Cuando Tailandia y Camboya chocaron la semana pasada a lo largo de su disputada frontera, los analistas no tardaron en rastrear las tensiones hasta el legado colonial de las potencias occidentales, principalmente Francia y el Reino Unido, que una vez dominaron la región.
Solo unas semanas antes, en mayo, India y Pakistán, países vecinos, mantuvieron un conflicto de seis días por la disputada región de Jammu y Cachemira. También se trata de un legado del colonialismo: ambos países formaron parte del Raj británico y sus fronteras fueron trazadas por cartógrafos imperiales.
La Línea Radcliffe, nombrada en honor al abogado británico Cyril Radcliffe, dividió el subcontinente en dos vecinos enfrentados que han librado cuatro guerras por ese territorio en siete décadas.
Al igual que en Asia, las huellas coloniales se encuentran en gran parte del mapa político moderno.
Desde América hasta África y Oriente Medio, muchas fronteras no fueron trazadas por los habitantes de esas tierras, sino por potencias lejanas —Francia, Reino Unido, España, Italia, Países Bajos— más interesadas en la conveniencia imperial que en la cohesión étnica o cultural.
El carácter arbitrario de las fronteras africanas y las turbulentas divisiones en Oriente Medio también son fruto de los proyectos coloniales británicos, franceses, holandeses, italianos y españoles, desde Marruecos hasta Iraq, Kuwait, Eritrea y Sudáfrica.
Entre las potencias coloniales occidentales, el Reino Unido y Francia —dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU— desempeñaron un papel destacado en el trazado de las fronteras internacionales.
“El reparto anglo-francés del espacio colonial es una herencia geográfica significativa: casi el 40% de la longitud total de las fronteras internacionales actuales fue trazada por el Reino Unido y Francia”, escribió el académico estadounidense William F. S. Miles en su libro Scars of Partition: Postcolonial Legacies in French and British Borderlands.
Miles no estuvo disponible para hacer comentarios, ya que actualmente viaja por el Caribe, una de las regiones que analiza en su obra. Sin embargo, indicó que contribuirá con un capítulo a una próxima enciclopedia sobre zonas fronterizas, en la que abordará el conflicto entre Tailandia y Camboya.
Como muestran los recientes enfrentamientos entre ambos países, muchas fronteras se trazaron sin tener en cuenta a las poblaciones locales, y menos aún sus realidades sociales, económicas o culturales. Lugares antiguos como el templo de Preah Vihear fueron divididos o disputados, dejando zonas fronterizas en un estado de tensión casi permanente.
“Las fronteras internacionales cargan con un importante bagaje colonial, especialmente en regiones como África, Asia, Oriente Medio y América. El mapa político moderno del mundo es en gran parte un legado del colonialismo europeo, y esas fronteras siguen influyendo en los conflictos, las identidades y las estructuras de gobernanza actuales”, dice a TRT World Abdinor Dahir, analista político somalí.
El reparto del sudeste asiático
Las demarcaciones coloniales han dejado profundas cicatrices en el sudeste asiático.
El enfrentamiento entre Tailandia y Camboya es “un recordatorio vívido de cómo estas demarcaciones heredadas siguen provocando fricciones”, señala Sophal Ear, profesor asociado en la Thunderbird School of Global Management de la Universidad Estatal de Arizona.
“Muchas de las fronteras en esta región fueron trazadas por potencias coloniales, especialmente Francia y el Reino Unido, sin la participación local, a menudo basándose en mapas desactualizados o inconsistentes, y sin reflejar la geografía, la etnicidad o la gobernanza local”, explica a TRT World.
La disputa por el templo de Preah Vihear se origina en mapas coloniales franceses de principios del siglo XX, señala Ear. Aunque la Corte Internacional de Justicia concedió el templo a Camboya en 1962, las tierras circundantes siguen siendo objeto de disputa.
“Esta ambigüedad no es única. La delimitación colonial de fronteras ignoró con frecuencia los límites funcionales utilizados por las comunidades locales durante siglos, creando reclamaciones superpuestas y tensiones latentes que pueden estallar cuando las condiciones políticas se deterioran”, afirma.
Los efectos van más allá de lo geográfico. “El diseño colonial occidental institucionalizó asimetrías en el poder legal y militar”, dice Ear.
Añade que Tailandia, que evitó ser colonizada, tiende a ver su papel histórico en la región a través de una óptica de defensa de la soberanía, mientras que Camboya, que emergió tras décadas de conflicto y dominación externa, interpreta muchas veces las acciones tailandesas como una sobreextensión neoimperial.
“Estas narrativas históricas divergentes aumentan la desconfianza mutua y dificultan la gestión constructiva de las crisis”, dice, subrayando que las fronteras heredadas del colonialismo no solo establecieron líneas físicas, sino también dinámicas de poder distorsionadas e identidades nacionales en disputa.
“Si estos aspectos no se abordan mediante mecanismos legales duraderos, diplomacia sostenida y coordinación regional, los fantasmas del colonialismo seguirán acechando la geopolítica del sudeste asiático”, advierte Ear.
La división de África
Más allá del sudeste asiático, el diseño colonial también dividió en gran medida a las comunidades a lo largo del vasto y rico continente africano.
Los 38 países costeros e insulares de África dependen en gran medida de las industrias marítimas —desde la energía hasta la pesca— para su desarrollo. Sin embargo, muchas de sus fronteras marítimas, trazadas durante el dominio colonial, siguen determinando el acceso a recursos y la seguridad en la actualidad.
La mayoría de las fronteras actuales de África son “productos directos” de los proyectos coloniales occidentales en el continente, afirma Dahir, director ejecutivo de Taloford Consulting.
“Estas fronteras fueron impuestas sin el consentimiento, la participación ni la agencia de las poblaciones africanas, dividiendo con frecuencia comunidades sin tener en cuenta la organización social precolonial ni el desarrollo a largo plazo”, afirma Dahir.
Los ejemplos sobran.
Los masái fueron divididos entre Kenia y Tanzania. El pueblo somalí fue repartido entre Etiopía, Kenia y Somalia. Al mismo tiempo, grupos étnicos rivales fueron forzados a convivir bajo los mismos estados coloniales —y más tarde independientes—, según Dahir.
Estas decisiones sembraron las semillas de crisis identitarias.
“Muchas naciones africanas modernas, incluidas Nigeria, la República Democrática del Congo y Sudán, son amalgamas de grupos dispares sin una identidad política compartida previa, lo que ha derivado en tensiones internas persistentes”.
Mientras las poblaciones indígenas pagaban el precio, las potencias coloniales se enriquecían. “Dividieron África para servir a sus propios intereses económicos, la extracción de recursos, la conveniencia administrativa y la rivalidad geopolítica, sin preocuparse por el bienestar de las comunidades locales”, señala Dahir.
Hoy, en una era poscolonial, estas divisiones continúan generando tensiones. África sigue siendo escenario de un número desproporcionado de conflictos fronterizos, muchos de los cuales tienen su origen directamente en las demarcaciones de la época colonial.
Terreno fértil para el conflicto y el separatismo
El trazado arbitrario de fronteras por parte de Occidente no solo ha sido caldo de cultivo para conflictos fronterizos, sino también para el separatismo y el extremismo en países que estuvieron bajo dominio colonial.
El impacto de estas fronteras impuestas por las potencias occidentales es evidente en las guerras y conflictos civiles que ha vivido África en las últimas décadas.
Dahir destaca la guerra de 1977 entre Etiopía y Somalia, cuya raíz se encuentra en la asignación del territorio mayoritariamente somalí de Ogaden a Etiopía por parte de Reino Unido e Italia. El conflicto entre Eritrea y Etiopía entre 1998 y 2000 también fue provocado por fronteras coloniales disputadas entre la antigua colonia italiana y el territorio imperial etíope.
“Estos conflictos reflejan la percepción persistente de que las fronteras coloniales dividieron injustamente a los grupos étnicos o ignoraron las entidades políticas preexistentes. Además, muchas de estas fronteras atraviesan zonas ricas en recursos como el petróleo en Sudán y Sudán del Sur, o los minerales en la RDC, lo que alimenta aún más las disputas”, afirma.
Las líneas coloniales también se han convertido en banderas para movimientos separatistas.
“Regiones como Ambazonia (Camerún Meridional), el Sahara Occidental y Somalilandia (en Somalia) buscan la independencia con el argumento de que fueron administradas por potencias coloniales distintas y, por tanto, deberían establecer estados soberanos basados en esas fronteras históricas”, concluye Dahir.
