AMÉRICA LATINA
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Brasil en la presidencia de los BRICS: oportunidades estratégicas para el futuro de la región
La presidencia de Brasil en los BRICS este año abre una puerta clave para América Latina. México, Colombia y Uruguay, tres invitados que podrían redefinir su proyección internacional.
Brasil en la presidencia de los BRICS: oportunidades estratégicas para el futuro de la región
Banderas de los BRICS / Getty Images
21 de abril de 2025

La presidencia de los BRICS en 2025 la asumirá Brasil por cuarta vez en su historia, ya lo hizo en Brasilia 2010, Fortaleza 2014 y Brasilia 2019. Pero este año, lo hace en medio de guerras, tensiones económicas e incertidumbre geopolítica crecientes.

Bajo el lema deFortaleciendo de la cooperación del sur global para una gobernanza más inclusiva y sostenible”, las expectativas en torno a la XVII cumbre de los BRICS son especialmente elevadas. No solo será la segunda vez que el grupo funcione plenamente bajo el formato ampliado BRICS+, sino que también marcará la incorporación de un nuevo miembro: Indonesia. Con diez miembros plenos y nueve estados asociados, este crecimiento sin precedentes consolida al bloque como un foro genuinamente interregional, con una identidad clara como expresión del sur global y un protagonismo creciente en asuntos interregionales.

Brasil y la tradición BRICS de articulación regional

El foro BRICS ha consolidado una práctica diplomática singular: el país anfitrión actúa como mediador entre el bloque y su entorno geopolítico inmediato. Esta tradición comenzó en la cumbre de Durban en 2013, cuando Sudáfrica invitó a líderes de la Unión Africana, estrechando los lazos del BRICS con el continente y promoviendo iniciativas de cooperación orientadas a la industrialización africana.

Brasil adoptó esta misma lógica en la cumbre de Fortaleza (2014), facilitando un encuentro entre los líderes del BRICS y los presidentes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). También ocurrió en Ufa, durante 2015, cuando Rusia promovió un acercamiento con la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la Unión Económica Euroasiática (UEE); mientras, en Goa (2016), India extendió una invitación a los países miembros de la Iniciativa de la Bahía de Bengala para la Cooperación Técnica y Económica Multisectorial (Bimstec). Sin embargo, en la cumbre de Brasilia (2019) esa dinámica de acercamiento regional no se replicó.

El entonces presidente Jair Bolsonaro se desmarcó de la Unasur y restó importancia a la integración latinoamericana. A ello se sumó la pandemia de COVID-19, que de 2020 a 2022 obligó a realizar las cumbres de forma virtual, desactivando temporalmente los diálogos presenciales con otras regiones.

A partir de 2023 esta tradición se ha reactivado. No obstante, el panorama político plantea nuevos desafíos pues investigaciones recientes muestran que América Latina se encuentra hoy entre las regiones más polarizadas del mundo. Gobiernos como el de Javier Milei en Argentina o Santiago Peña en Paraguay no solo han expresado su respaldo incondicional al presidente de Estados Unidos Donald Trump, sino que también han rechazado activamente los esfuerzos de concertación regional. Su postura quedó claramente evidenciada en la última cumbre de la CELAC, al manifestar su enérgico rechazo a la Declaración de Tegucigalpa, firmada por 30 de los 33 de los países participantes.

Ante este panorama, Brasil ha optado por un enfoque pragmático: invitar a gobiernos con afinidad progresista moderada al Gobierno de Lula y disposición al diálogo, con el objetivo de proyectar una voz latinoamericana cohesionada.

México, Colombia y Uruguay en el BRICS+, un movimiento geopolítico sin precedentes

Entre los países latinoamericanos invitados a la XVII Cumbre BRICS se encuentran México, con la presidenta Claudia Sheinbaum; Colombia, con Gustavo Petro; y Uruguay, con Yamandú Orsi. Sin duda, esto representa un movimiento geopolítico inusitado en América Latina pues se trata de tres naciones tradicionalmente más alineadas con Estados Unidos, que nunca habían mostrado interés directo en el BRICS.

En el caso de México, la guerra comercial impulsada por Donald Trump —que incluyó a sus propios socios y vecinos norteamericanos— ha evidenciado la vulnerabilidad de su política exterior. Actualmente, más del 80 % de las exportaciones mexicanas se dirigen a ese país, y una parte significativa de la inversión extranjera directa también proviene del norte, generando una alta dependencia. Además, con la revisión del T-MEC prevista para 2026, México necesita llegar con mejores cartas de negociación. 

En caso de que alguna de las partes rechace su extensión, el tratado establece revisiones anuales hasta su eventual terminación. Así, aunque el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador rechazó la adhesión al BRICS por razones económicas, de vecindad y de geopolítica, el nuevo escenario en América del Norte exige una reevaluación. En este sentido, contar con canales de diálogo y cooperación con el BRICS+ permitiría al gobierno de Claudia Sheinbaum diversificar socios, ampliar el margen de autonomía y fortalecer la posición mexicana.

Colombia se encuentra en una situación similar. Su relación privilegiada con Estados Unidos —principal socio comercial, militar y en cooperación en seguridad desde la firma del Plan Colombia en 2000— ha limitado históricamente su margen de maniobra para diversificar alianzas. Este patrón comenzó a cambiar con la llegada de Gustavo Petro a la presidencia en 2022, quien ha impulsado una política exterior más autónoma, con énfasis en la integración regional y la multipolaridad. 

A pesar de estos avances, Colombia aún se encuentra rezagada en comparación con otros países latinoamericanos en sus vínculos con potencias emergentes. Por ello, la invitación a la cumbre de los BRICS representa una oportunidad extraordinaria para diversificar alianzas y explorar espacios multilaterales más allá del eje tradicional con Washington.

Uruguay enfrenta una coyuntura estratégica particular en el Cono Sur. Como la economía más pequeña de la región y sede institucional del Mercosur, ha mantenido históricamente una política exterior basada en el multilateralismo, la apertura comercial y la estabilidad institucional. Sin embargo, la creciente volatilidad en algunos de sus principales socios comerciales —Brasil, Argentina y Estados Unidos— ha generado incertidumbre. Los giros nacionalistas de Jair Bolsonaro y Javier Milei han debilitado la cohesión del Mercosur, mientras que la polarización política de Donald Trump plantea nuevos riesgos en la relación bilateral con Estados Unidos. En este contexto, la reciente llegada a la presidencia de Yamandú Orsi, dirigente de izquierda con perfil moderado y apertura al diálogo internacional, ofrece a Uruguay una oportunidad para recalibrar su estrategia exterior.

BRICS+ en Río: una oportunidad para reimaginar la inserción lationamericana

La cumbre de Río 2025 podría marcar un punto de inflexión: el momento en que los BRICS pasen de ser un espacio de coordinación diplomática a una plataforma funcional del sur global. No obstante, Brasil enfrenta varios retos complejos.

Primero, impulsar un sistema de membresía flexible —con miembros plenos, asociados y observadores sectoriales— que permita ampliar la participación sin comprometer la cohesión. Segundo, evitar que el bloque se “asiatice” aún más, considerando que ya seis de sus diez miembros plenos son asiáticos (si se incluye entre ellos a Rusia, país bicontinental). Tercero, superar la trampa de un regionalismo sin región, articulando intereses latinoamericanos concretos sin depender de estructuras institucionales hoy paralizadas.

Pero quizás el desafío más delicado será capitalizar políticamente esta coyuntura sin caer en personalismos. Si la cumbre se convierte en un acto centrado únicamente en la figura de Lula —quien podría no postular a las presidenciales de 2026—, perderá legitimidad.

La presidencia brasileña en el BRICS+ debe servir como plataforma para consolidar nuevos liderazgos brasileños y regionales, capaces de proyectar esta agenda más allá del presente gobierno. Solo así Brasil podrá garantizar una transformación duradera y un lugar relevante para América Latina en el mundo multipolar que emerge.

 


FUENTE:TRT Español
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