En el hospital Al-Shifa de Gaza nada está esterilizado. Eso obliga al doctor Jamal Salha y a otros cirujanos a lavar sus instrumentos con jabón. Las infecciones no tienen freno. El hedor de los desechos médicos es insoportable. Y las moscas están por todas partes.
Sin analgésicos, los pacientes gimen acostados sobre camas de metal alineadas en los pasillos. No hay electricidad ni ventilación en medio de un calor abrasador, lo que obliga a los acompañantes angustiados a abanicar con pedazos de cartón a sus familiares postrados.
El hospital Al-Shifa llegó a ser el más grande de Gaza y la piedra angular de su sistema de salud. Hoy es apenas una sombra de eso, luego de soportar 22 meses de ofensiva israelí.
El complejo hospitalario, del tamaño de siete campos de fútbol, ha sido devastado por bombardeos incensante, dos incursiones israelíes y bloqueos de alimentos, medicinas y equipos. Su personal, exhausto, trabaja sin descanso para salvar vidas.
"Es tan terrible, nadie puede imaginarlo", dice Salha, un neurocirujano de 27 años que, como innumerables médicos en Gaza, se formó en el hospital Al-Shifa después de la facultad de medicina. Tiene la esperanza de terminar allí su carrera.
El hospital Al-Shifa fue inicialmente parte de un puesto militar británico cuando abrió en 1946. Con el paso de los años, se desarrolló hasta convertirse en el hospital de Gaza con el departamento de cirugía especializada más grande: tenía más de 21 quirófanos. Ahora solo quedan tres, y apenas funcionan.
Como los quirófanos de Al-Shifa siempre están ocupados, las cirugías también se realizan en la sala de emergencias, y algunos heridos deben ser rechazados. Los edificios bombardeados se alzan sobre un patio lleno de pacientes, y rodeado de montones de escombros.
Salha huyó del norte de Gaza al comienzo de la ofensiva israelí, y solo pudo regresar a principios de este año. Mientras trabajaba en otro hospital extremadamente saturado en el centro de Gaza, seguía de cerca el deterioro de las condiciones en Al-Shifa.
“Había visto fotos”, dice. “Pero cuando regresé por primera vez, no quise entrar”.
Un joven médico y una ofensiva
Tras graduarse de la facultad de medicina en 2022, Salha pasó un año formándose en el hospital Al-Shifa. Fue entonces cuando él y un amigo, Bilal, decidieron especializarse en neurocirugía.
Durante las primeras semanas de la ofensiva israelí, Salha era médico interno. Como Israel había cortado en Gaza el servicio de internet, una de sus tareas consistía en llevar escaneos médicos a los doctores dentro del complejo. Tenía que abrirse paso entre miles de personas desplazadas que se refugiaban allí, y subir y bajar escaleras cuando los ascensores dejaban de funcionar.
Una vez que las tropas israelíes entraron en el norte de Gaza, él y su familia se marcharon. Bilal, que se quedó en la Ciudad de Gaza, fue asesinado unos meses después, según cuenta Salha.
No mucho después de que Salha se fuera, las fuerzas israelíes realizaron en noviembre de 2023 su primera incursión en el hospital Al-Shifa.
En marzo de 2024 regresaron.
El hospital quedó en ruinas. La Organización Mundial de la Salud informó que tres edificios del hospital sufrieron daños graves y que su planta de oxígeno, junto a la mayoría del equipo, fue destruida, incluidas 14 incubadoras para bebés.
Mientras todo esto ocurría, Salha trabajaba en un hospital en el centro de Gaza, donde realizó más de 200 cirugías y procedimientos, incluidas decenas de operaciones por fracturas de cráneo. Algunos cirujanos pasan toda una vida sin ver un solo caso así.
Cuando regresó a Al-Shifa como residente de neurocirugía, los edificios entre los que solía correr parecían fantasmas.
“Destruyeron todos nuestros recuerdos”, comenta.
Un hospital reducido al límite de su capacidad
Una mañana hace poco, en una sala de almacenamiento convertida en habitación para pacientes, Salha examinó a Mosab Al-Dibs, un niño de 14 años con desnutrición y una grave lesión en la cabeza.
“Miren lo mal que están las cosas”, dijo Salha, extendiendo suavemente el brazo delgado de Al-Dibs.
La madre de Al-Dibs, Shahinez, estaba desesperada. “Conocemos el hospital Al-Shifa desde que éramos niños: quien iba allí se curaba”, dijo. “Ahora, quien va allí está perdido. No hay medicinas, ni sueros. Es un hospital solo de nombre”.
Hay escasez de suministros básicos, como gasas, por lo que los vendajes de los pacientes se cambian con poca frecuencia. Las espumas hemostáticas para detener sangrados se racionan.
Los pacientes esperan durante horas y, a veces, días, mientras los cirujanos priorizan los casos o coordinan exámenes. Algunos pacientes han muerto esperando, lamenta Salha.
Tras meses sin contar con un motor quirúrgico neumático para cortar huesos, Al-Shifa finalmente recibió uno. Pero no tenía hojas y no había piezas de repuesto, explica Salha.
“Así que, en lugar de 10 minutos, puedo tardar más de una hora solo en cortar los huesos del cráneo”, dice. “Eso nos deja exhaustos y pone en peligro la vida del paciente”.
Momentos inolvidables
De su tiempo en el hospital del centro de Gaza, Salha no puede quitarse de la mente el recuerdo de una mujer de unos 20 años que llegó con una hemorragia cerebral que tenía cura. El hospital no la admitió porque no había camas disponibles en la unidad de cuidados intensivos.
"A veces parece que vivimos en un estado de estupor. Atendemos a los pacientes como si estuviéramos dormidos, y después de un rato despertamos y nos preguntamos: ‘¿Qué acaba de pasar?’"
La historia de Salha, aunque impactante, está lejos de ser única.
Es uno de los muchos jóvenes estudiantes de medicina en Gaza que han sido empujados a desempeñar funciones muy por encima de su nivel de formación. Mientras tanto, el sistema de salud devastado se derrumba bajo el peso del bloqueo y los ataques israelíes.