CONFLICTO ISRAEL-IRÁN
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No es paz, es solo una pausa: el frágil alto el fuego entre Irán e Israel
El presidente de EE.UU., Donald Trump, sostiene que Tel Aviv y Teherán acordaron la tregua tras 12 días de hostilidades. Pero con tensiones aún latentes, la pregunta sigue siendo: ¿cuánto durará la calma antes de que el conflicto vuelva a estallar?
No es paz, es solo una pausa: el frágil alto el fuego entre Irán e Israel
La vida sigue con normalidad en las calles de Teherán tras el anuncio del alto el fuego en las primeras horas del día (AP). / AP
hace 8 horas

En un giro inesperado, un “alto el fuego” entre Irán e Israel pareció consolidarse la madrugada del lunes, después de casi dos semanas de conflicto que estremecieron a Oriente Medio y a los mercados globales. 

Pactado de manera informal con apoyo internacional y anunciado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, esta tregua marcó la pausa más significativa desde el inicio de la escalada de violencia.

Sin embargo, justo antes de que se cumpliera plazo inicial para implementar el cese del fuego –a 4 a.m. de Teherán–, Israel lanzó una andanada final de ataques aéreos contra posiciones iraníes en el oeste del país.

En respuesta, Teherán retrasó el inicio oficial de la tregua hasta las 7:30 a.m., y envió una oleada de misiles balísticos contra ciudades israelíes, incluidas Tel Aviv, Haifa y Beersheba, justo antes del amanecer.

La medida parecía estar calibrada no para intensificar el confllicto, sino para garantizar que Irán tuviera la última palabra militar antes de la tregua.

Pese a la intensidad de este último intercambio, funcionarios iraníes insistieron en que su objetivo tenía un límite: represalias dentro de un marco legítimo y no el inicio de una guerra mayor. 

Y así, con las dos partes intercambiando una ronda final de ataques, las armas guardaron silencio... al menos por ahora.

Solo unas horas antes, hacia el final del domingo, Irán había lanzado un contraataque sobre la base aérea Al Udeid, en Qatar, la mayor instalación militar de Washington en la región y centro operativo del Comando Central de EE.UU (Centcom, por sus siglas en inglés). Fue la respuesta de Teherán al ataque de Trump contra instalaciones iraníes nucleares clave con bombas GBU‑57 lanzadas por bombarderos B‑2 Spirit. 

Esta operación, llamada News of Victory, fue rápida y contenida. Aunque alcanzó una base estadounidense, no buscó escalar el conflicto. De hecho, tenía un mensaje cuidadosamente calculado: “Respondemos, pero no buscamos la guerra”.

Teherán asegura que lanzó 14 misiles, el mismo número que según reportes Washington utilizó contra las instalaciones nucleares iraníes de Fordow y Natanz. Sin embargo, el Ministerio de Defensa de Qatar dijo que solo se lanzaron siete y uno logró superar la defensa aérea. 

El objetivo no era el impacto en sí mismo. El ataque fue diseñado para marcar un equilibrio entre el simbolismo y la contención: una réplica a la represalia de Irán en 2020 tras el asesinato del general Qassem Soleimani, también ordenado por Donald Trump en su primer mandato. 

¿Por qué atacar Qatar?

Lo que hace aún más sorprendente al ataque es el lugar elegido.

Qatar no es simplemente otro Estado del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG): es el socio más cercano de Irán en el mundo árabe. Los dos países comparten el mayor yacimiento de gas natural del planeta y cooperan en todo, desde política energética hasta diplomacia regional.

Pero al decidir atacar Al Udeid, Irán hizo una apuesta calculada: que Qatar entendería el gesto como una señal dirigida a Washington, no como una amenaza a Doha.

Funcionarios iraníes justificaron el ataque señalando la importancia central de Al Udeid en las operaciones militares estadounidenses en Oriente Medio. Pero la realidad es más compleja.

Según múltiples fuentes regionales, es probable que Irán haya comunicado por canales extraoficiales sus intenciones a las autoridades qataríes, quienes a su vez facilitaron la evacuación del personal de Estados Unidos.

En ese contexto, la base era el lugar más seguro para que Irán enviara un mensaje con el riesgo mínimo de causar bajas estadounidenses y, crucialmente, sin provocar una guerra a gran escala.

El presidente Trump pareció confirmar este cálculo. “Ataque muy débil”, publicó en redes sociales. “Irán avisó con anticipación. Les agradezco por eso. Ahora es el momento de la paz”.

Pero ni siquiera esta respuesta medida protegió a Teherán de una reacción diplomática negativa.

Todos los estados árabes del Golfo condenaron rápidamente el ataque, incluida Arabia Saudí, que expresó su pleno respaldo a “cualquier acción que Qatar considere necesaria”.

Qatar, por su parte, emitió una inusual reprimenda pública, condenando el ataque a su soberanía y, al mismo tiempo, señalando sutilmente a Israel como la fuente de la inestabilidad regional.

En una declaración que reflejaba el tono de Omán, páis vecino del Golfo, las autoridades qataríes se declararon “conmocionadas” por el ataque, pero subrayaron que los bombardeos iniciales de Israel sobre territorio iraní fueron los que encendieron el conflicto actual.

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Sin embargo, Qatar no se posicionó únicamente como una víctima de una escalada regional, sino también como un posible mediador. De hecho, propuso un plan de alto el fuego entre ambas partes. Los países del CCG también respaldaron esta idea.

La razón es evidente: todos entienden que una provocación adicional podría poner en peligro las arterias económicas de la región, en especial el estrecho de Ormuz, por donde transita un tercio del petróleo que se transporta por mar a nivel mundial. Cualquier confrontación abierta con Irán implica el riesgo de una crisis energética que no pueden permitirse.

Ese gesto diplomático ganó impulso rápidamente. En cuestión de horas, el presidente Trump anunció un alto el fuego temporal entre Irán e Israel, felicitando a ambos gobiernos por “evitar más derramamiento de sangre”, y declarando este momento como “una victoria para la paz en Oriente Medio”.

Fue una declaración llamativa, especialmente tras semanas de tensión creciente.

Sin embargo, la respuesta de Irán fue cautelosa. Abbas Araghchi, principal negociador iraní y ahora uno de sus principales diplomáticos en la crisis, afirmó en X: “Si Israel detiene sus ataques contra objetivos iraníes antes de las 4 a.m., hora local, Irán no tiene planes de responder a las operaciones israelíes más recientes”.

Tregua frágil

El alto el fuego puede mantenerse por ahora, pero sus cimientos son, en el mejor de los casos, frágiles. Las disputas subyacentes, tanto las antiguas como las recientes, siguen sin resolverse.

Esta guerra de 12 días ha generado nuevas heridas geopolíticas, ha fortalecido los sentimientos nacionalistas y ha alterado alianzas regionales que ya eran inestables.

Cualquier tregua permanente requeriría una alineación poco común de condiciones: el reconocimiento formal de quién inició el conflicto, una evaluación consensuada de las pérdidas en tiempos de guerra, la condena internacional del agresor y garantías vinculantes de que no se reanudarán las hostilidades.

Ninguna de esas condiciones se puede alcanzar en este momento. Ni Israel ni Irán están dispuestos a aceptar culpabilidad. Ninguna de las partes confía en los mecanismos internacionales para garantizar la seguridad.

Y ningún otro país o institución tiene la legitimidad suficiente para imponer una paz de ese tipo. Cabe destacar que en Teherán se ve con escepticismo la idea misma de un alto el fuego.

Muchos creen que las treguas temporales solo permiten a Israel reagruparse, reabastecerse de misiles y reforzar sus defensas aéreas, para luego reanudar las operaciones contra Irán, como ha sucedido con los altos el fuego fugaces en Gaza, Líbano o Siria.

Para Irán, entonces, una escalada intermitente puede ser preferible a treguas que solo reinician el reloj en favor de Israel.

Más allá de estos obstáculos, se encuentra la causa más profunda del conflicto: el programa nuclear iraní.

La crisis actual fue detonada por los ataques encubiertos de Israel contra la infraestructura nuclear iraní, en medio de temores a que su capacidad de enriquecimiento superara los límites considerados tolerables por Tel Aviv y sus aliados en Occidente.

Teherán, por su parte, considera el enriquecimiento de uranio en su propio territorio como un derecho soberano. Si el objetivo de esta escalada era forzar a Irán a abandonar esa capacidad, parece haber fracasado.

Después de haber pagado un precio alto, los funcionarios iraníes tienen ahora menos incentivos para ceder. “Irán luchó con intensidad”, dijo un diplomático regional de alto nivel, “no para renunciar al enriquecimiento, sino para preservarlo”.

Estados Unidos, atrapado entre la presión israelí y la firmeza iraní, hasta ahora ha evitado abordar esta cuestión central.

Mientras no se enfrente directamente, muchos creen que la región seguirá al borde del abismo.

De hecho, los líderes iraníes han dejado claro que, aunque el conflicto con Estados Unidos se ha mantenido en compartimentos separados, la guerra con Israel está lejos de terminar.
Según informes, Teherán se está preparando para una campaña prolongada de enfrentamiento de baja intensidad: una guerra de desgaste basada en lanzamientos de misiles, ciberataques y acciones llevadas a cabo por sus aliados en la región.

El mensaje detrás de la represalia limitada de Irán no fue solo contención, sino también claridad estratégica: aunque Estados Unidos esté plenamente aliado con Israel, no debería seguir involucrándose en el duelo entre estos dos gladiadores.

Por ahora, los misiles han dejado de volar. Pero en esta región, el silencio rara vez significa paz: es solo la pausa entre tormentas.


FUENTE:TRT Español y agencias
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