“Este es un espacio de libertad”, declara Yara Duani a TRT Español desde la granja Om Sleiman, una cooperativa de Agricultura Apoyada por la Comunidad (AAC) situada en la aldea palestina de Bi’lin, Cisjordania ocupada. “Teniendo en cuenta la ubicación de la granja, y el hecho de que está bajo control militar israelí, esta es una paradoja difícil de ignorar”.
A escasos metros, el muro del apartheid se impone en el horizonte, cortando el paisaje. Tras varios metros de alambre de espinos, se levanta el asentamiento israelí de Modi’in Illit, una urbanización de enormes proporciones. “Es un monstruo gigante”, describe Yara, aludiendo al complejo que prácticamente engulle a la granja.
Om Sleiman se encuentra en la denominada Área C, la zona de Cisjordania ocupada que, desde los Acuerdos de Oslo de 1993, permanece bajo control civil y militar exclusivo de Israel. Aquí, los palestinos deben enfrentarse a un laberinto de restricciones en el uso de la tierra, de la construcción y de la circulación, que afecta todos los aspectos de su vida cotidiana.
La granja, de 1,4 hectáreas, fue cofundada en 2016 por Mohammed Abujayyab y Muhab Al-Alami. Dos años después, en 2018, se incorporó Yara Duani, quien actualmente codirige el proyecto con su compañero y también codirector, Raghad Shtewi. Juntos lideran las distintas iniciativas educativas y comunitarias que se desarrollan en el lugar.
Además de Yara y Raghad, el equipo lo completan tres personas encargadas de la gestión administrativa, el cultivo de hierbas y el mantenimiento de infraestructura. A este núcleo se suman regularmente voluntarios locales e internacionales que colaboran en las tareas cotidianas del espacio.
Gracias a este esfuerzo colectivo, la granja se ha consolidado como mucho más que una fuente de producción agrícola. Aunque en ella se cosechan alimentos sin químicos para hasta 30 familias que apuestan por el consumo local, también funciona como un centro educativo en el que se imparten talleres medioambientales, programas de agricultura comunitaria y prácticas de bioconstrucción.
Pero su valor más significativo es otro: ofrecer un espacio seguro y excepcional donde los palestinos pueden encontrarse, formarse y mantener viva su relación con la tierra. Nueve años después de su creación, Om Sleiman se ha convertido en un símbolo de la agricultura resiliente y en un referente para el movimiento agroecológico en la región. Lo más valioso, sin embargo, es que ha sabido ganarse la confianza de la comunidad local.
“Creo que nuestra relación con la aldea se fue dando de forma natural. No fue algo impuesto durante el primer año”, cuenta Yara. Nacida en Jerusalén, al igual que el cofundador Muhab, y junto a Raghad, oriundo de Tulkarm, el equipo fue tejiendo lazos con los vecinos de Bi’lin poco a poco, con paciencia y compromiso.
Agricultura resistente
El camino de Yara Duani hacia la agricultura comenzó de forma inesperada en 2017, durante un curso de permacultura celebrado en Marda, en la región de Nablus. Fue nadadora profesional y estudió gestión deportiva en Barcelona antes de regresar a su ciudad natal, donde trabajaba como coordinadora de juventud.
Aquel curso intensivo de dos semanas marcó un punto de inflexión en su vida. “Sentí de verdad que esto era lo que quería hacer, especialmente después de haber dejado la natación”, recuerda.
Impulsada por esa nueva vocación, pasó ocho meses como voluntaria en distintas granjas de España, donde se empapó de prácticas agrícolas sostenibles. Pero su regreso a Palestina no solo trajo consigo conocimientos técnicos, sino una visión mucho más amplia sobre el papel transformador de la agricultura comunitaria.
“Mi idea era crear un centro donde los palestinos (y también otras personas) pudieran venir a aprender”, explica Duani. “No se trata solo de cultivar alimentos, sino de generar espacios de aprendizaje, oportunidades de voluntariado y una forma de vida”.
Su plan incluía desde técnicas de bioconstrucción, cultivo de setas y captación de agua de lluvia hasta iniciativas de biodiversidad y reforestación. Todo ello como parte de un proyecto demostrativo integral donde la población palestina pudiera experimentar con modelos de vida más sostenibles.
Esta visión encontró un eco inmediato en Muhab Al-Alami, cofundador de la granja Om Sleiman, a quien Duani conoció a su regreso. Al descubrir que compartían el mismo objetivo de crear un espacio de permacultura con fuerte arraigo comunitario, Duani se sumó a la granja, que terminaría por convertirse en la materialización de sus aspiraciones por una agricultura resiliente y transformadora.
Desafíos diarios
Si bien la visión de Duani para la granja era ambiciosa, la realidad de operar bajo la ocupación presenta constantes obstáculos. La ubicación en el Área C somete todas las actividades a la supervisión militar israelí, donde soldados con rifles de francotirador mantienen múltiples puestos de observación a lo largo del cercano muro del apartheid.
"Se puede pensar que está bien tener soldados delante con francotiradores todo el tiempo porque no te disparan, pero eso no está bien", afirma. "Se puede creer que es normal que los soldados disparen a solo 50 metros de ti. Pero no es normal".
El control militar va más allá de la presión psicológica y llega a interferir con las operaciones de la granja. Las autoridades israelíes emitieron una orden de suspensión de obras en 2016, justo cuando los fundadores estaban construyendo infraestructura básica como una tienda de campaña y un invernadero. Más recientemente, las fuerzas demolieron una de sus zonas de descanso en enero de 2024.
La situación se ha deteriorado aún más desde octubre de 2023, cuando secciones de la granja se volvieron inaccesibles debido a su proximidad al muro. Al igual que las comunidades palestinas en los territorios ocupados, la granja también enfrenta restricciones regulares de agua que dificultan las operaciones agrícolas.
Las construcciones israelíes cerca de Om Sleiman plantean riesgos adicionales. Hace dos meses se produjo un incendio cuando trabajadores israelíes construían una valla en el muro que rodea la granja. "Si no hubiéramos estado en la granja, lo habríamos perdido todo. Toda la montaña que nos rodea está quemada", relata Duani.
Superar el miedo
La cercanía del muro, sumada a episodios en los que soldados israelíes abrían fuego contra cualquier vehículo que se aproximara, sembró el terror entre los habitantes de Bi’lin. Muchos, paralizados por el miedo, dejaron de acudir a la zona donde se encuentra la granja. Incluso la cosecha de aceitunas (una actividad vital para la economía local) fue abandonada en sus alrededores.
“Al principio, después de octubre (de 2023), nadie quería acercarse a la zona de la granja. Estaban aterrorizados, asustados, porque estamos muy cerca del muro y suele haber soldados israelíes”, relata Yara Duani.
Sin embargo, la perseverancia del proyecto ha empezado poco a poco a revertir esa situación. “Creo que logramos superar el miedo que tanto había traumatizado a la comunidad, porque ahora hay gente del pueblo que viene a trabajar con nosotros”, añade. “Hemos conseguido influir no solo en la tierra y en su regeneración, sino también en el ánimo del propio pueblo”.
Este espíritu de resistencia ha provocado un efecto dominó en toda la localidad. Los vecinos han comenzado a regresar a la granja para colaborar, y agricultores de zonas cercanas, cuyos olivares llevaban años abandonados, están recuperando el interés por trabajar sus tierras.
Aun así, Duani no pierde de vista el contexto en el que desarrollan su labor. “Que un soldado no venga directamente a asfixiarme no significa que no estemos viviendo bajo amenaza, violencia y una opresión constantes”, sentencia.
Resiliencia comunitaria
Los cortes de agua, las demoliciones y las operaciones militares forman parte del día. Aun así, Yara Duani ha creado un espacio que funciona no solo como proyecto agrícola, sino como símbolo de resistencia y perseverancia.
A la sombra del muro que separa la granja del asentamiento, en un entorno marcado por la ocupación, en Om Sleiman se cultivan mucho más que hortalizas: allí brotan la confianza de la comunidad, el conocimiento ecológico y una silenciosa pero firme afirmación de que la vida palestina continúa (y seguirá creciendo) a pesar de quienes intentan sofocarla.