San Luis, Argentina – El 12 de julio de 2017, Tamer y Maher Bajjour, hermanos sirios, aterrizaron en la provincia de San Luis, en Argentina. Llegaron desde Homs, Siria, a través de un corredor humanitario impulsado por el gobierno provincial. Dejaban atrás una vida marcada por la guerra y la incertidumbre.
“En 2017, todavía había autobombas en Siria, bombardeos en todos lados. Económicamente el país fue destruido. Para los jóvenes como nosotros, no había futuro”, cuenta Maher a TRT Español.
La decisión de irse no fue sencilla, pero sí urgente. El servicio militar obligatorio, la crisis económica y la violencia cotidiana empujaron a los hermanos a buscar otro destino.
“Mi padre se contactó con un tío que ya estaba en Argentina. Y así comenzó el proceso”, recuerda Maher. Con solo una mochila y un puñado de palabras en español, comenzaron su vida de cero a 13.299 kilómetros de su tierra natal.
La provincia de San Luis, aunque lejana a Oriente Medio, se convirtió en el espacio donde esos jóvenes echaron raíces sin dejar de lado sus costumbres, sus afectos ni su lengua materna.
Adaptación, identidad y rutina
“Mi tío estuvo siempre con nosotros. Eso nos ayudó mucho con el idioma y a adaptarnos”, recuerda Tamer, quien actualmente estudia profesorado de inglés y trabaja en un hotel. Su tío, de origen sirio pero nacido en Argentina, fue un vínculo clave para el arraigo: el padre de él había emigrado desde Siria tras la Primera Guerra Mundial, y supo tender puentes culturales y emocionales que facilitaron el camino de los recién llegados.
Maher, su hermano, es profesor de piano en la Universidad Nacional de San Luis y productor musical. Integró la orquesta Latin Vox Machine, y produjo como solista cuatro álbumes, el último de ellos cantado íntegramente en árabe. También se dedica a la producción de bandas sonoras para cortometrajes y series.
Las rutinas de los hermanos Bajjour son como las de cualquier otro habitante de suelo argentino. Entre el trabajo, el estudio y el tiempo libre con amigos, estos jóvenes encontraron en la pequeña San Luis un nuevo hogar.
Argentina recibió a los Bajjour con una familiaridad cultural: el mate, la infusión típica del país, el sentido de familia y la hospitalidad. “En mi pueblo de Siria ya tomábamos mate sin saber que venía de Argentina”, se sorprende Maher.
La historia del mate como nexo cultural tiene raíces profundas. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, miles de emigrantes sirios llegaron a Argentina y adoptaron esta infusión como parte de su vida cotidiana. Al regresar a Oriente Medio, muchos llevaron consigo el hábito y la yerba mate.
Ambos adoptaron otras costumbres, más allá del idioma español, que lo hablan con fluidez. “Yo me siento mucho más cómodo en todo. Nos fuimos por la guerra, pero también por la presión social. En Argentina encontré libertad”, dice Maher.
El dilema de volver
Aunque no han regresado a Siria desde su salida en 2017, el deseo de volver está presente. “Tengo ganas de volver, mínimo un mes, a ver ‘qué onda’”, comenta Maher, utilizando una expresión bien argentina.
Aunque para Maher vivir nuevamente en Siria parece lejano: “No volvería a vivir, pero sí para visitar mi país”.
Los hermanos valoran la posibilidad de expresar aquí sus ideas libremente. Y reconocen que comenzar a ser parte de una sociedad pequeña como la de San Luis, una ciudad de poco más de 200.000 habitantes, les dio una visibilidad especial: “Éramos ‘los sirios que llegaron’, y eso te da cierto peso. Lo veo como una experiencia de crecimiento”, comenta Tamer. “No de dolor”.
De Jordania a San Luis
Amal Azzam nació en Jordania en 1948. Aunque el lugar al que llegó al mundo fue resultado del trabajo pastoral de su padre –que llevó a la familia a transitar entre Siria, Palestina y Jordania–, su identidad estuvo marcada desde siempre por las raíces sirias.
Su padre, sirio, y su madre, argentina, se vieron obligados a migrar en busca de nuevas oportunidades, debido a la inestabilidad que se vivía en Oriente Medio.
En 1952, con apenas 4 años y medio, Amal emprendió junto a su familia una larga travesía transoceánica. Cruzaron el Atlántico en barco y, tras días de viaje por mar y tierra, llegaron a Las Catitas, un pequeño pueblo de la provincia de Mendoza, en el oeste de Argentina, donde comenzarían una nueva vida.
“Mi papá quería un lugar donde criar a sus hijos con dignidad. Leía en la prensa sobre Argentina y encontraba que las políticas migratorias de mediados del siglo XX eran beneficiosas para los extranjeros que quisieran radicarse” comenta Amal a TRT Español. “Argentina garantizaba el respeto a la diversidad de etnias y religiones, ofrecían salud y educación pública y entregaban tierras en arrendamiento para uso agrícola”.
La infancia de Amal fue humilde pero llena de valores. “Mis padres nos educaron en el amor y respeto por este país. No querían que olvidáramos nuestras raíces, pero siempre con gratitud hacia esta tierra que nos acogió”.
En su casa se hablaba y se comía comida tradicional árabe. Se hacían recetas que se transmitían oralmente y que eran una forma de mantener viva la memoria familiar y cultural.
Años más tarde, ya en Mendoza capital, Amal creció entre libros, idiomas y exigencias. “Cuando hablábamos en casa de nuestro futuro, la primera opción era el estudio. Mis padres nos aseguraban que obteniendo un título nos íbamos a convertir en ciudadanos autosuficientes y útiles a la sociedad”, comenta Amal.
Impulsada por su amor al estudio y su vocación, eligió el profesorado de matemática como carrera. Esa decisión la llevó a mudarse a la provincia de San Luis, a unos 300 kilómetros de Mendoza, donde se radicó en 1968 para iniciar su formación universitaria.
“Mi papá, ante mi temor por abandonar y alejarme de casa, me ayudó en los preparativos y me dijo: ‘Vaya a estudiar y no se quede sin hacer una carrera universitaria’”, rememora con cariño Amal. Así, se convirtió en profesora secundaria y universitaria de matemáticas, una de sus grandes pasiones.
En el 2000, Amal volvió por primera vez a Siria, Jordania y Líbano, en un viaje que comenzó como turístico, pero pronto se convirtió en un reencuentro emocional con sus orígenes.
“Fue una emoción tras otra. Mi marido me sacó una foto en el mismo balcón donde había jugado con mis hermanos y andado en mi triciclo”, cuenta Amal con una mezcla de nostalgia y alegría. Aquella imagen, capturada décadas después, se convirtió en un símbolo de reunión con sus raíces.
Allí también se reencontró con sus primos sirios. Según recuerda, el encuentro fue emotivo y revelador: entre abrazos, fotos antiguas y relatos familiares, Amal reconstruyó fragmentos de su historia que habían quedado dispersos por la diáspora.
Una identidad que se mantiene viva
Tras el correr de los años y atravesada por la cultura argentina, Amal mantiene viva su identidad siria: “En mi casa se hacía comida árabe, hablábamos en árabe. Cuando me vine a San Luis perdí con quién hablarlo, pero luego volví a estudiarlo”.
La cocina, la lengua y las tradiciones son formas de volver a las raíces heredadas por sus padres. “Mis nietos ya conocen la comida árabe, conocen los sabores, las palabras. Eso me emociona mucho”, comenta Amal.
Aunque llegaron en contextos distintos y generaciones de diferencia, las historias de Tamer, Maher y Amal revelan las múltiples formas de la migración siria en Argentina. Desde el recuerdo de un país en guerra hasta el legado cultural mantenido en la cocina y la lengua, los relatos se cruzan en San Luis, donde la identidad para estos emigrados que encontraron su segundo hogar, se reconstruye a diario.