Lo que hoy estamos viendo en Gaza no es un efecto colateral trágico de la ofensiva israelí. Es una estrategia de privación y control, con niños y madres que pagan el precio con sus propias vidas.
La última vez que estuve en Gaza fue en 2012, trabajando como médica y personal humanitario apenas pocos días después de lo que había sido una de las escaladas más devastadoras hasta entonces. Como médica, vi no solo los síntomas, sino también la causa. Como trabajadora humanitaria, vi las estructuras que permiten esta crueldad. Y hoy, como madre, veo en las pantallas la injusticia insoportable de un niño que llora de hambre, sin alivio a la vista.
Hace más de una década, las fuerzas israelíes atacaron edificios civiles, mientras mis colegas y yo atendíamos a sobrevivientes en el hospital Al-Shifa. Sus cuerpos destrozados por la maquinaria bélica disponible en ese momento.
Pero hoy la situación es exponencialmente peor. Vastas áreas de Gaza quedaron reducidas a escombros, barrios enteros fueron borrados del mapa. El daño al cuerpo humano es inimaginable: algunos completamente desintegrados, desaparecidos sin ningún rastro a manos de bombardeos experimentales con explosivos fabricados en Estados Unidos, diseñados para borrarlos por completo.
Esto no es una escalada, sino un genocidio sistemático. La magnitud de la destrucción, el ataque a cada faceta de la vida civil, la hambruna y el asedio: así es la aniquilación de un pueblo en tiempo real. Lo que vi entonces fue una tragedia, lo que vemos ahora es la fría y calculada eliminación de toda una nación.
Hasta el 11 de agosto de 2025, el Ministerio de Salud de Gaza reporta que más de 61.000 palestinos han sido asesinados desde el 7 de octubre de 2023, incluidos 18.592 niños y 9.782 mujeres. Al menos 145.870 personas han resultado heridas. El hambre es ahora una de las principales causas de muerte infantil, con 100 niños ya fallecidos por inanición y complicaciones relacionadas, y cientos más en la etapa final de fallo orgánico.
Desde que las autoridades de Israel impusieron un bloqueo casi total el 2 de marzo de 2025, la población civil de Gaza —más de dos millones de personas, la mitad niños— ha sido sometida a la negación sistemática de alimentos, combustible, agua, electricidad y suministros médicos.
La Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) informa que 470.000 palestinos enfrentan hambre catastrófica, la clasificación más severa en la escala integrada de seguridad alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés).
En solo tres meses, las tasas de desnutrición aguda infantil casi se han duplicado, pasando del 5,5% en marzo al 10,2% en junio, afectando a cerca de 6.000 niños solo el mes pasado.
Solo en las últimas 72 horas, niños murieron por falta de leche de fórmula, líquidos intravenosos y acceso a alimentos básicos. Cientos más están al borde de un fallo orgánico irreversible por el hambre prolongada.
Una hambruna planificada
Esto no es un desastre natural ni una falla humanitaria involuntaria. La inseguridad alimentaria está siendo utilizada como arma. Retener comida es el arma. La hambruna es el objetivo final.
La negación deliberada del acceso a alimentos, medicinas y ayuda humanitaria constituye una violación del derecho internacional humanitario. En mayo de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitió medidas provisionales vinculantes que ordenan el suministro sin impedimentos de ayuda a Gaza. Órdenes que siguen sin cumplirse.
Académicos legales, líderes humanitarios y funcionarios de la ONU han pedido acciones urgentes para detener lo que describen crecientemente como crímenes con intención. Independientemente de si la definición legal de genocidio se confirma, la magnitud del sufrimiento es innegable, al igual que el deber de actuar.
Un número creciente de expertos legales y humanitarios, e incluso organizaciones israelíes de derechos humanos, han calificado la situación en Gaza como un genocidio. B’Tselem, el principal observatorio de derechos humanos en Israel, ha acusado al gobierno del país de seguir una política de “borrar a Gaza” mediante bombardeos indiscriminados, asedio y desplazamientos masivos.
Académicos destacados especialistas en genocidio, como Raz Segal y Martin Shaw, han declarado públicamente que las acciones de Israel en Gaza cumplen con la definición legal de este término, según el derecho internacional.
Estas advertencias no se hacen a la ligera: reflejan la escala, gravedad y naturaleza sistemática de la violencia infligida a una población civil atrapada. El simple hecho de que esta terminología sea utilizada por voces respetadas, incluso desde dentro de Israel, debería conmover la conciencia de la comunidad internacional para que actúe de inmediato.
Conocemos la causa y conocemos la cura
En mi trabajo humanitario, he tratado el cólera en Pakistán, atendido heridas de trauma en Siria y consolado a madres que han perdido todo. Pero el sufrimiento de Gaza hoy es de otra magnitud: prolongado, sistemático y bajo impunidad.
Nuestros equipos en Gaza describen el agotamiento grabado en cada rostro. Reportan familias sobreviviendo con alimento para animales, pasto y hierbas crudas, racionando pan duro entre diez personas. Madres pasan días sin comer para que sus hijos puedan hacerlo. Algunos lactantes, incapaces de ser amamantados debido a la desnutrición de sus madres, han muerto por falta de leche de fórmula.
El personal médico está demacrado y herido, cargando con la doble responsabilidad del cuidado y la supervivencia. Los hospitales, cuando funcionan, apenas pueden mantener las luces encendidas, mucho menos tratar trauma o desnutrición aguda.
No se trata solo de hambre. Es un colapso social total y la eliminación a escala industrial de los derechos humanos.
El costo de los bienes básicos en Gaza se ha disparado: harina y aceite de cocina subieron 1.400%. Las panaderías están cerradas por falta de combustible.
Los convoyes de ayuda esperan en la frontera, pero la entrada sigue siendo esporádica e insuficiente. Los camiones de la ONU y otras organizaciones son frecuentemente bloqueados, saqueados o atacados en tránsito por las fuerzas israelíes. Los almacenes de ayuda han sido destruidos. Los servicios de salud y nutrición están siendo asfixiados.
Esto es desaparición planificada. Es el borrado lento de una población civil a través del hambre, la enfermedad y la desesperación.
El derecho internacional humanitario es claro: la inanición de civiles como método de guerra es un crimen de guerra. Y, sin embargo, el asedio continúa, día a día, violación tras violación, niño muerto tras niño muerto.
En Action For Humanity estamos haciendo un llamado desesperado por:
Cese del fuego inmediato para permitir acceso humanitario seguro y a gran escala.
Protección garantizada para los convoyes de ayuda, instalaciones médicas y personal según establece el derecho internacional.
Reapertura de todos los cruces fronterizos para permitir entrada sin restricciones de alimentos, agua, combustible y suministros médicos.
Aumento significativo de fondos para nutrición materna e infantil, enfocados en alimentación de emergencia, distribución de leche fórmula y unidades móviles de salud.
Mecanismos internacionales de rendición de cuentas para investigar y prevenir la guerra basada en la hambruna.
Esta hambruna no es teórica. Ya está matando. Ya está dejando cicatrices en toda una generación de niños palestinos, muchos de los cuales nunca se recuperarán plenamente física, emocional ni a nivel de desarrollo.
No podemos seguir debatiendo el lenguaje mientras la gente muere de hambre. Se llame crimen de guerra o atrocidad, el resultado es el mismo: sufrimiento evitable, medido en funerales y platos vacíos.
Los camiones están esperando. El grano está disponible. Las soluciones se conocen. Lo que falta es voluntad política.
Debemos actuar ahora. No solo para salvar vidas, sino para rescatar nuestra compartida humanidad.
