El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a criticar al Instituto Smithsonian –encargado de una serie de museos, bibliotecas, y centros de investigación y educativos en el país– por enfocarse demasiado en “lo mala que fue la esclavitud.
“El Smithsonian está fuera de control, donde todo lo que se discute es lo horrible que es nuestro país, lo mala que fue la esclavitud y lo poco que han logrado los oprimidos…”, escribió Trump en su red Truth Social.
Su mensaje se publicó una semana después de que funcionarios de la Casa Blanca informaran al Smithsonian que pronto enfrentaría “una revisión interna exhaustiva” de sus museos.
Trump dijo que pidió a sus abogados “revisar” lo que describió como contenido “woke” en los museos del instituto, prometiendo poner en marcha “el mismo proceso que se ha hecho con colegios y universidades, donde se han logrado avances enormes”.
El Smithsonian, fundado por el Congreso en 1846, supervisa actualmente 21 museos. Su financiamiento proviene en gran medida del gobierno federal.
El instituto ha sido blanco reiterado de la ira de Trump por resaltar lo que él considera “aspectos negativos” de la historia estadounidense, como el comercio transatlántico de esclavos africanos.
Los comerciantes europeos transportaron aproximadamente entre 12,5 y 15 millones de hombres, mujeres y niños africanos a través del Atlántico entre los siglos XVI y XIX. Generaciones enteras sufrieron opresión sistémica mientras contribuían de manera significativa a la economía estadounidense de mano de obra intensiva de la época.
Sin embargo, académicos e historiadores siguen siendo contundentes al reconocer los horrores de la esclavitud: el comercio transatlántico de esclavos fue “uno de los peores crímenes contra la humanidad” en los registros históricos.
Estos son cinco hechos que ilustran la magnitud del sufrimiento, la pérdida de vidas y la deshumanización sistémica que se extendieron durante generaciones
Migración forzada, muerte masiva
El comercio transatlántico de esclavos desplazó por la fuerza a millones de africanos durante más de 400 años, convirtiéndolo en una de las migraciones forzadas más grandes de la historia de la humanidad.
Según la base de datos del Comercio Transatlántico de Esclavos, al menos 12,5 millones de africanos fueron cargados en barcos, y aproximadamente 10 millones sobrevivieron a la migración forzada hacia las Américas.
El viaje de ida era mortal, con un estimado de 1,8 millones de muertes por enfermedades, desnutrición y condiciones inhumanas a bordo de los barcos de esclavos.
Por ejemplo, la masacre del Zong en 1781 reveló cómo más de 130 africanos esclavizados fueron arrojados al mar por una tripulación británica para cobrar un seguro.
Las condiciones en los barcos de esclavos eran espantosas: las personas eran encadenadas en bodegas estrechas y antihigiénicas, a menudo sin poder sentarse erguidas, con comida y agua mínimas.
El historiador Marcus Rediker describe el Middle Passage (Pasaje del Medio, en español) –otro nombre para el viaje forzado de africanos esclavizados a través del océano Atlántico – como una “mazmorra flotante”, plagada de viruela y otras enfermedades.
Violencia sistémica
El comercio transatlántico de esclavos estuvo marcado por la violencia, desde la captura en África hasta las ventas en las Américas.
Los africanos esclavizados enfrentaban azotes, marcas con hierro candente y mutilaciones. El “Code Noir”, que en español traduce “Código negro”, fue un documento legal francés de 1685, que permitía castigos severos, incluida la amputación de quienes intentaban escapar, mientras que las colonias británicas y españolas sancionaban de manera similar.
El linchamiento, aunque más asociado con la era posterior a la esclavitud, tuvo sus raíces en el periodo del comercio de esclavos, con ejecuciones públicas que aterrorizaban y suprimían cualquier signo de resistencia.
Por ejemplo, tras la Rebelión de Stono en 1739 en Carolina del Sur, donde africanos esclavizados se levantaron contra sus captores, al menos 20 rebeldes fueron ejecutados y sus cabezas exhibidas en estacas para disuadir futuros levantamientos.
La explotación sexual también era generalizada, con mujeres esclavizadas sometidas a violaciones por parte de los esclavizadores, como documenta Harriet Jacobs en su libro “Incidents in the Life of a Slave Girl”.
Familias destruidas, identidades borradas
El comercio transatlántico de esclavos destrozó familias y borró identidades culturales a una escala sin precedentes. Los africanos esclavizados eran capturados, a menudo durante incursiones o guerras, separados de sus familias y vendidos múltiples veces antes de llegar a las Américas.
El Museo Nacional de Historia y Cultura Afroestadounidense del Smithsonian muestra cómo los mercados de esclavos, como los de Charleston, Carolina del Sur, separaban a las familias, con niños, padres y cónyuges vendidos a diferentes plantaciones.
Un ejemplo es la venta que hubo en el siglo XIX de personas esclavizadas de las plantaciones jesuitas de Maryland, donde las familias fueron divididas sin tener en cuenta sus vínculos afectivos.
Esta destrucción también se extendió al patrimonio cultural.
Los africanos esclavizados de diversos grupos étnicos fueron despojados de sus lenguas, religiones y tradiciones. Los esclavizadores imponían nuevos nombres y prácticas cristianas, borrando los lazos ancestrales.
Explotación económica
La esclavitud fue central para el sistema económico del mundo atlántico.
Los africanos esclavizados eran tratados como mercancías, y su trabajo no remunerado alimentaba la riqueza de potencias europeas y estadounidenses a través de plantaciones de azúcar, algodón y tabaco.
Solo la Royal African Company transportó a más de 200.000 personas esclavizadas entre 1672 y 1731, generando enormes ganancias para la élite británica. En las Américas, el trabajo esclavo sostenía el crecimiento económico: las plantaciones de arroz de Carolina del Sur y los campos de tabaco de Virginia dependían completamente de esta explotación.
Este sistema económico reducía a los seres humanos a propiedad, subastándolos como ganado. “Poseer” esclavos enriquecía a los dueños y reforzaba una jerarquía racial que justificaba la crueldad.
Pero la desigualdad económica persiste hasta hoy.
Por ejemplo, el hogar blanco típico en Estados Unidos posee 9,2 veces más riqueza que el hogar negro típico, una brecha que los analistas atribuyen a la negación de oportunidades económicas a los afroestadounidenses durante la esclavitud.
Legado de trauma e inequidad
La abolición en el siglo XIX no borró las consecuencias de la esclavitud. El prejuicio racial se profundizó, dando lugar a las leyes de Jim Crow, promulgadas entre 1874 y 1975 para separar a personas blancas y negras en el sur de Estados Unidos.
Las separaciones familiares y la pérdida cultural también generaron traumas intergeneracionales, con descendientes de esclavizados enfrentando barreras económicas y sociales.
