Era guitarrista de rock y su amor por el ney turco le cambió la vida
CULTURA
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Era guitarrista de rock y su amor por el ney turco le cambió la vidaEn España, Hamza Castro reparaba máquinas de café y amaba el rock. Un día escuchó el ney, la flauta turca de caña, y su vida dio un giro. Hoy es embajador del ney en Occidente, un instrumento cuyo poder sanador está avalado por la ciencia.
Un día escuchó el ney, la flauta turca de caña, y su vida dio un giro: la historia de Hamza Castro. Gentileza Hamza Castro / Otros
hace 18 horas

Hasta los 30 años, Hamza Castro llevaba una vida muy diferente. Tocaba la guitarra en varias bandas: primero fundó In Situ y luego, en los ‘90, Hombres de Luz, uno de los cinco grupos más escuchados de Andalucía, España. Trabajaba en mantenimiento para una empresa de máquinas de café, gaseosas y chocolates. Sus días pasaban entre el rock, su esposa y la tienda. 

Jamás uno diría que aquel hombre, nacido en Granada, se transformaría en un maestro y referente del ney, la flauta tradicional de caña turca. Un músico que llegó a dar conciertos en España, Marruecos, Inglaterra, Túnez, Eslovenia, Sudáfrica. Incluso tocó a los pies de la tumba de Rumi, en Konya, el gran poeta y místico –lo llaman el Shakespeare de Oriente-, quien abrió las puertas al ney de la simbología espiritual de Oriente.

Todo comenzó con un congreso de misticismo en Tarragona, en 2002, donde se abordarían charlas sobre diferentes religiones. Castro no tenía expectativas respecto al evento. Sin embargo, un hombre salió a escena, citó a Rumi y proyectaron un vídeo con sus poemas musicalizados. Y aquí el detalle más importante: con el ney. Castro jamás había escuchado ese instrumento. 

Y ese día fue el último de su vieja vida. Allí quedó el guitarrista sepultado para siempre, y renació un hombre nuevo: Hamza Castro, el neyzen. 

“Fue la primera vez que escuché el ney”, evoca Castro en diálogo con TRT Español. “Fue un impacto muy fuerte. No me podía quedar de pie, así que me tuve que sentar en el suelo”.

Regresó a casa. Colgó la guitarra. Y dedicó los siguientes ocho años de su vida a conquistar ese instrumento tan sencillo y tan complejo a la vez. En 2013, descubrió que ya no podía aprender más por su cuenta y decidió volar a Konya, la capital del ney, que alberga a los mejores profesores del mundo, y donde descansan los restos del maestro Rumi. Pasó cinco años estudiando allí, y el sonido que había sembrado en largas jornadas en soledad, floreció de la mano de los instructores más destacados de Konya.

“Fui con pocos recursos y a la aventura. Mis amigos casi ni se enteraron y mi esposa siempre me apoyó. Aprender en Konya fue un antes y después en mi vida”, explica Castro. “Yo tenía un gran sonido que había desarrollado por los ejercicios en casa y por una impronta muy poderosa. Y mis maestros detectaron esa capacidad. Pero a la vez, tenía carencias técnicas importantes”.

En ese tiempo, Castro pasaba medio año en Konya aprendiendo y medio año en España trabajando y volcando en soplidos los resultados. Cada viaje era distinto. A veces, pasaba encerrado hasta diez horas con el profesor, y luego partía al hotel a practicar. Turismo y recreo, jamás.

El tiempo y la tenacidad lo convirtieron en músico estable en las actividades del ayuntamiento de Konya. Desde el 2018, lo convocaron de telonero del rito de giros sufís en el Centro Cultural de la ciudad. Y luego, formó parte del plantel de profesores de ney de escuela privada del ayuntamiento. Mientras tanto, se formaba en idioma turco en la universidad. Ya nada quedaba en él ni de rock, ni de la guitarra que había aprendido a los 18 en el servicio militar, ni de su vieja vida. El ney lo había borrado y transformado por completo.

A los pies de Rumi

Con el tiempo, Castro se hizo reconocido en Konya. Los medios retrataban el asombroso caso del español que tocaba el ney a la par de los grandes maestros de Türkiye. La historia de cómo nunca es tarde para aprender y cómo el hechizo del ney puede hacer milagros. 

Un día, su maestro en Konya, que nunca develaba sus planes, trajo ropa tradicional de los sufís mevlevíes. Lo vistió. Lo perfumó. Y le pidió que lo acompañe. Cuando quiso darse cuenta, Castro se descubrió en el centro de un concierto, a los pies de la tumba del legendario poeta Rumi. “Hoy”, le anunció su maestro, “tú tocarás conmigo”. Y así fue.

“Rumi es un faro de luz perpetua. Es pura inspiración. Es un ejemplo de belleza. Tocar junto a su tumba fue la experiencia más gratificante de mi vida”, se asombra aún hoy Castro. “He dado conciertos por medio mundo. He tenido experiencias bellísimas con el público. Pero estar cerca de Rumi fue, para mí, como llegar al pico del Everest”.

Embajador del ney

Desde entonces, desde que bajó de este Everest llamado Rumi, Castro se dedicó a divulgar el ney por todo el mundo. Lo convocaron bandas de jazz y blues, de música hindú, dio giras con el prestigioso guitarrista de la banda portuguesa Madredeus e hizo música para festivales en Granada. Y fue el único artista en tocar en el Museo de la Alhambra, en España. 

Editó en el 2012, en honor al periplo que lo llevó a Konya, “De Granada a Estambul”, un álbum premiado y conmovedor. El ney, de este lado del mundo, lleva su firma.

“Mis conciertos son muy íntimos. Es música espiritual improvisada y la reacción de la gente es hermosa. Me encanta cuando me vienen a contar lo que han sentido después del concierto”, relata Castro. “Hay gente que me cuenta que ha tenido viajes astrales. O regresiones a vidas pasadas. Gente que ha tenido visiones. Y todo eso me motiva para seguir”.

Castro no tiene dudas: el ney es uno de los instrumentos más sanadores que existen. El segundo, para ser exactos. “La voz humana es el instrumento más natural y sanador, pero el ney, según los maestros turco, está muy cerca. El ney tiene secretos, un sonido conmovedor y técnicamente es el más difícil de dominar. Y los demás instrumentos están muy lejos”, explica Castro. 

“Estudios científicos han demostrado que el sonido del ney, mediante escalas microtonales llamadas maqams, tienen efectos comprobados en una mejoría del estado físico y mental de quien lo escucha”.

Esa farmacia sonora le dio la idea de llamar a su último álbum As-Shafi, El Sanador. Uno de los nombres de Dios, en árabe. “La idea del disco surgió hace tres años, mientras buscaba en mis conciertos dar a conocer el ney por toda Europa. No encontré título más afín que ese: el Sanador. Llevo más de 15 años tratando de dominar este instrumento, y me inspiré en la música sufí otomana y de Al Andalus para hacerlo”.

Antes que sanar a los demás con su nuevo disco, el propio Castro necesitó remedio para su enfermedad. Contrajo Covid-19 durante un viaje a Países Bajos y los síntomas persisten al día de hoy. “Estuve al borde de la muerte. No fue chiste. Y el Covid-19 me dejó tres años sin poder tocar el ney. Este disco fue, para mí, una sanación”.

El álbum As-Shafi es la prueba de que Castro ha recuperado su conexión y, sobre todo, su soplido. “Este disco me hizo sentir más fuerte. Es que el ney me hace más creativo, pulcro, paciente, generoso. Me lleva a esforzarme más. Saca lo mejor de mí. Y me hace mejor persona”, concluye. “Y espero de todo corazón, que le suceda también a quienes me escuchen”.

FUENTE:TRT Español
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