La cumbre del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo de Rusia, Vladimir Putin, en Alaska fue verdaderamente histórica. Y por más de una razón.
Al fin de cuentas, no todos los días un mandatario estadounidense en funciones se reúne con el jefe de Estado de un país fuertemente sancionado.
Así pues, cuando el avión del presidente Putin aterrizó en Alaska el 16 de agosto, escoltado por cuatro aviones F-35 estadounidenses, y los dos líderes desfilaron por la alfombra roja, el simbolismo fue inmenso.
Pero a pesar del revuelo generado en torno a la reunión, tras un diálogo de cuatro horas, la audiencia se quedó con la incertidumbre sobre el desenlace para Ucrania.
Sin embargo, las señales son prometedoras, e involucrar a Kiev será el siguiente paso vital hacia la tan necesaria paz para una guerra que se ha extendido por más de tres años.

Desde el inicio del conflicto en febrero de 2022, para Ucrania ha sido una prioridad mantener a Putin en un estado de aislamiento global. Los líderes europeos y estadounidenses cortaron los compromisos diplomáticos con Rusia.
Desde mi experiencia, como diplomático británico en Moscú de 2014 a 2019, tengo claro que aislar a Rusia ha sido una política de Occidente explícita durante más de una década.
Y en el Reino Unido, la cobertura en directo de la emisora estatal británica, la BBC, fue abrumadoramente crítica y pesimista.
La corresponsal en jefe de la BBC, Lyse Douset, afirmó que el recibimiento con una alfombra roja había "cruzado un límite grave". Otros comentaristas fueron aún más críticos.
Trump le había dado a Putin una "victoria" al reunirse sin esperar concesiones a cambio. Un comentarista estadounidense lamentó que las tropas de su país extendieran la alfombra roja a un "criminal de guerra" acusado.
El presidente Trump se esforzó mucho por hacer sentir a Putin bienvenido, lo que contrastaba marcadamente con su reprimenda pública al presidente Zelenskyy en el Despacho Oval de la Casa Blanca, en febrero pasado.
Trump claramente reflexionó bastante sobre establecer un tono constructivo con su homólogo ruso, tras siete años sin reunirse. El líder estadounidense aplaudió a Putin en la alfombra roja, mientras ambos mandatarios compartían un viaje en limusina.
Trump incluso permitió que Putin hablara primero en la conferencia de prensa posterior a la cumbre, en un marcado contraste con el caso de los visitantes europeos a la Casa Blanca, donde ha tendido a ser el centro de atención y hacer bromas y comentarios a expensas de ellos.

En sus declaraciones, Trump tampoco echó en cara la amenaza de las tan reportadas sanciones económicas contra Rusia.
De forma tranquilizadora, ambos presidentes mencionaron la necesidad de un fin del conflicto que beneficie tanto a Rusia como a Ucrania.
Putin reconoció los esfuerzos de Trump para "ayudar a resolver el problema de Ucrania". En esa línea, dijo que estaba "sinceramente interesado en ponerle fin", y que cualquier acuerdo para terminar los combates debe considerar también la "seguridad de Rusia".
Trump comentó que "el presidente Putin desea esto [el fin de la guerra] tanto como yo".
Aún no hay avances
Sin embargo, tras numerosos comentarios amables de ambas partes, quedó claro que la reunión no logró un avance decisivo que cesara los combates.
Trump subrayó que persistía un obstáculo "importante". Es probable que ese asunto sea la continua aspiración de Ucrania de unirse a la OTAN, que Rusia ha identificado reiteradamente como una de las raíces de la guerra.
Trump afirmó que necesitaría hablar con el presidente Zelenskyy, la OTAN y los líderes europeos luego de la cumbre, ya que "no hay acuerdo hasta que haya un acuerdo".
Independientemente de lo que discutan los líderes estadounidenses y rusos, Putin no podrá conseguir todo lo que desea, incluidas las exigencias maximalistas de que Ucrania ceda territorio: nadie en Ucrania ni en el mundo occidental aceptará esto, ni deberían hacerlo.
Lo cual, por lo tanto, revela con fuerza la cruda realidad de que no se puede alcanzar ningún acuerdo –ni para un alto el fuego ni para un proceso de paz más sustancial– a menos que Ucrania y Rusia estén presentes en la negociación. Porque la estrategia de Occidente de aislar a Rusia también ha impedido, por su propia naturaleza, cualquier posibilidad de paz, salvo la que pudiera imponerse por una victoria militar ucraniana que nunca ha parecido probable.
En vísperas de la cumbre de Alaska, creció el clamor en las capitales europeas para que Zelenskyy participara en cualquier reunión con Putin. El presidente ucraniano declaró esta semana, tras una llamada con Trump y líderes europeos, que “hablar de nosotros, sin nosotros, no funcionará”.
Trump había insinuado previamente que una reunión a tres bandas entre Putin y Zelenskyy podría ser posible en cuestión de días, aunque esto no se mencionó en la rueda de prensa de este viernes.
Si esta reunión preparatoria en Alaska allana el camino para que Putin y Zelenskyy se encuentren de cara a alcanzar un acuerdo sustancial que ponga fin a la guerra, Trump habrá tenido éxito y justificado su decisión de invitar al presidente ruso a Estados Unidos.
Porque, como señalaron varios comentaristas, Putin puede permitirse esperar.
Eso significa, implícitamente, que Zelenskyy tiene menos tiempo a su favor. Dejando a un lado el dramatismo de la cumbre de Alaska, el tono de los comentarios de los medios occidentales sobre Ucrania ha comenzado a cambiar durante el último mes.
La imagen previamente intachable de Zelenskyy en Occidente se ha visto manchada por sus fallidos esfuerzos por encadenar a los organismos anticorrupción independientes de Ucrania.
Los principales medios de comunicación de Occidente, que hasta ahora lo habían apoyado incondicionalmente, han comenzado a volverse en su contra por primera vez desde su elección en 2019. Ya no cuenta con su pleno apoyo.
La revista The Economist reportó que Zelenskyy estaba cometiendo un "error estratégico". Owen Mathews, escribiendo en el periódico Telegraph, normalmente de línea dura, exigió la dimisión del mandatario ucraniano, afirmando que "ya no forma parte de la solución para poner fin al conflicto con Rusia. Es parte del problema".
En términos más generales, el destacado periodista Gideon Rachman, quien ha sido firmemente proucraniano en sus reportajes, escribió por primera vez, aunque con dolor, que Kiev está perdiendo terreno lentamente y que una concesión en su adhesión a la OTAN podría ser inevitable.
Ha habido un despertar en Occidente: el respaldo total e inequívoco a Zelenskyy podría no ser la apuesta correcta, la guerra en Ucrania se está volviendo cada vez más evidentemente imposible de ganar y solo perjudicará a Kiev y obligará a los Estados europeos a pagar las consecuencias.
Sin embargo, la histórica reunión intensificará la presión para poner fin a esta terrible guerra en Ucrania, lo cual solo puede ser positivo. Aunque sospecho que gran parte de la presión recaerá sobre la espalda de Zelenskyy.