¿Qué están comiendo los palestinos en Gaza en medio de la devastadora hambruna impuesta por Israel?
GENOCIDIO EN GAZA
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¿Qué están comiendo los palestinos en Gaza en medio de la devastadora hambruna impuesta por Israel?En Gaza, el hambre se ha convertido en un arma de guerra. Con escasez de alimentos, precios desorbitados y una ayuda humanitaria incierta, los padres les mienten a sus hijos sobre la siguiente comida, solo para intentar sobrevivir con dignidad.
En Gaza, el hambre no es una sensación momentánea, sino que el hambre forzada es una realidad diaria para más de dos millones de personas. / TRT World
29 de julio de 2025

Cuando la mayoría de las personas habla de hambre, se trata de algo pasajero: un rugido en el estómago antes del almuerzo, la incomodidad de no desayunar. Pero en Gaza, el hambre no es una sensación efímera sino una realidad diaria que sufren más dos millones de personas. Es una hambruna forzada, impuesta por el asedio israelí, agravada por el desplazamiento y agudizada por los brutales bombardeos.

La ocupación israelí no solo mata con ataques y explosivos: aniquila lentamente a través del estómago. Asesina mediante las filas, mediante la erosión de la dignidad, convirtiendo el pan en un campo de batalla y una simple lenteja en un lujo.

Las masacres en los centros de distribución de alimentos en Gaza se perpetran casi a diario. La ONU confirmó que, hasta el 13 de julio, 875 palestinos habían sido asesinados mientras intentaban conseguir algo de comida: 201 en rutas de ayuda y el resto en lugares de distribución. Miles más han resultado heridos.

El hambre en Gaza no se limita a una falta de calorías, también es humillación.

Khaled Hamdan, un exempleado de construcción de 39 años, solía vivir en el barrio Zeitoun de la Ciudad de Gaza. Después del 7 de octubre de 2023, fue desplazado a una tienda de campaña en el distrito de Rimal, oeste del enclave. Ahora desempleado depende de la ayuda de familiares que viven en el extranjero. “El pan ya no es pan”, dice. “Es una batalla”.

En esta economía de las escasez, las personas son forzadas a tomar decisiones imposibles. Racionan alimentos, se saltan comidas y buscan lo que pueden.

“¿Nuestra comida diaria? Usualmente es solo una. Un trozo de pan duro con un poco de aceite, o falafel. Este plato, antes tan común, se ha convertido en el refugio del pobre”, contó Hamdan a TRT World.

Además, relata su visita a un centro de distribución de harina cerca de la frontera, donde la supervivencia ya no es instintiva, sino heroica.

El hambre se infiltra en el cuerpo, atacando órgano tras órgano. La visión borrosa, a menudo atribuida a cámaras inestables, tiene aquí otras causas. La gente lucha por ver claramente, no solo por una enfermedad, sino por el hambre.

“Hace unos días estaba ayudando a mi hija a repasar sus libros antiguos para que no olvidara lo aprendido, ya que hace dos años que no puede ir a la escuela. Pero no podía leer las palabras. Mi vista ha empeorado. Es el hambre. La privación. La ocupación nos está matando de hambre”, afirmó .

El hambre en Gaza no solo consume el cuerpo. Apaga la mente, interrumpe el sueño y silencia el futuro. En los campamentos, las personas caminan lentamente, con movimientos pesados, los espíritus apagados. No hay planes. No hay ambiciones. Solo una pregunta: ¿de dónde comeremos mañana?

Incluso los sueños, dice Hamdan, están marcados por el hambre: “A veces sueño con una gran comida, un plato lleno de carne y pan. Pero me despierto con más hambre que antes. Dormir ya no es descanso, es una extensión de la privación”.

Sus hijos a menudo le piden cosas que no puede darles. “Finjo que no existen en los mercados, pero sí están. Miento porque no puedo pagarlas. Y ellos lo saben. Lo veo en sus ojos”, expresa.

El Programa Mundial de Alimentos advierte que las condiciones actuales han hecho casi imposibles las operaciones humanitarias. La hambruna deliberada de civiles como método de guerra constituye un crimen de guerra.

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Huevos prohibitivamente caros

La mayoría de palestinos en Gaza sobrevive a base de falafel, que alguna vez representó un placer simple y ahora es un medio de supervivencia.

Algunas familias intentan preparar sumaqqiya, un guiso tradicional con acelgas, garbanzos y tahini, pero ahora lo hacen sin carne, y muchas veces sin tahini.

En otros hogares, el menú consiste en poco más que sopa aguada o frijoles enlatados.

Estas comidas son insuficientes para sostener el cuerpo, e incluso pueden causar daños a largo plazo. Pero pocos pueden permitirse pensar en un futuro más allá de mañana. El objetivo es simple: llegar al día siguiente.

La fruta también se ha vuelto una fantasía.

Un kilo de higos cuesta ahora 40 dólares. Uvas: lo mismo. Una sola sandía se vende por 20 dólares. “Prohibidas”, dicen algunos, medio en broma.

Los huevos se han vuelto tan escasos que son considerados un manjar. Un solo huevo puede costar hasta 7 dólares. “Quien compra un huevo hoy, está comprando oro”, señaló con una risa amarga un hombre desplazado.

La privación alimentaria ha provocado una crisis secundaria: mareos. No son causados por enfermedades, sino por la hambruna. La gente se detiene en medio del camino para recuperar el equilibrio, vencida por la debilidad.

Casi medio millón de personas, aproximadamente 470.000, el 22% de la población de Gaza, enfrenta una amenaza inminente de hambruna.

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‘Las lentejas ya no son para los pobres’

Amina al-Sousi, de 32 años, perdió a su esposo Musab en un bombardeo israelí. Ahora vive con sus tres hijos en una tienda de campaña en el oeste de Gaza.

“Hemos estado viviendo a base de lentejas desde que empezó la ofensiva. Era lo único que podíamos comprar o recibir como ayuda. ¿Y ahora? Las lentejas se han vuelto demasiado caras”, contó a TRT World.

Incluso un simple plato de sopa es como un sueño. “A veces cocino sumaqqiya sin carne, solo para que mis hijos sientan que comemos algo de antes del desplazamiento. ¿Pero la verdad? Es que vivimos de la nada”, añadió.

Describe noches de impotencia, viendo a sus hijos llorar por comida que no puede darles.

“Mis hijos han llorado frente a mí durante días, pidiéndome pan que no puedo darles. Mi corazón se rompió cuando una de mis hijas me dijo: ‘Mamá, no quiero morir de hambre’. Mi otra hija pregunta: ‘¿Por qué nos morimos de hambre mientras el mundo come normalmente?’ ¿Cómo le respondo?”.

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‘Compro harina todos los días por 70 shekels’

Mohammed al-Hajjar, de 45 años, es un hombre delgado y de mirada hundida, que solía trabajar como agricultor en el norte de Gaza. Su granja fue destruida en las primeras semanas de la ofensiva israelí. Hoy sobrevive empujando un pequeño carrito con mercancías, ganando lo justo para comprar harina.

Rodeado de familiares de ojos vacíos, le explicó a TRT World: “Cada día compro una bolsa pequeña de harina por 70 shekels, unos 20 dólares. No es suficiente para mi familia numerosa. No tenemos carne, arroz ni siquiera vegetales. Vivimos solo de pan. Algunos días, agregamos falafel si podemos pagarlo. La ocupación no solo quiere matarnos de hambre, quiere convertirnos en seres sin valor, que solo buscan harina para seguir vivos”.

Y añadió: “Mi estómago nunca está lleno. Lo que como no me da fuerzas. Comemos duqqa (una mezcla de trigo y especias) o un poco de arroz cuando las cocinas benéficas lo distribuyen. Cuando las cocinas dejan de hacerlo, pasamos días miserables, sobreviviendo sólo con duqqa o guisantes enlatados que guardé para emergencias”.

Con el tiempo, el cuerpo deja de resistir. La desnutrición ha provocado la propagación de enfermedades. Los niños, en particular, se han vuelto más vulnerables. Algunos han perdido un tercio de su peso corporal. Las infecciones estomacales y los problemas respiratorios son frecuentes.

Según datos de salud de varias agencias, los casos de diarrea acuosa aguda entre palestinos han aumentado un 150%, la diarrea con sangre un 302% y la ictericia aguda un 101%, saturando el ya devastado sistema de salud de Gaza.

Al-Hajjar agregó: “Por el hambre y la mala alimentación, dos de mis hijos tienen infecciones estomacales. Sufren día y noche. Están en los huesos. Si no morimos por las bombas, moriremos de hambre. Es repugnante”.

Por su parte, Al-Sousi contó lo mismo: “Mi hijo menor no deja de toser. El médico dice que necesita una dieta equilibrada. ¿Equilibrada? No hay leche, ni fruta, ni proteína. Ni siquiera la medicina sirve cuando el cuerpo no tiene nada con qué sostenerse. A veces lloro en silencio. Sus rostros están amarillos por la anemia. Me llevo las manos a la cabeza para calmar el miedo”.

Esta “dieta” pobre, los alimentos enlatados caducados, las comidas sin proteínas y la ausencia de alimentos frescos han convertido los cuerpos en focos frágiles de enfermedad. Se propagan infecciones respiratorias, enfermedades de la piel y desnutrición aguda.

Las enfermedades transmitidas por el agua han aumentado casi un 150% en solo tres meses, mientras Israel continúa bloqueando deliberadamente la entrada de ayuda humanitaria.

En otras partes, el falafel puede ser un aperitivo callejero y la sumaqqiya un plato festivo. En Gaza, estos alimentos son memoria y resistencia. El hambre aquí no es una desgracia. Es algo deliberado.

La lógica es simple: si un palestino pasa el día buscando un trozo de pan, no tendrá tiempo para buscar una patria.


FUENTE:TRT Español y agencias
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