Desde el 1 de enero de 2025, Bolivia ingresó como estado socio al BRICS, un bloque que representa el 45% de la población y el 35% del PIB mundial, y una fuerza determinante en la reconfiguración geopolítica mundial. Su política favorable a la multipolaridad, lo establece como un bloque alternativo para los países del sur global.
"(Esta incorporación) no sólo abre nuevas puertas para nuestro país”, declaró el presidente de Bolivia, Luis Arce. “También nos posiciona en la línea de ampliar y diversificar las relaciones comerciales en un mercado vibrante y en crecimiento. En un mundo lleno de incertidumbre debido a la transición a un nuevo orden global, ser parte de este bloque nos permite diversificar y proteger nuestro patrimonio, convirtiéndonos en un actor relevante dentro de una plataforma de inversión en economías emergentes con un inmenso potencial”, añadió.
Litio, oro blanco
La incorporación a BRICS es una oportunidad para la comercialización del litio boliviano que representa el 25% de la reserva mundial. El gobierno espera así iniciar un nuevo ciclo de acumulación que mitigue la actual crisis económica e influya en el desarrollo social. Por su parte, el bloque BRICS aspira a garantizar el acceso a este material para continuar con su transición energética, especialmente en los sectores de movilidad eléctrica y digitalización de la economía.
Para generar estabilidad social y crecimiento económico, advierte Andrónico Rodríguez, presidente de la Cámara de Senadores de Bolivia, se debe impulsar de inmediato la producción de energía y minerales estratégicos y la renovación de empresas estratégicas. Por eso, la gestión gubernamental del proceso de producción de litio a cargo de la Empresa Pública Nacional Estratégica de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) en asociación con capitales del bloque BRICS, no solo es deseable, sino inminente.
Todo comenzó en 2024 cuando Bolivia firmó un contrato con una empresa de Rusia por una inversión de 970 millones de dólares para la producción de 14.000 Tn/año de carbonato de litio. Ese mismo año, se firmó otro contrato con una empresa china, con una inversión de 1.030 millones dólares, destinados a la construcción de dos plantas de extracción de litio en los salares de Uyuni y Coipasa, Oruro.
Y así, Bolivia se posicionaría gracias a una producción de 50.000 Tn/año, como uno de los cinco grandes proveedores de litio a nivel mundial, junto a Australia (86.000 Tn/año), Chile (44.000 Tn/año), China (33.000 Tn/año) y Argentina (9.600 Tn/año).
Entre 2022 y 2032, se estima que la demanda de litio en la industria de baterías ascenderá de 5.821 a 29.324 millones de dólares. Entre 2021 y 2030, el consumo de baterías por el parque automotor a nivel mundial pasará del 54% al 84%. Entre 2021 y 2030, el consumo total escalará de 500.000 Tn/año a 3 o 4 millones de Tn/año. Y el 95% será destinada al mercado de baterías.
Estos datos dan cuenta del alto valor del litio para la revolución tecnológica del sistema capitalista en marcha. Empresas de Estados Unidos, Corea del Sur, Alemania, Argentina, India, Francia, Alemania, Japón, presentaron proyectos de inversión con el objetivo de participar del negocio. Además, se habla de convenios del gobierno boliviano con empresas de India, Australia, Argentina y Francia.
Los conflictos en puerta
A nivel local, para que los contratos puedan ser aprobados por el aparato legislativo y ejecutarse, el actual gobierno deberá enfrentar a tres grupos de problemas: demostrar que los proyectos no son parte de un nuevo ciclo extractivista de materia prima y explicar planes reales de industrialización; compatibilizar los proyectos de explotación y sus impactos socioeconómicos, territoriales y ambientales con las demandas de las comunidades indígenas y campesinas, y lograr la reelección en la votación de agosto.
A nivel internacional, con el ascenso de Donald Trump a la presidencia en enero de 2025, Estados Unidos ha activado una agresiva política de protección de su mercado interno y de revisión de sus relaciones comerciales, en particular con el BRICS.
Considerando la alta valoración de las materias primas de América Latina, si se sigue lo manifestado por el empresario Elon Musk y la exgeneral Laura Richardson, a cargo del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, la presencia de BRICS en proyectos estratégicos de litio representa un riesgo para su economía y seguridad nacional.
En consecuencia, la transición geopolítica multipolar, por la vía de la guerra económica y/o política tendrá en el sur del continente su expresión en el acceso al litio.
¿Oasis o espejismo?
Todo indica que, desde 2021, la apuesta en Bolivia del Gobierno de Luis Arce ha sido el establecimiento de relaciones económicas con las cabezas visibles de BRICS: Rusia y China. Una apuesta basada en un relacionamiento de “socios no patrones”. Es decir, cumpliría con la expectativa de un margen de soberanía sobre el proceso de explotación del litio.
En términos políticos, este relacionamiento busca sin duda generar un estímulo moral a la base votante del partido y de la población en general. La expectativa del gobierno es la reelección, en tal sentido, los proyectos de explotación y comercialización de litio se presentan como una vía de superación de la crisis económica.
Sin embargo, la ruptura del partido MAS con su líder histórico Evo Morales, pone en vilo la reelección y, con ello, abre la posibilidad de que un nuevo liderazgo asuma la dirección de la política económica al amparo de la agenda del gobierno estadounidense. En esa línea, la ejecución de los contratos adquiriría una dirección contraria a la de los últimos años, la cual consistirá hipotéticamente en la expoliación por el imperialismo tradicional y la postergación de la industrialización.
Ya sea por la vía del BRICS o de Estados Unidos, la superación de la crisis económica, o el desarrollo de Bolivia, un país históricamente dependiente por su condición primario-exportadora, es incierto. A futuro, las decisiones sobre el destino del litio están subordinadas a las pulseadas económicas y políticas globales.
No se puede perder de vista que el 90% de proyectos de inversión en litio de América Latina proceden de China. Entre ellos, está el puerto de Chancay, Perú, la puerta más grande para la comercialización de litio u otras materias primas –hierro, cobre, soya, carne– y otros bienes –tecnología– entre Asia y el continente.
A lo que se suma la estimación de que en 2030 el 50% de litio y otros minerales críticos se refinarán en China.
¿Será esto motivo para que Trump extienda la guerra arancelaria con Canadá y México con la justificación de proteger su mercado interno? O viceversa ¿qué harán China y sus aliados en consecuencia?
La esperanzadora opción de aliarse al BRICS no exime a Bolivia de ataques desestabilizadores a su autonomía en lo socioeconómico y político. En su búsqueda por la industrialización y el desarrollo soberano, hay algo seguro: este país será uno de los centros determinantes en la guerra por el litio. Y por ello, de la transición geopolítica mundial.