La fotoperiodista canadiense Valerie Zink anunció, a través de su perfil de Facebook, su renuncia a la agencia de noticias Reuters, tras ocho años como corresponsal. La razón no fue un cambio de rumbo profesional ni una oportunidad mejor, sino una convicción ética: ya no podía trabajar para un medio que, según ella, “justifica y permite” el asesinato de periodistas en Gaza por parte de Israel.
Zink —cuyo trabajo ha sido publicado en medios como The New York Times, Al Jazeera y otros de Estados Unidos, Europa y Asia— denunció que la cobertura periodística de Reuters sobre Gaza ha contribuido a las condiciones bajo las que 246 periodistas han sido asesinados en el enclave desde que Tel Aviv lanzó su brutal ofensiva en octubre de 2023.
De hecho, citó el caso Anas Al-Sharif, corresponsal de Al Jazeera y ganador del Premio Pulitzer, quien fue asesinado con su equipo en la Ciudad de Gaza el pasado 10 de agosto. “Reuters decidió publicar la afirmación totalmente infundada de Israel de que Al-Sharif era un miembro de Hamás, una de las innumerables mentiras que medios como Reuters han repetido diligentemente y dignificado”, escribió Zink.
Perpetuar la propaganda israelí
La periodista también criticó la respuesta de Reuters ante el asesinato de sus propios periodistas. Este lunes, el camarógrafo Hossam Al-Masri fue una de las 20 víctimas que mató un ataque israelí contra el hospital Nasser. Zink describió que el bombardeo fue “doble”: un primer ataque a un sitio civil seguido de un segundo impacto contra médicos, rescatistas y periodistas.
“Los medios occidentales son directamente responsables por crear las condiciones en las que esto puede ocurrir”, dijo, citando al periodista Jeremy Scahill: “Todos los grandes medios —desde The New York Times hasta Reuters— han servido como una cinta transportadora de la propaganda israelí, blanqueando crímenes de guerra y deshumanizando a las víctimas”.
Zink afirmó que, al repetir sin verificación las afirmaciones del ejército israelí, los medios occidentales han permitido que “más periodistas mueran en dos años en un pequeño enclave que en la Primera y Segunda Guerra Mundial, en Corea, Vietnam, Afganistán, Yugoslavia y Ucrania combinadas”.
Denunció además que Reuters abandonó a Al-Sharif incluso después de que ganara un Pulitzer: “Esto no los obligó a defenderlo cuando las fuerzas israelíes lo pusieron en una lista de objetivos… ni cuando pidió protección tras una amenaza pública de un portavoz israelí. No los obligó a informar honestamente sobre su muerte semanas después”.
En esa línea, aseguró que ya no podía portar su credencial de prensa de Reuters sin sentir “profunda vergüenza y dolor”, y se comprometió a redirigir su trabajo en honor a los periodistas de Gaza, a quienes calificó como “los más valientes y mejores que hayan existido”.
Condena global
El ataque al hospital Nasser mató a 21 personas, incluidos médicos y periodistas, entre ellos Mohammad Salama de Al Jazeera, Hossam Al-Masri de Reuters, la freelance de la agencia Asociated Press Mariam Abu Daqqa, y los periodistas Ahmed Abu Aziz y Moaz Abu Taha.
El Sindicato de Periodistas Palestinos calificó el ataque como “una guerra abierta contra los medios libres”, mientras que la relatora de la ONU, Francesca Albanese, instó a los Estados a “romper el bloqueo, imponer un embargo de armas y aplicar sanciones”. Albanese llamó a todos los periodistas del mundo a alzar la voz contra la masacre de sus valientes colegas palestinos mientras “documentan el genocidio”.
El Comité para la Protección de los Periodistas exigió que la comunidad internacional responsabilice a Israel por los “continuos ataques ilegales contra la prensa”.
Por su parte, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, calificó los bombardeos de “intolerables” y subrayó que los periodistas “deben ser protegidos en todas las circunstancias”. Alemania y España exigieron una investigación independiente y el secretario de Exteriores del Reino Unido, David Lammy, expresó estar “horrorizado” y pidió un alto al fuego inmediato.
Por otro lado, Türkiye, Qatar, Irán, Egipto y Arabia Saudí emitieron duras condenas, calificando la muerte de periodistas y trabajadores de salud como crímenes de guerra.
En la misma línea, la Organización de Cooperación Islámica, reunida en Yeda, consideró los ataques un atentado contra la libertad de prensa.