La herencia genética de la guerra: cómo el conflicto moldea a las futuras generaciones en Gaza
GENOCIDIO EN GAZA
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La herencia genética de la guerra: cómo el conflicto moldea a las futuras generaciones en GazaNuevas investigaciones en epigenética revelan cómo el trauma, la desnutrición y la exposición a toxinas derivadas de décadas de conflicto en Gaza dejan huellas no solo en quienes lo padecen, sino también en generaciones venideras.
Palestinos heridos, incluidos niños y bebés, son trasladados al Hospital Bautista al-Ahli después del ataque israelí. / AA
30 de agosto de 2025

La ofensiva de Israel en Gaza suele medirse por lo que resulta inmediatamente visible: las víctimas mortales, la infraestructura destruida y las oleadas de desplazamientos. Sin embargo, el conflicto deja otra huella menos perceptible, una que puede moldear la biología misma de quienes lo sufren.

Para los palestinos, el trauma podría extenderse más allá del presente, afectando potencialmente la salud y la composición genética de las futuras generaciones.

Los avances en epigenética y neurociencia revelan que el estrés extremo, la desnutrición y la exposición a toxinas pueden dejar rastros moleculares duraderos.

Hasta hace poco, los científicos rara vez consideraban que estas experiencias pudieran transmitirse a lo largo de generaciones.

“Pero hoy sabemos, gracias a los desarrollos en epigenética y neurociencia, que las experiencias traumáticas, la desnutrición y la exposición a toxinas —como las relacionadas con la guerra— afectan no solo al presente, sino también al futuro”, señala Busra Teke, experta en neurogenética, en entrevista con TRT World.

“Estas experiencias generan diferencias que pueden observarse en las generaciones por venir”.

Para los niños palestinos de hoy, soportar hambre extrema y privaciones puede dejar marcas epigenéticas que alteran los patrones del ADN, llevando la huella del trauma hacia el futuro.


Los efectos genéticos de la guerra


Las investigaciones epigenéticas muestran que la guerra puede “escribirse en el cuerpo”, codificando la violencia política en la memoria biológica. Para los palestinos, esto significa un futuro en el que los niños podrían heredar no solo la historia de su pueblo, sino también sus cicatrices fisiológicas.

Teke explica que el trauma de la ofensiva en Palestina difiere del trastorno de estrés postraumático (TEPT) típico. A diferencia de un trauma que ocurre y termina, los palestinos han vivido bajo un conflicto continuo durante más de 75 años.

“Como no existe una etapa ‘post’, esto no es TEPT. Es un trauma que nunca termina, constantemente revivido, con personas que viven en un estado perpetuo de alerta”, afirma.

Esto ha llevado a los investigadores a introducir un término llamado Trastorno de Estrés Traumático Continuo (CTSD, por sus siglas en inglés), considerado más peligroso que el TEPT porque la amenaza es constante e impredecible.

El estrés crónico impide que el cerebro funcione con normalidad, agota el cuerpo e incrementa la vulnerabilidad a enfermedades. Psicológicamente, puede provocar desesperanza e impotencia. Biológicamente, el estrés prolongado eleva las hormonas del estrés, alterando los sistemas del cuerpo y del cerebro.

Para un niño palestino de hoy, al menos tres generaciones anteriores ya han transmitido trauma, mientras que ese niño continúa experimentándolo directamente. El trauma heredado y el personal se acumulan, colocando a las futuras generaciones en un riesgo aún mayor.

En casos típicos de TEPT, los niños pueden heredar síntomas de trauma sin haberlo vivido directamente. En Gaza, los niños palestinos experimentan tanto el trauma heredado como el directo, una doble carga con graves consecuencias a largo plazo.

Las consecuencias a largo plazo


Las primeras investigaciones sobre transmisión epigenética se centraron en sobrevivientes del Holocausto. Teke señala que hoy se observan patrones similares en la población palestina.

Actualmente, se están cometiendo graves crímenes de guerra, con palestinos expuestos a toxinas, metales pesados, gases y radiación que causan daños en el ADN y silenciamiento epigenético. En particular, el uso de fósforo blanco por parte de Israel representa una de las mayores amenazas tanto para el presente como para el futuro.

“El fósforo blanco no es solo un arma: quema células, ADN e identidad colectiva, y será recordado en la historia por su impacto devastador”, dice Teke. “Como arma incendiaria, tiene efectos tanto agudos como a largo plazo, sirviendo como prueba de que la guerra puede dejar un daño multigeneracional”.

Madres, padres e hijos en Gaza están experimentando simultáneamente trauma, desnutrición y exposición a toxinas.

Esto significa que, mientras soportan estas condiciones, sus células cerebrales registran el trauma en las vías neuronales para transmitirlo, y sus células reproductivas (óvulos y espermatozoides) también llevan estos cambios epigenéticos a la siguiente generación.

Como resultado, las futuras generaciones —aunque nunca experimenten directamente el trauma— exhibirán patrones de metilación y cambios genéticos como si lo hubieran vivido, añade Teke.

El trauma secundario no afecta solo a quienes sufren la violencia de primera mano, sino también a quienes la presencian.

A través del sistema de neuronas espejo del cerebro, observar el sufrimiento —especialmente en los niños— puede activar respuestas de estrés y reacciones biológicas en individuos empáticos.

“El trauma secundario puede provocar síntomas psicológicos, fatiga por empatía e incluso cambios biológicos”, señala Teke. De esta forma, la memoria colectiva se entrelaza con la memoria biológica.

Incluso aquellos que creen estar indemnes —o que evitan mirar— pueden llevar su huella a nivel genético.


Intervenciones


Para los palestinos, las soluciones siguen siendo esquivas en un contexto de violencia continua y con una infraestructura médica limitada. Aun así, los expertos señalan posibles áreas de resiliencia. Los fuertes lazos familiares y la solidaridad colectiva pueden actuar como factores protectores.

“La epigenética también nos enseña algo esperanzador: las experiencias vividas no son destino. Con las intervenciones adecuadas, las modificaciones epigenéticas pueden revertirse. Por lo tanto, no debemos resignarnos a decir que los palestinos sufrirán de por vida”, afirma Teke.

Brindar apoyo a los palestinos mediante la solidaridad, amplificar sus voces y proporcionar ayuda psicológica puede reducir los niveles de estrés y cortisol, mitigando potencialmente las consecuencias epigenéticas a largo plazo.

“La mayor ayuda que podemos ofrecer es la solidaridad y amplificar sus voces. Psicológica y neurológicamente, brindar apoyo puede marcar una verdadera diferencia”, concluye.

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FUENTE:TRT World
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