La población mundial superó el hito de los 8.000 millones el 15 de noviembre de 2022. Según un reciente informe de las Naciones Unidas, titulado “Perspectivas de la población mundial 2024”, se proyecta que alcanzará los 10.000 millones entre 2050 y 2100. Sin embargo, esta tendencia de crecimiento poblacional se ha desacelerado considerablemente en las últimas décadas –desde una tasa de crecimiento anual superior al 2% en 1968 a 1% en 2021– y ahora convive con otra: el envejecimiento de la población.
En 2018, por primera vez en la historia, las personas de 65 años o más a nivel mundial superaron en número a los niños menores de 5 años. Este fenómeno afecta particularmente a países considerados “desarrollados” (debido a sus niveles de ingresos y condiciones de vida), como Japón, la mayoría de los países de Europa occidental y Canadá. Allí, el porcentaje de población mayor a 65 años sobre la población en edad de trabajar (entre 15 y 64 años) se ubica por encima del 25%, y a nivel mundial se estima que hacia 2050 se cuadruplicarán las personas de más de 80 años.
En Türkiye, la población mayor de 65 años superó en 2023 el 10% del total por primera vez en su historia. Lo que ubica al país euroasiático en el top 20 de naciones con una fracción importante de sus habitantes formando parte de la tercera edad, según criterios de la ONU.
El envejecimiento poblacional se explica por la combinación del descenso en los nacimientos y el aumento de la longevidad. La tasa de fecundidad se estima actualmente en 2,25 hijos nacidos vivos por mujer, lo cual representa un hijo menos que hace una generación. A la par, la esperanza de vida al nacer subió desde 51 años en 1960 a 72 en 2022. Esto puede generar una serie de desafíos en términos económicos, políticos y sociales.
Consecuencias y respuestas desde el Norte global
El envejecimiento poblacional aparece como un asunto de creciente interés en la agenda global, alegando el riesgo que supone para la seguridad nacional, los sistemas previsionales y el mismo futuro de la especie humana. En las regiones más desarrolladas, el estancamiento o disminución de la mano de obra en edad laboral amenaza con desacelerar el crecimiento económico y poner en cuestión los “contratos sociales” instaurados en etapas de crecimiento demográfico. Diversos analistas estiman que potencias occidentales como Estados Unidos (EE.UU.), Alemania, Reino Unido y Japón precisarían duplicar el crecimiento de su productividad en las próximas décadas para mantener los niveles de vida de la década de 1990.
En este marco, la doctrina del pronatalismo aumenta en el Norte global, en favor de hacer crecer las tasas de natalidad en sus países. Este movimiento es apoyado por magnates tecnológicos como Elon Musk, quien ha calificado al declive de la fertilidad como “el mayor peligro que enfrenta la civilización”. Voces críticas catalogan como supremacista blanco a este movimiento, dada la pretensión de algunos de sus exponentes por seleccionar los genes y características de su descendencia.
El nuevo gobierno de Donald Trump en EE. UU. genera condiciones para la potenciación del natalismo, con figuras embanderadas como el vicepresidente J.D. Vance. Hasta el mismo Trump se autodenominó “presidente de la fertilización” el pasado 26 de abril, en un evento de la mujer, mientras su gobierno analiza medidas de incentivo, como un bono de 5.000 dólares por recién nacido, para hacer frente al fuerte declive de la natalidad.
El envejecimiento poblacional también genera presiones en el sistema de pensiones. Aumenta la cantidad de personas dependientes (jubilados, es decir, adultos mayores con mayores demandas del sistema de salud) a la par que desciende la población en edad laboral, la que aporta al sistema previsional. Frente a ello, han surgido distintas propuestas de reformas previsionales, como la elevación de la edad jubilatoria para contrarrestar el déficit fiscal derivado de esta situación. Como respuesta a estas iniciativas, se han dado protestas en Francia en 2023 en contra el aumento de edad jubilatoria o en Argentina en 2024/25 por el veto presidencial a un proyecto de ley que buscaba aumentar el valor de las jubilaciones.
Impactos en el Sur global
Organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) vienen promoviendo reformas previsionales orientadas a la sostenibilidad fiscal, las cuales incluyen el aumento de la edad jubilatoria, la reducción de la generosidad de las prestaciones y la promoción del ahorro individual.
Bajo esta lógica, pensiones más modestas incentivarían el ahorro privado y reducirían el gasto público, especialmente en un contexto de aumento de la esperanza de vida. Sin embargo, estudios del mismo organismo muestran que en países de bajos ingresos (como muchos de América Latina y África), la informalidad laboral y la baja bancarización dificultan el acceso al ahorro y a empleos formales, lo que agrava las desigualdades. A esto se suma la propuesta de fomentar la educación financiera, aunque nuevamente se evidencia una brecha entre países desarrollados y aquellos con sistemas financieros poco accesibles.
A la vez, se aprecia que la dinámica demográfica mundial presenta una tendencia de clara diferenciación. En contraste con el envejecimiento en las regiones más desarrolladas, la estructura poblacional tiende a mantenerse joven en países de bajos ingresos. Es contundente el caso de los países de África subsahariana, donde la población crece de forma exponencial, con proyecciones de duplicación de población hacia 2050, un índice que duplica el crecimiento de Asia del Sur.
En América Latina y el Caribe se aprecia una marcada disminución de la fecundidad y la mortalidad, y se estima que su tasa de crecimiento poblacional disminuirá y será superada por el crecimiento de la fuerza laboral para 2050. Un análisis del Observatorio Demográfico 2023 muestra también un cambio en la estructura por edades de la población, con los grupos de jóvenes y adultos constituyendo la mayoría en la actualidad.
En fin, distintas voces llaman a no universalizar recetas pensadas desde el Norte global, y considerar para los países del Sur sus propias dinámicas demográficas, y la situación altamente heterogénea de sus mercados de trabajo, con alta informalidad y precarización. Es decir, los históricos problemas del denominado “subdesarrollo”, para lo cual se precisa crecimiento y desarrollo socioeconómico, creación de empleo de calidad y mejora en las condiciones de vida de sus poblaciones.
