CONFLICTO ISRAEL-IRÁN
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Israel sí puede tener un arma nuclear, pero Irán no: la hipocresía del orden internacional
Se cree que Israel posee un arsenal nuclear, aunque no lo reconoce oficialmente. Al mismo tiempo, Irán es castigado a pesar de respetar las normas globales.
Israel sí puede tener un arma nuclear, pero Irán no: la hipocresía del orden internacional
La instalación iraní de Piranshahr (AP). / AP
hace 9 horas

El 13 de junio, Israel lanzó contra Irán un ataque no provocado con el objetivo no solo de destruir el programa nuclear de Teherán, sino también de provocar un posible cambio de régimen en el país.

Entre las cientos de víctimas en Irán se encuentran más de dos decenas de científicos nucleares y más de 20 altos mandos militares, incluido el jefe del Estado Mayor y el comandante de la Guardia Revolucionaria.

Teherán ha respondido a los ataques apuntando contra bases militares israelíes, y disparando cientos de misiles y drones que lograron penetrar el tan aclamado sistema de defensa Domo de Hierro del estado sionista.

Durante décadas, Israel ha alertado —especialmente a Estados Unidos y a sus aliados occidentales— sobre las ambiciones nucleares de Irán. Sin embargo, este episodio representa una de las mayores ironías en las relaciones internacionales.

Desde hace tiempo, se sospecha que Israel puede tener armas nucleares, aunque nunca lo ha reconocido oficialmente. Y, además, se ha negado sistemáticamente a adherirse al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).

Paradójicamente, Tel Aviv busca desmantelar el programa nuclear de Irán, un país que sí ha firmado el TNP y permite inspecciones internacionales.

Este comportamiento beligerante de Israel no es nuevo. En 1981 y 2007, destruyó los reactores nucleares de Iraq y Siria, respectivamente. En ambas ocasiones, la comunidad internacional guardó silencio, sin sancionar a Israel ni impedir futuras agresiones.

Instalaciones secretas de Israel y la presión de Kennedy


Seymour Hersh detalló en su libro “The Samson Option”, publicado en 1991, cómo Israel desarrolló un programa nuclear desde la década de 1950 con muy poca supervisión, salvo por cierta presión que a principios de los años 60 ejerció el entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy.

En 1960, Estados Unidos descubrió la instalación nuclear israelí de Dimona a través de inteligencia y vigilancia aérea. Israel alegó primero que se trataba de una planta textil y luego dijo que era un reactor de investigación.

FOTO: Se cree ampliamente que la instalación de Dimona, envuelta en un extenso secretismo, alberga cientos de ojivas nucleares.

Kennedy, un firme opositor a la proliferación nuclear, consideraba las actividades nucleares secretas de Israel como una amenaza a la estabilidad global.

Entre 1961 y 1963, exigió inspecciones regulares de EE.UU. en Dimona, y envió varias cartas al entonces primer ministro israelí David Ben-Gurion exigiendo transparencia.

En abril de 1963, Kennedy advirtió que el apoyo estadounidense podría estar en peligro si no se cumplían esas condiciones. Ben-Gurion dimitió repentinamente sin responder. Su sucesor, Levi Eshkol, demoró y evitó inspecciones completas.

Martin Sandler, destacado historiador estadounidense y experto en la era Kennedy, ha sugerido —tras revisar extensamente documentos de la época— que el Mossad de Israel orquestó el asesinato de Kennedy para frenar la presión estadounidense.

Tras su muerte, su sucesor Lyndon B. Johnson flexibilizó las exigencias, permitiendo que el programa nuclear de Israel continuara sin trabas.

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Pruebas sobre el arsenal nuclear oculto de Israel


Aunque Israel nunca ha declarado oficialmente su arsenal nuclear, hay pruebas abrumadoras que confirman su existencia. La evidencia más concluyente llegó en 1986, cuando el técnico nuclear israelí Mordejai Vanunu filtró fotos y detalles técnicos del programa al diario The Sunday Times.

Expertos concluyeron que Israel tenía al menos 100 ojivas nucleares para mediados de la década de 1980. Además, informes de inteligencia, imágenes satelitales y testimonios de informantes han confirmado esta capacidad nuclear.

El expresidente de EE.UU. Jimmy Carter y el exsecretario de Estado Colin Powell incluso reconocieron públicamente el arsenal nuclear israelí.

Los analistas estiman que actualmente Israel posee entre 100 y 400 ojivas nucleares, además de sistemas de lanzamiento por misiles, submarinos y aviones.

Pese a ello, Israel nunca ha enfrentado sanciones. Cuando el TNP se hizo permanente en 1995, países de la región como Egipto lo aceptaron bajo la promesa de EE.UU. de que Israel iba eventualmente a adherirse. Eso nunca ocurrió, ni se ejerció presión para que así fuera.

Desde 1974, Irán, Egipto y otros países de la región han propuesto crear una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio. Durante más de 40 años, la Asamblea General de la ONU ha ratificado esta postura con un amplio respaldo. Irán ha apoyado esta política, mientras que Israel la ha ignorado o rechazado sistemáticamente.

La hipocresía de Occidente


Como signatario del TNP, Irán tiene prohibido desarrollar armas nucleares, pero conserva el derecho a utilizar la energía nuclear con fines pacíficos. Bajo la estricta supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), las instalaciones nucleares iraníes han sido inspeccionadas miles de veces, sin que se haya encontrado evidencia concluyente de militarización.

Los inspectores del OIEA han realizado miles de visitas a las instalaciones nucleares de Irán, a diferencia de Israel, que permanece fuera del alcance de supervisión del organismo.

En 2015, Irán firmó el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) con seis potencias mundiales, comprometiéndose a limitar el enriquecimiento de uranio, reducir su reserva nuclear y permitir rigurosas inspecciones. Expertos coinciden en que este acuerdo retrasó los avances nucleares de Irán a más de un año.

Las acusaciones de Israel y de varios funcionarios de EE.UU. sobre un supuesto programa secreto iraní para fabricar armas nucleares siguen sin pruebas concluyentes. Incluso el “archivo atómico” obtenido por el Mossad en 2018 no logró demostrar la existencia de un programa activo de armas.

Las Evaluaciones Nacionales de Inteligencia de Estados Unidos desde 2003 han concluido que Irán detuvo su programa de armas nucleares en ese mismo año y no lo ha reanudado.

De hecho, en marzo de 2025, la directora de inteligencia nacional de EE.UU., Tulsi Gabbard, afirmó que Irán no está creando un arma nuclear. Teherán no ha desarrollado ni probado ojivas, sistemas de lanzamiento ni detonadores, elementos esenciales para un programa armamentístico.

Un aspecto crucial es que la oposición de Irán a las armas nucleares está basada en convicciones religiosas y morales. El líder supremo del país, Alí Jameneí, emitió en 2003 una fatua por escrito, que declaró que las armas nucleares están prohibidas por el islam, postura que ha reiterado en múltiples ocasiones.

La hipocresía del sistema internacional es evidente: mientras Israel permanece fuera del TNP, mantiene un arsenal nuclear secreto y no enfrenta sanciones, Irán, un miembro transparente y cooperativo del tratado, es sometido a sanciones y amenazas militares.

No hay evidencia de que Irán esté desarrollando armas nucleares. Sin embargo, la agresión actual iniciada por Israel, con el apoyo de EE.UU. y sus aliados, podría generar un cambio en la política iraní.

La irónica lección —que Corea del Norte aprendió hace tiempo— es que poseer armas nucleares puede ser el único disuasivo eficaz contra el cambio de régimen y la agresión extranjera.

Si Irán hubiera tenido un arma nuclear, es poco probable que hubiese sido atacado o que su existencia hubiera sido amenazada. Después de décadas de moderación, ¿prevalecerá finalmente la lógica de la disuasión nuclear? Eso dependerá del resultado del conflicto en curso.

Si los objetivos de Israel fracasan, es más probable que Irán mantenga su postura actual como Estado no nuclear.

De lo contrario, muchos países en el mundo podrían concluir que, para sobrevivir en el sistema internacional actual, la mejor política es poseer un arma de alto poder disuasivo.

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