Separados por el estrecho de Bering, donde la distancia mínima entre los territorios de Estados Unidos y los de Rusia es de tan solo 3,8 kilómetros, el lugar más cercano entre ambos países es la helada Alaska.
Un detalle estratégico que tuvieron en cuenta el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, al elegirla como punto de encuentro para su cumbre este viernes 15 de agosto. Los sitúa en un punto medio del mapa para la que será la primera reunión entre jefes de Estado de estos dos países desde junio de 2021, cuando el entonces mandatario de EE.UU. se reunió con Putin.
"Rusia y Estados Unidos son vecinos cercanos y comparten una frontera común”, señaló Yuri Ushakov, asesor presidencial ruso. “Parece lógico que nuestra delegación simplemente cruce el estrecho de Bering y que la importante y esperada cumbre de líderes de ambos países se celebre precisamente en Alaska”, añadió.
Sin embargo, elegirla también tiene un peso significativo para ambos países. En 1867, Estados Unidos compró Alaska al zar ruso Alejandro II. En ese momento desembolsó 7,2 millones de dólares –el equivalente a más de 156 millones de dólares de hoy– al gobierno imperial de Rusia para adquirir 151 millones de hectáreas de tierra. Será en ese territorio donde Trump y Putin analicen soluciones para el conflicto en Ucrania.
Luego, por supuesto, están las razones legales de dicha elección. Para llegar al encuentro con el presidente Trump, Putin no tendrá que sobrevolar ningún otro país. Con una orden de arresto de la Corte Penal Internacional en su contra, esto podría representar una situación, como mínimo, incómoda. Y la solución para esto es, nuevamente, la fría Alaska.
De este modo, además, Putin visita territorio perteneciente a Estados Unidos. Y esto le permitiría extender de forma recíproca una invitación a Trump a Rusia. Una propuesta que, según fuentes, ya se planteó.
Por si fuera poco, en Alaska, los intereses rusos y estadounidenses tanto comerciales como geográficos, con el Ártico de por medio, se sobreponen. Y, más que simbólicamente, sin Europa de por medio.
Europa y sus intereses quedan muy apartados de Alaska. Tanto es así, que ningún líder europeo ha sido invitado a la reunión. Y es dudoso siquiera que asista el propio presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy.
Una muestra más de que Washington, en verdad, considera Ucrania y todo lo que involucra el conflicto, un proxy en su guerra con Rusia.
El vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, lo anticipó públicamente este domingo: el acuerdo que propondrán Trump y Putin, tras la parada en Alaska, no será del agrado de todos.
Desde Washington seguramente se hicieron concesiones previas para que, tras la reunión de tres horas y media entre Steve Witkoff, enviado de Trump a Medio Oriente, y Putin del pasado 6 de agosto en Moscú, este finalmente haya accedido a la cumbre. Un encuentro impulsado con el objetivo de presionar por un alto el fuego, poco antes de vencer el ultimátum de 10 días impuesto por Trump para que El Kremlin acabe con la guerra o pague consecuencias económicas.
En la agenda del encuentro en Alaska está la cuestión territorial y la neutralidad de Ucrania para llegar a un acuerdo. Trump ha dicho que ambos tendrán que intercambiar “tierra por paz”. Esto, en los papeles, significa que Ucrania cedería territorio ucraniano a Rusia, y a cambio, esta se retiraría de territorio ocupado.
Si Washington y Moscú llegan a un acuerdo y ponen fin al conflicto, esto podría alterar significativamente el futuro de Ucrania en la guerra con Rusia. Pero también el equilibrio geopolítico con China y los BRICS.
