectará a centros de salud comunitarios que ofrecen servicios vitales como tratamientos contra el cáncer o el control de enfermedades crónicas, según explicó Shelby Gonzales, del Center on Budget and Policy Priorities.
Por su parte, el Departamento de Educación anunció que estudiantes indocumentados ya no podrán acceder a programas técnicos ni a cursos de educación para adultos, y exigió a los beneficiarios de subvenciones federales que verifiquen el estatus migratorio de quienes atienden.
Augustus Mays, vicepresidente de EdTrust, organización que promueve la equidad educativa, fue tajante: “Estas decisiones no ocurren en el vacío”, afirmó. “Se basan en una estrategia que utiliza el miedo para despojar de derechos y oportunidades a comunidades enteras”.
Un clima de temor que se extiende
En medio de redadas cada vez más agresivas, exclusiones normativas y un discurso oficial que alimenta el temor en las comunidades migrantes, estas medidas consolidan un enfoque represivo que golpea no solo a personas sin documentos, sino también a familias enteras que llevan años construyendo su vida en Estados Unidos.
Defensores de derechos humanos y organizaciones comunitarias continúan denunciando la criminalización de la migración y el debilitamiento de las redes de protección social, mientras documentan los efectos inmediatos sobre la salud, la educación y la seguridad de millones de personas.