Suleiman Zarea, de 66 años, estaba sentado en las áridas afueras de Jan Yunis, sur de Gaza, cuando irrumpió la noticia: Estados Unidos había mediado para lograr un alto el fuego entre Israel e Irán.
Rodeado de su esposa, hijos y nietos, golpeó una mano contra la otra en señal de frustración, como quien despide una fugaz esperanza: la posibilidad de una tregua más amplia que, al fin, incluyera a Gaza.
No fue así. Mientras el presidente de EE.UU., Donald Trump, anunciaba este lunes el fin de las hostilidades entre las dos potencias regionales, el genocidio en Gaza seguía su curso, implacable y sin ser reconocido como tal.
Desplazado de su hogar 40 días antes , Zarea vive ahora entre lonas improvisadas en el asentamiento de Al-Mawasi. Con ayuda de su bastón traza líneas rectas sobre la arena. Líneas que, como Gaza y el alto el fuego, "nunca se cruzan", dice.
“A ellos, nuestro destino no les importa”, lamenta dolido. “Puede que la guerra haya terminado entre Israel e Irán, pero aquí, en Gaza, solo se profundiza más. No hay intereses políticos, ni compasión humana por nuestro sufrimiento”.
El inesperado anuncio de Trump, sobre el cese del fuego entre Israel e Irán durante la noche de este lunes, marcó el fin de 12 días de conflicto que habían disparado los temores sobre una guerra regional a gran escala. Mientras buena parte del mundo respiraba aliviado, en Gaza —donde la población lleva más de año y medio sufriendo devastadoras operaciones militares de Israel— el anuncio se recibió en medio de sentimientos encontrados. Para muchos, el acuerdo diplomático no fue más que un amargo recordatorio de la indiferencia global hacia su tragedia.
“Ni siquiera una nota al pie”
Como tantos en el enclave palestino, Zarea creía que Irán —presentado largamente como un firme aliado de las facciones armadas palestinas— exigiría que Gaza fuera incluida en cualquier pacto regional. El hecho de que no lo hiciera dejó una sensación generalizada de abandono.
Durante años, Hamás y otros grupos de Gaza plantearon a Irán como un pilar de apoyo clave, alimentando la esperanza de que un choque directo entre Teherán e Israel pudiera, por fin, poner al enclave en el centro de la diplomacia regional. Hoy, esas esperanzas se han reducido a cenizas.
“Algunos incluso habíamos empezado a prepararnos mentalmente para volver a casa. Nos habíamos permitido soñar de nuevo. Construimos castillos en el aire”, cuenta Zarea a TRT World. “Ahora sabemos que no tenemos otra opción. Tenemos que confiar en nosotros mismos. Nadie vendrá a poner fin a esto”, añade.
Su desilusión resuena en otras voces. Mohammad Karkira, de 47 años, padre de cuatro hijos y desplazado como tantos otros, tiene estudios en sociología y ciencia política. Perdió su hogar durante bombardeos israelíes en diciembre de 2023, y cree que el error fundamental ha sido confiar en los actores externos.
“La verdadera falla”, afirma, “fue esperar que poderes externos nos salvaran”.
Karkira lanza además una dura crítica a la dirigencia política de Gaza. A su juicio, Hamás debe emprender “un giro estratégico profundo” en sus alianzas regionales, si quiere proteger lo poco que queda en pie de una población civil al borde del colapso.
"La gente aquí está devastada", dice Karkira. "Este acuerdo nos excluyó por completo, y para muchos ese fue el golpe más desmoralizador. Gaza ni siquiera fue una nota al pie".
Muchos, en silencio, albergaron por días la esperanza de que la escalada entre Irán e Israel ejerciera suficiente presión internacional para frenar la campaña militar sobre Gaza, que entra ya en su decimoctavo mes de destrucción sistemática. Pero esa esperanza, reconoce, se ha evaporado.
"Dos potencias nucleares pelearon menos de dos semanas, y el mundo corrió a detenerlo", afirma con amargura. "¿Y Gaza? Llevamos un año y medio bajo la agresión, y el mundo no hace nada".
Hace una pausa. Su voz se vuelve grave. "¿No es esa una contradicción desgarradora?".
La esperanza es ingenua
El conflicto que derivó en el reciente alto el fuego comenzó cuando Israel lanzó ataques aéreos y con drones contra instalaciones nucleares y de misiles iraníes. Operaciones coordinadas por el Mossad acabaron con la vida de altos funcionarios de la Guardia Revolucionaria de Irán y científicos nucleares. Teherán respondió con más de 150 misiles balísticos y 100 drones contra ciudades israelíes, incluidas Tel Aviv, Haifa y Beerseba.
El 22 de junio, Estados Unidos intervino bombardeando las instalaciones nucleares de Fordow, Natanz e Isfahán en una operación bautizada como Martillo de Medianoche, con el argumento de respaldar a Israel y debilitar el programa nuclear iraní. Teherán contraatacó disparando misiles contra la base aérea estadounidense de Al-Udeid, en Qatar.
Doce días después del estallido, se anunció un alto el fuego negociado por Trump y mediado por Qatar. Aunque se registraron algunas violaciones aisladas, los combates cesaron. El balance: unas 610 personas muertas en Irán y 28 en Israel.
"¿Por qué el mundo corrió a salvar a Irán, pero nos dejó morir a nosotros?", se pregunta el abogado palestino Youssef Al-Awamra.
Vive con su esposa y sus cuatro hijos en una tienda de campaña en Al-Mawasi, tras perder su casa en Jan Yunis por los bombardeos israelíes. Dice que los palestinos en Gaza ya han superado el umbral de lo que una vida humana puede soportar.
"Nadie puede sobrevivir a esto: bombardeos, hambre, sed, sin medicinas, sin hospitales, sin casas, sin comida. Nos están empujando hacia el objetivo final de (el primer ministro de Israel, Benjamín) Netanyahu: el desplazamiento forzoso o la muerte".
Desde el 7 de octubre de 2023, las operaciones militares israelíes en Gaza han matado a más de 56.000 personas y herido a más de 131.000, según datos del Ministerio de Salud local. Más de la mitad de los fallecidos son mujeres y niños.
Las víctimas han aumentado en torno a los puntos de distribución de ayuda: solo el 25 de junio, al menos 64 personas fueron asesinadas, incluidas 14 cerca de centros de entrega de alimentos. Un día antes, los bombardeos israelíes habrían matado a más de 80 personas, 71 de ellas mientras buscaban comida en instalaciones de la polémica Fundación Humanitaria de Gaza.
Al-Awamra dijo que, por un momento, tuvo la esperanza de que la escalada regional atrajera la atención hacia Gaza. Ahora ve esa esperanza como ingenua.
"Los Estados actúan según sus propios intereses", afirmó. "Gaza nunca fue más que una ficha de cambio en las rivalidades regionales. Si a alguien le importara realmente salvarnos, no estaríamos aquí viviendo en el infierno".
Una fe quebrada en la resistencia
El analista político Ihab Abu Zayter dijo a TRT World que gran parte de la desesperación proviene de una creencia de larga data, alimentada por las facciones políticas de Gaza, de que Irán apoyaría al enclave en cualquier enfrentamiento regional.
"Las facciones de Gaza presentaron sistemáticamente a Teherán como un aliado comprometido", explicó Abu Zayter. "Esa narrativa llevó a muchos aquí a creer que cualquier guerra regional que involucrara a Irán también atraería atención, si no alivio, para Gaza".
Pero marcó una clara diferencia entre el discurso político y el sentir popular.
"Muchos en Gaza comprenden que la implicación de Irán en el conflicto nunca tuvo que ver con nosotros. Se trataba de perseguir sus propios intereses, incluso a costa de Gaza", dijo, y añadió que, en lugar de contener a Israel, el alto el fuego entre Irán e Israel ha envalentonado al Gobierno de Netanyahu.
Al no mencionarse a Gaza en el acuerdo, Abu Zayter señaló que el liderazgo ultraderechista de Israel no ve motivo alguno para frenar sus objetivos militares.
"Ese es el patrón", apuntó. "Al igual que en entendimientos regionales anteriores que involucraron a Hezbollah, Gaza queda fuera".
Expectativas quebradas
"El impacto aquí es emocional", dijo Abu Zayter. "La gente creía sinceramente que la guerra entre Irán e Israel ayudaría a forzar el fin de la destrucción de Gaza. Pero eso no ocurrió. Y ahora, el liderazgo político de Gaza se ha quedado sin margen de maniobra".
"Ya no queda ilusión alguna de que la política del llamado ‘Eje de la Resistencia’ vaya a salvar a Gaza", afirmó. "Puede que la gente creyera emocionalmente que la postura de Irán podría ayudarlos, pero la realidad política ha hecho añicos esas esperanzas".
Cualquier camino hacia un alto el fuego, insistió Abu Zayter, depende ahora únicamente de las decisiones que se tomen en Jerusalén.
"Es el gobierno israelí de extrema derecha quien tiene las llaves, no Teherán, ni Washington, ni Doha", añadió. "Y ese gobierno está más interesado en terminar lo que empezó: desmantelar Gaza, neutralizar Cisjordania (ocupada) y acabar de una vez por todas con cualquier visión de un futuro Estado palestino".
Abu Zayter teme una escalada, no una resolución.
"Los indicios apuntan a más agresión", alertó con tono sombrío. "Israel quiere eliminar lo que queda de vida política palestina, tanto en Gaza como en Cisjordania (ocupada). Eso no es un alto el fuego. Es una estrategia de aniquilación".
Este artículo se publica en colaboración con Egab.