Zhuhai, China— En las últimas tres ocasiones en que Brasil ha sido anfitrión de la cumbre del BRICS, su estrategia para vincular a América Latina ha variado considerablemente, marcada tanto por la orientación ideológica del presidente de turno como por la coyuntura política regional.
En la cumbre de 2014, celebrada en Fortaleza –y en un contexto de amplia presencia de gobiernos progresistas en Sudamérica–, la entonces presidenta Dilma Rousseff convocó a los jefes de Estado de la Unasur, con el objetivo de fomentar un acercamiento estratégico entre la región y los cinco países que en ese momento conformaban el BRICS. Ese impulso no solo posibilitó el lanzamiento del Nuevo Banco de Desarrollo, sino que proyectó a Brasil como articulador entre América Latina y las potencias emergentes del bloque.
Cinco años después, el panorama fue radicalmente distinto. En la cumbre de Brasilia de 2019, bajo la presidencia de Jair Bolsonaro –marcado por su alineamiento con Donald Trump–, se celebró el encuentro sin ningún mecanismo de diálogo regional. Aunque Brasil mantuvo su rol formal dentro del bloque, optó por cerrar el espacio latinoamericano. Se privilegió una agenda convergente con Estados Unidos, debilitando la interlocución del país con su entorno inmediato y dejando en suspenso su papel de nexo entre Latinoamérica y los BRICS.
En 2025, bajo el liderazgo de Lula da Silva, Brasil ha buscado corregir la deriva de exclusión regional. La XVII Cumbre en Río integró a nueve países socios –incluidos Bolivia y Cuba– y recuperó el formato “outreach”, mediante el cual el BRICS invita a países externos o regiones cercanas al anfitrión.
Sin embargo, a causa de la polarización regional –con figuras como los presidentes Javier Milei, de Argentina, y Nicolás Maduro, de Venezuela, en extremos opuestos–, la convocatoria brasileña fue selectiva, invitando solo a países con afinidad y buen entendimiento: México, Colombia, Uruguay y Chile. El aprovechamiento del espacio por parte de estos países invitados evidenció diferencias significativas en sus niveles de compromiso y también en los resultados.
Colombia y México: desafíos diplomáticos, agendas inconclusas
Colombia llegó a Río como invitado especial tras oficializar su ingreso al Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) el 19 de junio, con el que amplía su acceso a financiamiento para infraestructura y transición energética, y marca un giro en su política exterior.
Sin embargo, las expectativas de una activa participación en la cumbre del BRICS se diluyeron por la renuncia de la ministra de Exteriores Laura Sarabia, tres días antes de la cumbre, y una crisis diplomática con Estados Unidos causada por un presunto plan del exministro Álvaro Leyva para sacar al presidente Petro, que derivó en la cancelación del viaje presidencial. La delegación estuvo encabezada por el embajador Guillermo Rivera, quien ya había presentado su renuncia, efectiva el 31 de julio. Así, aunque Colombia ingresó al banco BRICS, asistió a la cumbre sin liderazgo político ni presencia presidencial, evidenciando desconexión entre aspiraciones y compromiso real.
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México participó como observador, representado por el el ministro de Exteriores Juan Ramón de la Fuente, acompañado por la subsecretaria de Relaciones Exteriores y el director general para América del Sur, lo que reflejó una delegación de bajo perfil que limitó su impacto. En representación de la presidenta Sheinbaum –quien sí asistió a la reciente cumbre del G7, pero no a los BRICS–, De la Fuente promovió la futura Cumbre para el Bienestar Económico y propuso destinar el 1% del gasto militar mundial para poner en marcha el programa de reforestación más importante de la historia.
Sin embargo, gran parte de su agenda se concentró en reuniones bilaterales, profundizando vínculos con Brasil, India, Uruguay o Chile. Así, aunque el acercamiento a los BRICS constituyó un paso histórico, la participación mexicana se mantuvo cautelosa, buscando socios ya conocidos y evitando compromisos de mayor trascendencia.
Chile y Uruguay: entre el pragmatismo y el compromiso ético
El presidente Gabriel Boric participó en la sesión “Fortalecimiento del Multilateralismo, Asuntos Económicos, Financieros e Inteligencia Artificial”, reafirmando el compromiso de Chile con el multilateralismo, el derecho internacional y los derechos humanos, así como una reforma de gobernanza global para que reconozca la importancia del Sur Global.

Acompañado por el ministro de Exteriores Van Klaveren, Boric condenó explícitamente las agresiones unilaterales, incluyendo la invasión rusa a Ucrania: “No podemos repetir la lógica de la Guerra Fría en donde un bando criticaba al otro pero jamás se refería a las vulneraciones que sucedían en su propio campo de influencia”, señaló.
Durante la cumbre, Boric sostuvo reuniones bilaterales clave con líderes de Brasil, Sudáfrica, India y la directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), centradas en fortalecer la cooperación económica y fomentar un comercio más justo e inclusivo. Además, con metas claras de carbono neutralidad para 2050 y el cierre de centrales a carbón para 2035, la delegación chilena aprovechó la ocasión para abogar por la unidad global de cara a la COP30 en Belén do Pará.
Así, frente a la polarización política y las elecciones presidenciales de noviembre de 2025, la estrategia de Boric fue adoptar una postura calculada y responsable, sin renunciar a la proyección internacional que busca consolidar para su país.
Uruguay, bajo el liderazgo de Yamandú Orsi, desplegó una intensa agenda bilateral durante la cumbre. Aunque el país fue aceptado como miembro del NDB en 2021, su ingreso pleno aún no se había concretado formalmente. Esta situación, inicialmente no contemplada en la administración actual, fue valorada por Orsi como una oportunidad heredada que ahora se analiza con seriedad.
La delegación uruguaya también sostuvo encuentros con líderes de Egipto, Angola, Vietnam y, especialmente, con Sudáfrica e India. Como resultados tangibles de este diálogo, Cyril Ramaphosa invitó a Orsi al próximo G20 y Narendra Modi anunció que abrirá una embajada en Montevideo. Además, ante la ausencia de líderes colombianos –país que actualmente preside la CELAC– Uruguay, que asumirá esa presidencia en 2026, aprovechó la cumbre para posicionarse como portavoz regional.
Gracias a su capacidad para consolidarse como futuro representante, junto con los fructíferos diálogos bilaterales sostenidos, el gobierno de Orsi, con apenas cuatro meses en funciones, logró avances concretos y estableció vínculos estratégicos clave.
Lecciones de la Cumbre de Río para los países invitados
La reactivación del mecanismo “outreach” por parte de Brasil no constituyó solo un gesto simbólico, sino que configuró una plataforma operativa con potencial real. En este contexto, los países invitados a la Cumbre del BRICS 2025 enfrentaron en Río un desafío crucial para superar la mera condición de observadores y asumir un rol activo en la construcción de un bloque funcional.
Mientras Colombia y México atenuaron su presencia debido a circunstancias internas y estrategias cautelosas, Chile y Uruguay mostraron mayor dinamismo, combinando compromiso ético con pragmatismo estratégico, diversificando asociaciones y consolidando su proyección internacional.
La lección fue clara: el espacio para el diálogo estuvo abierto, pero su aprovechamiento dependió de la voluntad política, la coherencia estratégica y la calidad de la acción diplomática desplegadas por cada país. En última instancia, su desempeño reveló cuán comprometidos están realmente con su inserción efectiva en un orden mundial cada vez más multipolar.